En el tercer capítulo de la biografía incómoda de Elisa Carrío, que La Tecl@ Eñe publica en forma de folletín, Carlos Caramello recuerda el delirante discurso que la Caronte femenina de Juntos por el Cambio pronunció en aquel lúgubre agosto de 2019 en el CCK para elevar la moral de la tropa cambiemita derrotada en las Paso.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
Cuesta imaginar que esa mujer que está allí, arriba del escenario, vestida de negro (como una especie de Caronte femenina que rema en esa barca que conduce a Juntos por el Cambio al infierno), desencajada, delirante, absurda hasta el patetismo, haya sido, alguna vez, la candidata a la que más del 50 por ciento del electorado porteño votó para que los represente en la Cámara de Diputados, en las elecciones de medio término de 2017.
Pero, bueno: la magia del marketing y algunas inconsistencias entre lo que se vota y lo que se pretende votar la han colocado allí, frente a ese grupo de derrotados, sentados en la platea, que mezcla estupor y angustia en el gesto que los aúna. Todos menos Lilita que, madre nutricia frenética de la política porteña (a pesar de ser del Chaco), ha sido convocada a hacer uso de la palabra.
Tarde, la dirigencia, percibe el error. Porque, de arranque les advierte que ella va a decir lo que ella quiera. “Es decir que si mañana, los diarios señalan: mística, la peor de todas… se dice de mi, que digan lo que quieran, a mi no me importa”. Algunos se toman disimuladamente la cabeza. Piensan en los titulares del día siguiente. Pero Carrió está allí para hablar de ella. “Voy a hablar de una persona que funciona bárbaro en la adversidad… porque tantas veces fue derrotada, tantas veces fue esquilmada y todos creían que estaba muerta… y estaba de parranda”, arranca y uno no puede menos que pensar que si detrás hubiese un vallenato colombiano, la escena cerraría perfectamente.
Ella no se detiene. Probablemente no haya nada que le guste tanto como hablar de si misma. “Miren, una vez yo gané por un montón de votos, encima me hicieron fraude y que se yo… Teníamos como 45 diputados (los Radicales también nos trampearon, nos sacaron la auditoría pero no importa) pero bueno, tenía 45 diputados y digo que el 35% en las retenciones es inconstitucional y 9 diputados se fueron… y sobre el pucho 9 diputados más en un acuerdo de Kirchner con la ex presidenta Cristina Kirchner… y seis diputados y todos los cargos que le correspondían a la primera minoría” recuerda y la cámara, que busca la platea del CCK, encuentra a Vidal con una sonrisa modelo “dejá de hablar pavadas”, a Macri mirando sin entender demasiado porque no sabe ni de qué está hablando y a Juliana Awada que festeja porque supone que, cuando la oradora hace una pausa ella debe reír, o aplaudir, o mostrar satisfacción o algo por el estilo.
Lilita está lanzada: «Dios escribe derecho por caminos torcidos. Se lo dije a Marcos, pero a mí no me creen. Yo soy la peor de todas -se exalta en una suerte de desvarío místico/político que ya le ha dado resultados en otros momentos-. ¡Con Marquitos nosotros nos llevamos bárbaro! Yo ya le dije a Marquitos, Marcos Peña es un mártir, muchacho. ¡Acostumbrate! Y él entendió. Y todos tenemos que sostener a Marcos. Porque le pegan a Marcos para pegarle a Mauricio”.
Pichetto mira para otro lado. Juliana usa su sonrisa número 24 que mezcla alegría y satisfacción. La platea amaga aplauso… Carrió sigue: mixtura al “pueblo hebreo” con las mujeres indígenas. Se autodefine como “del norte, gorda, periférica, provinciana, marginal y abogada de la Asociación de Aborígenes del Chaco”, de ahí salta a que el periodismo “la deprime” para, finalmente, admitir: “No se dónde me quedé… porque me fui con el Nelson Castro ese”. Luego enumera: “Primero (…) Segundo (…) Tercero… y Segundo (…) Cuarto o Quinto, qué se yo… yo pongo el número que quiero”. Con esa coherencia se ordena el discurso de Carrió para elevar la moral de la tropa en aquel lúgubre agosto de 2019.
Pero el final… ahhhh: el final es para alquilar balcones, y tirarse desde ahí arriba (como prometió Federico Pinedo y nunca cumplió). Grita: «¡Las tormentas!… ¡Las tormentas no se enfrentan, se atraviesan!» -y luego, bajando el tono, casi como si estuviese cantando, dice-: Y después viene Jesús, y calma el mar… ¿Entendieron? estamos en la barca… va a calmar! ¡Y van a cambiar los votos! ¡Hay mucha gente que está esquiando! ¿Entendieron? ¡Amigos nuestros! ¡El verano europeo es divino! ¡ Y se está jugando el futuro de la Argentina! -se exalta una Lilita completamente lanzada- No le estoy hablando a los pobres… no le estoy hablando a… ¡Está muy bien haber subido el mínimo no imponible! ¡Está muy bien! Porque si algo sienten los sectores asalariados, es que es injusto. ¡Yo odio pagar esas ganancias! Se imaginan uno que gana menos…”
Los gestos en la platea del Centro Cultural Kirchner lo dicen todo. Se cruzan las miradas. ¿Dijo que había gente esquiando en el verano europeo que va a regresar en octubre para votar a Juntos Por el Cambio?, se preguntan con guiños y mohines los referentes de la creme de la creme del PRO. El único que sonríe con cierta displicencia es Marcos Peña, acaso porque se siente “bientratado”. El resto está entre atónito, alelado y confuso.
Y ahí está ella, para terminar de confundirlos. “Saben lo que les digo a todos: Hombres de poca fe, hombres de poca fe. Qué fácil es tener fe cuando tenés todo arreglado. La fe se juega en la adversidad. Y esta persona que está parada acá es la prueba misma de que la adversidad te fortalece, no te debilita”.
Autorreferencial, como durante toda la alocución (¿durante toda su vida?), Carrió, luego de tirarle también flores a Pichetto (algunas con sus correspondientes macetas) la emprende con el funcionariado de Cambiemos. Les dice, haciéndoles un gesto desagradable con la mano “Muchachos… bajen. ¿Entendieron? Los funcionarios: bajen. Yo tengo más títulos universitarios que muchos de los CEOs que andan por acá pero yo ando en la calle y me quedo dos horas firmando autógrafos. Todos. Tienen que bajar. La gente los está esperando. Pero tienen que hablar, tienen que abrazar, tienen que tocar. Y hablen… saquen el formato, vaya a la miércoles el formato… Miren, la única seguridad es hablar desde el alma, porque la causa de la República es desde el alma. La causa de la Libertad es desde el alma. Qué mercadeo político… -se exalta, y de repente, como si se acordara de un chiste, acomoda el tono y dice- Ay, me encantó la derrota de los encuestadores: es lo más, porque los desprecio”. Y luego, imbuida de una orden divina, les ordena a los mil funcionarios allí reunidos en el Gabinete ampliado de la derrota, que “no se borren, no se borren, porque los que se borran son cobardes… cobardes lo que se borran y especulan. Son cabeza de lista y no fiscalizan en todas las provincias”.
Y promete: “yo voy a estar delante de este presidente para trasmitirle la fuerza de una Nación que necesita para seguir gobernando”.
Y uno la ve allí, arriba del escenario, como una líder de un star system, explicando que ella firma autógrafos, que ella habla con Dios, que ella es la que mas ha sufrido, que ella sabe más que los expertos en marketing político que hicieron que Macri sea presidente, que ella es la única que trabaja, que ella… que ella… que ella y piensa en ese chiste nacido en España en el que se decía que no hay mejor negocio que comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale… Si esa argentina fuese Lilita Carrió, el que haga el negocio entra en la lista de millonarios de Forbes.
Buenos Aires, 27 de agosto de 2022.
*Licenciado en Letras, escritor y periodista.