Noé Jitrik afirma que los cambios de comportamiento electoral están íntimamente ligados a cambios en las estructuras: ¿no ha modificado ciertas subjetividades lo que se denomina “neoliberalismo”? Jitrik sostiene que hay que comprender estos cambios no para conceder sino para neutralizar su efecto narcotizante y el avance de nuevas formas de la derecha.
Por Noé Jitrik*
(para La Tecl@ Eñe)
Al día siguiente de las PASO, y haciéndose cargo de la resonante reaparición del macrismo y la irrupción de la más que derecha, Página1 12 tituló “Alerta amarilla”, supongo que en cuerpo catástrofe. Yo habría sugerido una variante: “Fiebre amarilla” o, mejor “Peste amarilla”, considerando que ese extraño fenómeno de haber votado a alguna de las versiones del macrismo o al mileismo, se explica a causa de una grave enfermedad, una especie de pandemia del pensamiento y la voluntad, que afectó, paralelamente a la otra, a gran parte de la población. ¿Estarán los científicos preparando una vacuna para detenerla? Digo detenerla porque no creo que se quede en su reaparición, creo que tendrá otras manifestaciones me temo que más graves todavía aunque espero, sin muchas esperanzas, que sean pasajeras.
¿Qué consecuencias? En cuanto a Fernández, que parece el principal afectado –digo “parece” porque el principal afectado somos nosotros y el país, como promesa, como esfuerzo, como lugar para vivir- podrá decir y con razón a mi juicio, recordando a Rimbaud, “Perdí mi vida por delicadeza”, bello verso que no sé si compensará el tiempo perdido. ¿Qué hará? Creo que de nada vale hablar de ”errores” ni de poner plata en el bolsillo de la gente, porque el hecho, como dicen algunos, ahínca sus raíces en lo más profundo del terreno: ignoro cómo podría resolver el resentimiento, por ejemplo, gran motor de la decisión de millones, que es una planta mefítica que no hace más que crecer. Pero hay más, de otro orden: una, que Macri saldrá indemne en el asunto del correo y en los juicios que, de ejecutarse, lo llevarían a la cárcel; la segunda es que los delirantes mileistas pueden estar soñando con un desarrollo como el que tuvo el nazismo –“de la bravuconada a la Casa Rosada” podría ser el lema de esa novedad-; la tercera, que los pobres y resentidos que votaron en esa dirección la pasen peor que hasta ahora. ¿Y la vacuna?
Pues la vacuna reside en la inteligencia de quienes quieran revertir estos resultados: serán discursos, serán acciones, serán voceros, serán advertencias, serán medidas, no lo sé y no está en mis posibilidades dar consejos, no soy Durán Barba ni Cristina Fernández. Pero, en mis posibilidades será “darse cuenta”. ¿De qué? De que los cambios de comportamiento electoral están íntimamente ligados a cambios en las estructuras: ¿no ha modificado ciertas subjetividades lo que se denomina “neoliberalismo”? Si es así, y lo es, hay que comprenderlos no para conceder sino para neutralizar su efecto narcotizante. Por otra parte, en cuanto a lo político mismo habrá que considerar que, por ejemplo, el viejo caudillismo cedió el paso; la mera invocación a las glorias del peronismo no alcanzan para seducir a los que no son peronistas, la cultura del país avanzó y el lenguaje debe poseer la virtud de atravesar los muros de la ignorancia y el encierro; la apelación a la verdad debe ser sincera y agresiva, se debe recuperar la fuerza y renunciar a los acuerdos convencionales y equívocos, en fin, tratar de manejarse en el mundo en el que estamos, los viejos remedios no sirven para los nuevos males. Y esto que ha pasado electoralmente lo es. Nuevas formas de derecha, lo electoral es la novedad, han avanzado en el mundo entero, la derecha no es un proyecto, es un estado del alma, contaminada o no, así, torcidamente, construye su imperio.
Releo lo precedente y me suena a débil, me da la impresión de que no considera factores reales, de peso, que estarían determinando lo que pasó y lo que va a pasar. ¿Qué? ¿Vivimos en la inocencia? ¿Nos saca brutalmente de ella esa primera respuesta oficial que hace de los ministros los responsables del resultado electoral y, por eso, presentan su renuncia –siempre es así aunque no tengan que ver en una crisis de gobierno-? Pero no todos, suena a poco real e inconvincente porque un voto tan masivo algo significa, no una mera respuesta a una gestión, siempre insuficiente, siempre cuestionable, que yo sepa jamás ha habido gestión perfecta en ninguna parte de la tierra. Por otra parte, en cuanto a este drama de palacio, no habrá que preguntarse si todos los renunciantes pertenecen a un grupo y los no renunciantes a otro y, en consecuencia, que los renunciantes son los perdedores. ¿Quiénes serían unos y quienes los ganadores? No lo sospechábamos; ahora nos desayunamos con que unos eran no incompetentes sino “kirchneristas”, y otros, opuestos, vaya uno a saber en qué, los porteños y, piensan algunos, si los primeros son sustituidos, por los del otro grupo naturalmente, el electorado remiso e ingrato, pero “que tiene razones para haberse apartado”, quedará satisfecho y regresará al cálido hogar del que no debió haberse ido. Un tanto mecánico y un mucho de ilusorio.
Y luego, otro argumento, la política económica: no logró detener los precios de los bienes indispensables ni la inflación que se presentan como una explicación terminante y terminada, pero pocos consideran que no haber reformado la justicia ni nombrado al Procurador, ni liberado a Milagro Sala, ni terminado con Stornelli y sus acompañantes, ni recuperado el Paraná, ni cobrado la deuda del Correo, ni solucionado lo de los peajes, sea suficiente como para cuestionar la eficiencia del gobierno y, peor aún, su credibilidad. Que, al parecer, es lo que hay que considerar y comprender. ¿Qué importa, dicen, que se haya solucionado el tema de las vacunas, como si eso fuera poca cosa, que se hayan abierto posibilidades latinoamericanas, que la vida democrática funcione y no haya censura ni persecuciones, frente a un cumpleaños? Para muchos, calentados por los medios, el “cumpleaños” de Fabiola ha sido decisivo, y si eso es un argumento estamos realmente en problemas porque indica que millones de personas pueden dar importancia a nimiedades como ésa.
Que el voto ha sido “castigo” es innegable pero reina alguna confusión acerca de qué se ha castigado. Quizás que no se haya satisfecho lo que es casi imposible satisfacer. No lo puedo afirmar pero me resisto a creer que la insatisfacción, justificada –los despojados de futuro, los sin casa, los pobres, los desalojados de la esperanza- o no –las clases medias que comen bien y que se sienten atragantadas cuando escuchan el nombre de Cristina- sea un monstruo de tal magnitud como para darle una oportunidad a los proto fascistas del esperpento mileico o reponer en la dirección del país a los filo financistas y ladrones de guante blanco que ya se llevaron casi todo y tendrán la oportunidad de llevarse lo que queda.
Buenos Aires, 18 de septiembre de 2021.
*Crítico literario, ensayista, poeta y narrador.