Por Vicente Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
Postemilla.1. Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor.
El lugar del saber. El antagonismo civilización-barbarie tuvo su resurrección cenital con el gorilismo clásico. Desde Arturo Jauretche en adelante se gastaron toneles de tinta para recolocar a los sabios en los groseros trazos de su propia sintaxis bárbara. Hoy no es necesario emplearse en esa tarea. Porque aparece un José Luis Espert con atorados queísmos para decir que ante la pandemia se debe imitar la política de Donald Trump. O el tal Javier Milei incitando al acopio de alimentos. O ese Miguel Angel Pichetto contando, entre bostezos, su embole cuarentenario. No hay que tomarse trabajo entonces para detectar que la “crasitud y el patetismo” (Borges) les pertenece, con todo mérito, a la barra neoliberal.
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Una reactivación. No hace mucho que está en ese barrio sur. San Cristóbal es una mezcla de clase media y clase un cuarto bien matizada por un vigor popular y multiétnico. Cuando llegó aún reinaba el macrismo y los frentes de calles y avenidas porteñas estaban-y aún están- salpicados de cortinas bajas. Uno de esos comercios cerrados tenía un aire misterioso. Estaba desmantelado pero sin la cerrazón de la persiana. Desde la calle se veía un living abandonado; facturas y folletos comerciales lucían desparramados en el piso, tras la puerta vidriada. Pero justo en plena cuarentena el local resucitó. El nuevo vecino vio cómo hacían una gran limpieza y revivían la fachada. Luego pegaron un logo en la entrada –dos pinos que hacían recordar al símbolo del cooperativismo- . Después la sigla comercial: FunAr. El vecino celebró que algo se reactivara en pleno tiempo de catástrofe. Entusiasmado por la excepción urbana se acercó al flamante negocio y leyó, debajo del logo arbolado y de la sigla FunAr: “Funerales Argentinos”. Pensó que ser emprendedor es tener afilado el sentido de la oportunidad. Y que el gentilicio adornaba una de las versiones de la historia de su país.
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Y sí, miente. Con su habitual desmarque de toda veracidad una vez más el medio de mayor circulación en falso tituló: “Tinelli se enojó y usó una consigna K: ‘Clarín miente’ ”. La izquierda diario recordó enseguida a los Magnetto’s boys que el latiguillo-latigazo no es propiedad K sino que viene de las duras luchas de los propios trabajadores de la corporación innoble en los años 90. Pero aún se puede ajustar más: la frase ya se había leído antes de aquellos conflictos, cuando el matutino publicó una serie de notas sobre “la mafia de los taxis”. En las lunetas de los autos negro-amarillos ya se observaba el famoso eslogan que el bastonero de los bailables reiteró. En aquella ocasión, alarmado, Clarín negoció con el gremio tachero y por un tiempo no hubo notas ni carteles con cornetín. Por esos años la misma empresa hizo borrar, a la vuelta de su planta de la calle Piedras, una pintada del tipo brocha gorda que decía: “Nos mean en la cabeza y Clarín dice que llueve”.
Buenos Aires, 22 de abril de 2020
*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.