No sigan perdiendo el tiempo con bombardeos, tortura, proscripción y vandalismo sobre símbolos que guardan la memoria de esta herejía. CFK es uno de ellos, y aunque la quemen como a Giordano Bruno, esta bruja –y, quién dice, la herejía– vivirá por siempre.
Por Hernán Sassi*
(para La Tecl@ Eñe)
I.
Esta santa brilla con su armadura junto a Antígona y junto a aquellos en quienes la desobediencia de las reglas muertas perpetúa la dignidad de vivir.
“Juana de Arco” de Jean Cocteau
Dicen que dijo: “No hago nada sin el mandamiento de Dios, no el de los hombres”. Hablaba del Dios que le infundía coraje, pero también del que echó a los mercaderes del templo y había dicho que “es más posible que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos”.
Le preguntaron si era cierto que, al pasar por más de una villa, le besaban pies, manos y vestimenta; y si también era verdad que pobres y mujeres se acercaban a ella y la tenían por santa.
Le preguntaron si coreaban lo que ella decía, si habían hecho pinturas a su imagen y semejanza, si, entre las banderas, una decía “Justicia, paz, unión”.[1]
Le preguntaron si le temían como a un hombre; si, como Leonor de Aquitania, se había disfrazado de hombre; y si los poderosos, a quienes les molestaba su orgullo, la creían un demonio.
Dicen que dijo que luchaba por la libertad de su pueblo y que no era culpa suya si los que la juzgaban se veían bufos, ridículos.
La sentencia estaba escrita antes del inicio del juicio. Fraguaron acusación, testigos y pruebas. La verdad nunca importó, sino su muerte. La hoguera la consumió el 30 de mayo de 1431. Dicen que antes de escuchar sus gritos y el crepitar de carne y huesos, se la vio con una sonrisa diabólica y triunfal.
Se supo, tiempo después, que dijo, frente al tribunal, que lo que a ella le había pasado, pasaría de nuevo. Dicen que también dijo que las voces le habían asegurado que, al final, ella ganaría el proceso.
Cocteau dio crédito a esas voces y escribió: “Lo que no saben la Iglesia ni los grandes señores es que algunas almas son salamandras. Se desenvuelven maravillosamente entre las llamas. ¡Quemad a una Juana! Renace de sus cenizas, remonta el vuelo y cubre el horizonte con un arco iris.”
Tiempo después nació otra Juana, monja y poeta que también desobedeció a reglas muertas y enfrentó a un tribunal que no le perdonó ni versos (como “Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón…”) ni tampoco que demostrara, en palabra y actos, que ella era mejor persona que los eunucos llenos de odio que la juzgaban.
Junto a Diana de Poitiers, María de Médicis, Madame de Pompadour, María Antonieta y Josefina; Juana de Arco es una de las reinas de Francia. Nunca tuvo título de nobleza. La dignidad se la dio el pueblo, injusto en el fragor a veces, pero justo cuando la historia, que es la que en realidad juzga, pone las cosas en su lugar.
II.
Sienten el infierno en el cuerpo. […] Son mujeres, y mujeres pobres, las primeras condenadas. […] La hija de Sarah Good, joven bruja de cuatro años, está presa en la cárcel de Boston. La cacería de brujas sube de la suburbana Salem Village al centro de Salem Town. […] Ni la esposa del gobernador se salva del dedo que señala culpables. […] El Diablo, trabajador como nunca, anda prometiendo a los puritanos ciudades de oro y zapatos franceses.
“Las brujas de Salem” de Eduardo Galeano.
El mundo se viene abajo. Tiene que haber algún culpable del descalabro. Judíos, brujas, herejes; en la tardía Edad Media sobran chivos expiatorios.
Según Silvia Federici, la caza de brujas no se dio en cualquier momento y las víctimas, no por casualidad, fueron mujeres. Ocurrió en la transición de la producción comunal y artesanal al incipiente capitalismo industrial, período de revueltas campesinas, muchas de ellas iniciadas por mujeres. La denuncia a la bruja, realizada primero por miembros acaudalados y luego por cualquier vecino, sirvió de “arma con la que se podía derrotar la resistencia a la reestructuración social y económica”.[2]
Al decir de una bruja, este proceso “no fue magia”. Según Federici, “La caza de brujas fue también la primera persecución, en Europa, que usó propaganda multimedia con el fin de generar una psicosis de masas entre la población. Una de las primeras tareas de la imprenta fue aterrar al público sobre los peligros que suponían las brujas”.[3]
Desde que existe, la caza de brujas es una “guerra de clases por otros medios”.[4] Cuando cruje lo que conocimos como capitalismo, la lucha contra el terrorismo y la corrupción, también lo es.[5]
Esa mujer es la bruja perfecta. Es heredera del peronismo como “hecho maldito del país burgués”. Audacia y amor por el pueblo la hermanan a Evita; por estratega y conductora es “la hija de Perón”.[6] Para extraños, es “la chorra” de guita incontable y mal habida; para propios, madre severa, la maestra siruela que los medios gustan ver como bruja de cuento de hadas. Es el demonio, la última en haberles hecho un lugar en la mesa a los parientes pobres de esta familia llamada Argentina.[7]
El inquisidor le suponía un goce a la bruja, que en las noches tenía comercio carnal con el demonio. Ella disfrutaba de lo que él no podía y quería. Esta bruja, que algunos llaman yegua, habilitó el goce de los parientes pobres, que, como tales, no merecen sino contentarse con las sobras. Cometió el pecado del goce y el de repartir lo que un puñado robó, roba y quiere solo para sí. Desde que eso hizo y defiende, hay que quemarla por mal ejemplo, contagioso.
La juzgan, paradoja de las paradojas, por malversar erario público, vicio con el que amasó su fortuna la familia del “ángel exterminador”[8] que, en las sombras, inició el proceso que sólo buscó verla arder, lo único que quieren los que tienen en sus manos el país y alrededores, hombres todos, además.
Querían quemarla cuando se quitó la vida un fiscal berreta de los que sobran y se olvidan, y también cuando la peste. Como en Salem, hacían vigilia para la ordalía. Esperaban el auto de fe.
Ardió en medios y arde en redes. A fuego lento, con leña verde. La mostraron en éxtasis sexual, fantasía de todo inquisidor. No se privaron de la tortura, que llegó a su hija, inocente entre inocentes. Sigue siendo señuelo y distracción para que nadie ponga sus ojos en los gángsters responsables de esta vida rota.
La odian el empresario, la docente, el camionero y hasta la jubilada que se había deslomado décadas en casa sin recibir paga hasta que la bruja hizo que el Estado reconociera el esfuerzo. Todos habían vivido mejor gracias a ella. Todos, como Judas al Cristo, la niegan, incluso sindicalistas que le deben casas, autos y las putas que se cogen. Quieren quemarla. Alguien tiene que pagar por esta indefensión, por esta servidumbre sin señor feudal de la que nadie se hace responsable.
III.
No es una república. Es una aborrecible aristocracia; una odiosa oligarquía del sexo; la más aborrecible aristocracia alguna vez establecida en la faz de la tierra; una oligarquía de riqueza en donde los ricos gobiernan a los pobres.
“Discurso pronunciado ante la corte suprema de EE.UU.” de Susan B. Anthony
Hawthorne sintió vergüenza de una rama de su árbol genealógico. Era descendiente de uno de los jueces que había quemado inocentes en la hoguera. Con La letra escarlata se propuso menos limpiar su apellido o pedir disculpas por crímenes ajenos que presentar un alegato contra la estigmatización y el fanatismo religioso. Como la sufragista Susan B. Anthony, sabía que el miedo, como escribió en su novela, “no forma buenos ciudadanos”. Si algún día habría democracia, creía, no podría nunca estar basada en el miedo.
La bruja en cuestión se enfrenta al “ojo que nunca duerme”, una inquisición con poder mundial, una burocracia hecha de lugartenientes fieles hasta el ridículo, jueces, políticos, y bufones de medios y redes que apoyan su cabeza en la almohada sin remordimiento porque ya no tienen corazón, sino un bife en el pecho.
A ella la culpan de todos los males, como a Milagro Sala en Jujuy, otra bruja chamuscada y viva. Resguardar lo humano de la tecnocracia omnipresente, compartir antes que amarrocar, optar por el disfrute de la vida y no por el regodeo en el odio son algunos de los principios de esta herejía que ella encarna, intolerable en este posmoderno retorno al Medioevo.
La hoguera ha sido un instrumento de disciplina. Para no perder la vida en ella, Galileo abjuró y pasó el resto de su vida bajo arresto domiciliario.
La hoguera en medios y redes cumple la misma función para con la bruja en cuestión y para todo aquel que se le anime al poder real.
Pero esta bruja no abjura. No da ni un paso atrás. Cree, como Galileo, en la tierra trema. Lucha contra el mundo quieto de los ricos con su riqueza y los pobres con su pobreza. Cree que “El pueblo es como un río”. “E pur si muove”, dicen que dijo después de escuchar la sentencia.
Los inquisidores no toleran su gloria ganada con coraje.
No aceptan no tener con qué comprarla, con qué callarla.
No la pueden matar ni gatillándole a cielo abierto.
Nunca va a ser sierva suya.
No les tiene miedo. Eso les jode más que nada en el mundo.
Como Hebe, otra bruja en la hoguera, aunque la quemen una y otra y otra vez, esta “fusilada que vive”, vive.
No sigan perdiendo el tiempo con bombardeos, tortura, proscripción y vandalismo sobre símbolos que guardan la memoria de esta herejía. Aunque la quemen como a Giordano Bruno, esta bruja –y, quién dice, la herejía– vivirá por siempre.
Referencias:
[1] Duby, G y A. Los procesos de Juana de Arco, Granada, Universidad de Granada, 2005, pp. 57.
[2] Federici, S. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva, Madrid, Traficantes de sueños, 2004, pp. 234.
[3] Federici, S. Op. Cit., pp. 229.
[4] Federici, S. Op. Cit., pp. 241.
[5] Murphy, C. El tribunal de Dios. La Inquisición y el mundo moderno, México DF, Océano, 2012.
[6] El Copyright es de Daddy Brieva.
[7] La figura, que refiere al peronismo histórico, es de E. Martínez Estrada en Para una revisión de las letras argentinas (1967).
[8] La precisión y causticidad en la caracterización de Mauricio Macri es de Jorge “el turco” Asís.
Lomas de Zamora, 14 de junio de 2025.
*Prof. y Dr. en Letras, y Mag. en Comunición y Cultura, es docente en profesorados del Conurbano, ensayista y crítico de cine. Publicó Hoteles. Estudio crítico (2007), Cambiemos o la banalidad del bien (2019), La invención de la literatura. Una historia del cine (2021). Estuvo a cargo de El Nuevo Cine murió (2021) y prologó Escritos corsarios de P. P. Pasolini (2022). Su último libro esditado es «P3RRON3. El Corsario».
1 Comment
Este texto enlaza la genealogía propia de la persecución a las Antígonas de todos los tiempos. Por esa razón Hegel decía que las mujeres no deben gobernar. Obviamente no todas las mujeres, sino aquellas habitadas por el espíritu sujetivo. Gracias por este artículo.