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Notas al margen o en el envés de una trajinada foto – Por Martín Kohan

Martín Kohan reflexiona en este artículo sobre el hecho fotográfico del cumpleaños de Fabiola Yáñez en la residencia presidencial de Olivos, en julio de 2020.

Por Martín Kohan*

(para La Tecl@ Eñe)

Ante el dolor de los demás es la fórmula a la que apeló Susan Sontag, en 2003, para revisar las posturas que había sostenido en 1977 en Sobre la fotografía. Indicaba así una manera particular de ubicarse frente a determinadas imágenes y de dejarse afectar por ellas. Tal vez quepa reformular ahora esa expresión y reescribirla como “ante la indolencia de los demás”, si se trata de pensar en las fotografías de aquel festejo de cumpleaños de Fabiola Yáñez en la residencia presidencial de Olivos en julio de 2020, epicentro pandémico, cuando las coordenadas del cuidado habían virado: ya se podía salir a la calle, manteniendo una distancia precautoria, porque se sabía que el riesgo mayor estaba en los espacios cerrados, en las reuniones en espacios cerrados, sin barbijos y encimados (justo eso que se veía, justo eso que se ve).

No estoy pensando en los hechos, sobre los que ya se ha dicho tanto, sino en las propias fotografías, en las fotos como tales -que respondieron, como pocas veces, a esa certificación del “esto ha sido” de la que habló Roland Barthes en La cámara lúcida. Esas fotos aparecieron en su momento para zanjar una incipiente lucha de versiones y hacer pasar del “esto no pasó” refutatorio al “esto no debió pasar” de la retractación. ¿No debió pasar? Pero pasó. Y eso que efectivamente pasó, que no debió pasar pero pasó, la idea que nos hacemos de ello, la imagen que nos hacemos de ello, la manera en que lo imaginamos (sobre la relación entre imaginación e imágenes fotográficas escribió admirablemente Georges Didi Huberman) se ven fuertemente determinadas por esas fotografías que se volvieron, no ya icónicas, sino emblemáticas.

Tenemos entonces lo que pasó y también las fotos de lo que pasó. Lo que pasó estuvo mal. Pero además, cabría agregar, como nota al pie o como comentario al margen, también las fotos están mal. Quiero decir, son malas fotos, están mal sacadas; quien las sacó (porque hay uno al que no vemos pero estuvo ahí, y es el que sacó las fotos) lo hizo con impericia, con especial falta de gracia. El enfoque no resulta, desencuadra más que encuadra; deja demasiado espacio a los lados (esas sillas relegadas), demasiado espacio arriba (ese techo, tanto techo). Y en especial, significativamente, demasiado espacio entre el que fotografía y los fotografiados (más que esa “distancia social” de la que tanto se hablaba, más bien una especie de distancia asocial): esa fea separación que hace que los retratados luzcan especialmente lejos, apartados de quienes acuden a contemplar la imagen. Tomados, por otra parte, un poco al bies, y no en una visión más frontal, se produce una línea de fuga tanto en la disposición de la mesa como en la secuencia de las dos lámparas de techo, que no hace sino aumentar el efecto de lejanía. Un punto de fuga que lleva a un hueco, a un lugar vacío por la ubicación de los participantes, al sitio donde no hay nadie, en cierta forma a ningún lado.

La cumpleañera, el marido, los invitados: están todos apartados; entre ellos se arraciman, de nosotros quedan a imprudente distancia. Están lejos y no exactamente de frente. Están lejos y torcidos. Sus miradas, aunque dirigidas a la cámara, es decir, hacia afuera, hacia los eventuales contempladores, para nada nos incluyen; al revés, nos dejan especialmente afuera. No funcionan en absoluto como las miradas de “Las meninas” de Diego Velázquez que, según analizó Michel Foucault en Las palabras y las cosas, incluyen al contemplador en la escena que contempla. Aquí por el contrario excluyen, aquí por el contrario expulsan. Tan simple como que, incluso desde un posible encierro, no dan ganas de haber estado en esta fiesta. Con pandemia o sin pandemia, no resulta tentador sumarse a una reunión así. Luce tan poco atractiva como la torta que, apenas con una tajada, luce desatendida en un raro primer plano, tan sosa como los tenedores, tan neutra como la pila de platos.

En un borde de “Las meninas”, recordarán, hay un perro. En esta imagen también. Pero el perro aquel luce laxo, distendido, ausente, despreocupado. Este otro, por el contrario, luce erguido, tenso, atento. Como si en cierta forma intuyera, diferenciándose de tal modo del resto, que algo había en este asunto que no estaba nada bien.

Buenos Aires, 27 de mayo de 2022.

*Escritor. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.

2 Comments

  1. Mariano Aguirre dice:

    no puedo creer la pelotudez que leo, el pretendido análisis con las citas y referencias a barthes y foucault, toda esa pátina intelectual para que no se note las ganas de seguir hablando de esto tanto tiempo después. No es nada inocente seguir con esto y justo ahora, y además, que aporta esta nota? algo? mas que seguir haciendo circular la foto y la bronca colectiva de «ay no pude conocer a mi sobrina y el presidente estaba con gatos en olivos!». El resto son conjeturas sobre la torta y el perro que no van a ninguna parte. Realmente decepcionado de martín kohan, al que pensé un tipo que iba a hacer mejor empleo de su tiempo libre.

    • Martín Kohan dice:

      Mariano, gracias por su comentario. No sé por qué dice usted «pretendido análisis» (puede no conformarlo, pero es un análisis) ni sé tampoco por qué dice «pátina intelectual» (no es una pátina, es la bibliografía a partir de la cual planteo el análisis). En la nota no hablo de mi sobrina ni de gatos en Olivos, mi planteo es evidentemente otro. Y escribí la nota ahora porque acaba de salir la resolución judicial respectiva, por lo que el asunto (y más concretamente, la foto) volvieron a estar en los medios. Una aclaración final: no empleé mi tiempo libre para escribir la nota; analizar discursos y figuraciones de la política es parte de mi trabajo, lo hago en mi tiempo laboral. Saludos.