Junto a la represión en las calles asistimos a persecuciones de periodistas y detenciones arbitrarias de militantes. Eric Calcagno sostiene que la violencia sin política nos lleva a la guerra perpetua de todos contra todos, un ideal de mercado que busca, en palabras de Thomas Hobbes, “una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”, para las mayorías.
Por Eric Calcagno*
(para La Tecl@ Eñe)
La timba financiera que es presentada como un plan económico ya tiene el destino sellado, como lo fue durante la dictadura militar (1976-1983), la convertibilidad (19991-2001) y el macriato (2015-2019). Esta vez no será diferente. En el fondo, esos episodios apenas constituyeron gigantes oportunidades de negocios y negociados para los monopolios privados locales y extranjeros, sobre fondo de represión, endeudamiento y desindustrialización. ¿Resultado? La cantidad de activos de argentinos en el exterior: 454.886 miles de millones de dólares (INDEC, diciembre de 2024). Ese es el resultado de la apropiación del excedente económico, debidamente apropiado para ser fugado a paraísos fiscales. Este “crimen perfecto” es incluso presentado como un estilo de desarrollo, que suele llamarse “valorización financiera”. Aunque fue eficaz para destruir el modelo de industrialización nacional, no fue capaz de establecer un sistema sustentable en el tiempo, porque ese no es el objetivo. En efecto, el esquema neoliberal-libertario está marcado por crisis a repetición, que no son más que la oportunidad de privatizar ganancias, socializar pérdidas y tomar más deuda a cuenta de la Nación.
El mensaje de la oligarquía (gobierno de pocos) es claro: estamos dispuestos a poner un desequilibrado como Milei en el gobierno para garantizar nuestra tasa de ganancias -y aumentarla. Si ya pusimos asesinos como Aramburu y Rojas, así como genocidas como Videla y Massera, ¿Qué parte no entienden? Nuestra propiedad privada es inviolable, sagrada – y vamos por más. Así lo vemos en “La República Perdida” -película de 1983- cuando en cada dictadura o dictablanda aparecen los mismos civiles de siempre en los equipos económicos de gobierno. Luego de las bombas de junio y septiembre de 1955, en 1956 llegó el endeudamiento con el Club de París rematado con la entrada al Fondo Monetario Internacional en 1958. Oíd mortales el ruido de nuevas cadenas. Porque el asunto consiste en mantener bajo control a la sociedad civil argentina, de modo tal que no interrumpa las bondades y bonanzas del saqueo, con el argumento del sufragio universal y coso. Por eso la necesidad de la guerra.
En efecto, la “guerra contra la subversión” fue la que permitió la política de Martínez de Hoz en 1976 -30.000 desparecidos mediante – y fue la guerra de Malvinas la que intentaron los cívico-militares de entonces para durar más allá de la inviabilidad, aún al precio de sacrificar una causa nacional en interés propio -649 caídos. Los noventa nos traen la participación en la guerra del golfo, de modo tal que no haya dudas sobre el alineamiento pro-occidental. Costó dos atentados -117 muertos- más los 39 asesinados en diciembre de 2001 cuando cayó el “uno a uno”. Macri sólo compró aviones inservibles, aunque perdió el submarino ARA San Juan -44 marinos (la tranquilidad de los británicos no tiene precio para la clase dominante local). Milei también compró aviones en desuso. ¿Qué tipo de guerra nos prepara? ¿Cuántos muertos? Ah, ¡pero el carry-trade!
Porque la guerra -la verdadera- la hace el que puede, no el que quiere. ¡Pero si la guerra tiene tantas ventajas! Es que como en los casos mencionados, la consabida imposibilidad de mantener un orden económico, aunque sea injusto, llama a otras instancias de reproducción en el tiempo. Sin duda podemos evocar el “keynesianismo de guerra” practicado por los países desarrollados, cuando la economía es alimentada a través de los pedidos a la industria armamentística, lo que supone empleo y producción de valor. También puede ser la utilización de la guerra para ordenar a la sociedad mediante el control y la represión. Quizás suene a hipótesis antojadiza -sin duda lo es- pero es lo que sintetizó el Papa Francisco en octubre del 2014, cuando afirmó que “hay sistemas económicos que tienen que hacer la guerra para sobrevivir”.
¿Pero cómo hacer cuando no existen las posibilidades de librar una guerra concreta, pero es necesario contar con las funcionalidades del ordenamiento bélico destinado a la dominación social? Bueno, a la guerra se la inventa, lo importante es sobrevivir. Así es como el mileísmo está en guerra contra el Estado Nacional, guerra contra “la casta”, guerra cultural contra “el marxismo”, guerra contra las mujeres, guerra contra las diversidades, guerra contra “la ideología woke”, contra los médicos del Garrahan, contra los niños enfermos, vamos, un conjunto de conflictos civiles que sólo le sirvió para perder la legitimidad de ejercicio, que es una dimensión política menor para el enviado de las fuerzas del cielo. Por eso ante la inminencia del abismo económico, la guerra aparece como la posibilidad de mantenerse en el poder.
Pero para que haya guerra hay que tener un enemigo más identificable. Es que sin enemigo no se puede. Por eso Milei dijo “Irán es el enemigo de la Argentina”. La guerra de los doce días entre Estados Unidos e Israel contra Irán duró demasiado, por eso ahora reviven la causa AMIA a través de un “juicio en ausencia” cuya sentencia sólo falta traducir al castellano; vuelve el caso “memorándum con Irán”, sobre la base de un texto sin fundamentos, legitimado sólo por el suicidio del autor. Como sea, la base está. Y también están los instrumentos.
Primero fue el intento de reflotar la Comisión de Actividades Antiargentinas, creada en 1941, luego -más grave- es el llamado PIN, Plan de Inteligencia Nacional, que no es un plan, no es inteligente y no es nacional. A prueba de ello es el informe publicado por la Revista Crisis (“Controlar al pueblo para entregar a la Patria”), donde leemos que los principales objetivos son asegurar las relaciones estratégicas del régimen mileísta con los Estados Unidos y el Estado de Israel, países que -por ejemplo- siempre han votado en contra de la posición argentina sobre Malvinas. entre muchas otras cosas. A tal efecto habilita el control civil (SIDE) y militar (DNIEM) sobre la sociedad civil, con la complaciente administración de justicia existente y un Congreso que ni siquiera amerita el destino del Reichstag. Quien se oponga a la guerra es al menos un traidor, o peor un agente del enemigo, asuntos que no son tolerables. Además de la represión en las calles, ya asistimos a persecuciones de periodistas y detenciones arbitrarias de militantes. No menos grave es que la violencia sin política nos lleva a la guerra perpetua de todos contra todos, un ideal de mercado que busca para las mayorías “una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”, como decía Thomas Hobbes.
4 de julio de 2025.
*Sociólogo. Ex Senador de la Nación, Diputado y Embajador en Francia.