El Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) relanza su portal AméricaLee para celebrar sus diez primeros años, pero ahora como “portal de portales”. Esto significa que además de ofrecer más de 260 colecciones de revistas digitalizadas hasta hoy, proporciona acceso directo a revistas digitalizadas en otros portales.
Por Horacio Tarcus*
(para La Tecl@ Eñe)
América Latina ha sido un continente pródigo en revistas culturales. Las principales obras de la literatura y la ensayística latinoamericana se anticiparon en revistas. Los grandes debates de ideas se libraron en sus páginas. Los manifiestos de las vanguardias encontraron en las revistas sus vehículos privilegiados. Las revistas fueron voceros de grupos literarios y artísticos, de foros teatrales y de cine, de agrupaciones universitarias y gremiales, de agencias periodísticas, de espacios feministas y de activismos por la diversidad sexual. Las revistas político-periodísticas siguieron el pulso, semana a semana o mes a mes, del acontecer de nuestros países. En ocasiones fueron oficialistas, pero las más de las veces fueron críticas, o abiertamente opositoras. A menudo fueron censuradas, otras veces prohibidas y reaparecieron en forma clandestina.
Desde la revista-libro del universo académico hasta los modernos fanzines, el término “revista” engloba un heterogéneo universo de formatos, que puede ir de las módicas 4 páginas a un volumen encuadernado de quinientas, como alcanzó Nosotros en números especiales. Desde el pliego sábana de publicaciones decimonónicas como El Mosquito o Don Quijote, o el formato gigante de Multitud (del chileno Pablo de Rokha) hasta revistas diminutas, casi microscópicas, el género admite también los más diversos tamaños.
Todos estamos de acuerdo en que no ha sido un género pasatista, sino que las revistas —aún las más modestas, o las más alejadas de la “alta cultura”— son parte constitutiva de nuestra cultura. Crecen día a día los estudios sobre las revistas latinoamericanas, pero todavía sabemos poco acerca de su historia, sus directores, sus consejos de redacción, sus formas de autofinanciamiento, sus políticas de difusión y comercialización. Miles de seudónimos, que a menudo esconden los nombres reales de escritores, periodistas e ilustradores, esperan ser descifrados por nuevas investigaciones. Recién estamos estudiando a las revistas como voces colectivas, como voceros de escuelas artísticas o literarias, como agentes culturales, como maquinarias de traducción, como campos de experimentación gráfica y textual, como prácticas de asociación entre texto e imagen, como plataformas de promoción juvenil…
Sin embargo, el acceso a las colecciones de revistas siempre ha sido complejo. En casa, el libro se conserva, la revista se tira. Sobre todo, cuando su formato excede el alto del estante de una biblioteca. En las bibliotecas públicas, se conservan los diarios y las revistas más bien oficiales, de publicación regular. Difícilmente las revistas clandestinas, o semiclandestinas, de vida breve, de formato irregular porque deben imprimirse hoy en una imprenta, mañana en otra, lleguen a la Biblioteca Nacional o a las bibliotecas universitarias. Como es sabido, las revistas antiguas son botín de caza de los grandes coleccionistas privados como objeto preciado para las grandes hemerotecas del primer mundo.
¿Patrimonio público o privado?
El problema del acceso a las colecciones de revistas latinoamericanas se comenzó a plantear hace medio siglo, cuando diversas instituciones culturales de nuestro continente—como el Fondo de Cultura de México, o el Fondo Nacional de las Artes de Argentina— comenzaron a publicar antologías de revistas, catálogos sistemáticos y, sobre todo, ediciones facsimilares. Desde comienzos del siglo XXI, con la revolución informática todavía en curso, el vehículo principal ha pasado a ser los portales digitales de revistas.
De pronto vimos aparecer en la web, por aquí y por allá, ediciones digitales de revistas que siempre quisimos leer y que ahora se nos ofrecían generosamente en la pantalla de nuestra pc o nuestra lap, a costo de un simple click. Además de los sitios más o menos “caseros”, aparecieron los grandes consorcios privados de digitalización documental, como Google Books, Scribd, Brill y Jstor. Algunos de sus sitios permiten visualizar algunos libros o revistas, o descargar algunos documentos, pero en lo fundamental son proyectos privados que ofrecen a las grandes universidades acceso completo a colecciones monumentales de prensa y revistas a cambio de una suscripción anual. Se trata de proyectos colosales, de digitalización documental sistemática, pero de acceso restringido a aquellos que estén en condiciones de pagar la suscripción. En paralelo, han surgido, grandes proyectos que cuentan con respaldos de la UNESCO o la Library of Congress, como la Biblioteca Digital Mundial, y algunas bibliotecas nacionales o universitarias como Internet Archive (una entidad estadounidense sin fines de lucro), Gallica (el sitio de la Biblioteca Nacional de Francia), la Biblioteca Virtual ‘Miguel de Cervantes’ (que lleva adelante la Universidad de Alicante), la Hemeroteca Nacional de España o la Biblioteca Nacional de Brasil.
Uruguay fue pionero en todo el continente con el sitio Anáforas, surgido en el año 2004 como proyecto independiente, mucho antes de contar con el apoyo de la Biblioteca Nacional de su país. En Argentina, la Biblioteca Nacional lanzó tardíamente (en 2014) el sitio Trapalanda, de vida efímera. Como compensación, han surgido hace diez años proyectos independientes como el portal, AHiRA, vinculado a la Universidad de Buenos Aires, circunscripto a las revistas argentinas, y AméricaLee, el portal de revistas latinoamericanas del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas). Recientemente se inauguraron el Archivo de revistas culturales de Rosario, por una parte, y el de Córdoba, por otra. Se trata de proyectos complementarios, que ofrecen un panorama muy completo de la cultura revisteril argentina, pero AméricaLee se propuso desde el inicio como una hemeroteca latinoamericana, que excediera las fronteras nacionales y repusiera integralmente el tejido de revistas del continente.
Los portales argentinos ofrecemos acceso gratuito a las colecciones, pero estamos todavía en la etapa del trabajo artesanal, del trabajo a pulmón, sin grandes financiamientos. Buscamos en vano sponsors, pero no queremos introducir publicidad, queremos que el cybernauta lea o descargue sin sobresaltos, sin pop-ups, sin adware…
El relanzamiento de AméricaLee
El Portal del CeDInCI, AméricaLee, surgió hace diez años, bajo mi dirección y la coordinación general de Karina Jannello, bibliotecaria y magister en sociología de la cultura. Tiene como colaboradores a otros investigadores, como Lucas Domínguez Rubio, Vera Carnovale y Laura Fernández Cordero, sin contar con los numerosos colegas que aportan sus colecciones y sus saberes para confeccionar estudios complementarios e índices. Pero para celebrar sus diez primeros años, AméricaLee acaba de relanzar su portal, ahora como “portal de portales”. Esto significa que además de ofrecer más de 260 colecciones de revistas digitalizadas hasta hoy por nuestro equipo, proporciona acceso directo a revistas digitalizadas en otros portales. Consideramos que no tiene sentido superponerse con otros proyectos, sino promover lógicas cooperativas y reenvíos mutuos.
Por ejemplo, la Biblioteca Nacional de España realizó un trabajo excelente de digitalización del clásico magazine ilustrado Caras y Caretas, de modo que si se busca esta revista en nuestro portal, remitirá al sitio web de la BN de España. El Instituto Iberoamericano de Berlín (IAI) digitalizó revistas argentinas como Nosotros o Fray Mocho, de modo que nuestro portal linkea directamente a su portal. También remitimos a las colecciones que ofrece el sitio Anáforas de Montevideo, al Archivo Mariátegui de Perú (donde se puede acceder, por ejemplo, a la mítica Amauta de Lima) o al sitio Rialta con sede en Querétaro (México), que ha digitalizado una importante cantidad de revistas cubanas.
El CeDInCI posee una de las colecciones de revistas más grandes de Latinoamérica. El sistema arroja hoy 13.824 títulos. El problema es que estas colecciones están gestionadas por apenas un puñado de personas. En estos tiempos de ajuste brutal, el equipo de AméricaLee quedó reducido a su mínima expresión. Por falta de recursos, todavía no hemos podido digitalizar siquiera el 1 % de nuestras colecciones. Aún así, gracias a un Proyecto Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, nuestro centro consiguió un apoyo de la Fundación Banco Itaú para llevar a cabo la migración del portal a un software nuevo, renovar el diseño y agregar nuevas funcionalidades como el mapa o la línea de tiempo.
En primer lugar, era necesario que los objetos digitales contaran con OCR (reconocimiento óptico de caracteres), de modo de facilitar la búsqueda del lector poniendo en el buscador, por ejemplo, una palabra, un nombre propio, un tema… Un servicio que no pudimos ofrecer en las primeras digitalizaciones. Además, las fichas que contenían la data sobre las revistas —director, subdirector, colaboradores, ciudades de edición y toda una serie de informaciones adicionales— debían responder a los estándares internacionales de estructuración de datos que facilitaran la recuperación de la información”. Ahora basta con poner en el buscar un nombre propio (digamos, Rodolfo Walsh) para que el sistema muestre todas las revistas o periódicos en que Walsh colaboró. Basta poner como tema “contracultura”, para que nos aparezcan con un solo click revistas como Eco contemporáneo o Arte y Rebelión.
En este relanzamiento, el sitio ofrece también un mapa de geolocalización, que permite visualizar las revistas en los países y las ciudades que las prohijaron. Quien está viendo el mapa y hace click, digamos, en Lima, se despliegan los íconos de acceso a las colecciones de revistas nacidas en la capital peruana como Amauta, Labor y El zorro de abajo”.
Además, el nuevo sitio ofrece una línea de tiempo, para ubicar las revistas diacrónicamente.
No están todavía todas y cada una de las revistas latinoamericanas. Diez años de trabajo no es nada si consideramos todo lo que tenemos por delante. Pero hemos comenzado. El objetivo es ofrecer acceso a una colección por semana. Esta semana, por ejemplo, terminamos de poner en línea una colección completa del semanario antifascista Argentina Libre, que se editó entre 1940 y 1948 bajo varios nombres y donde escribió casi todo el arco de la intelectualidad argentina, desde César Tiempo a Jorge Romero Brest, desde Borges hasta Roberto Arlt. La semana anterior cargamos, siempre con acceso libre y gratuito, Nuestra Causa (1919-1923), una revista de cultura feminista hasta hoy inhallable en cualquier biblioteca, en la que colaboraron figuras como Alicia Moreau, Elvira Rawson de Dellepiane, Cecilia Grierson y Alfonsina Storni.
Nuestro equipo es pequeño, pero viene demostrado que es capaz de avanzar incluso en tiempos de desprecio por la cultura, en parte por una enorme convicción en su misión y, si se quiere, también por prepotencia de trabajo. El CeDInCI y su portal de revistas AméricaLee son un testimonio vivo de la potencia de nuestra cultura. AméricaLee quiere decir América Latina leyendo, un continente en estado de lectura, en tiempo de ebullición, en situación de producción. Somos una pequeña parte de ese proceso.
Se puede acceder al portal en:
https://americalee.cedinci.org/s/americalee/page/bienvenides
Las colecciones de revistas que aún no están digitalizadas se pueden consultar en la sede central del CeDInCI, Rodríguez Peña 356, de lunes a viernes de 14 a 19 hs. También se reciben allí donaciones de revistas culturales y prensa política.
Sábado, 9 de agosto de 2025.
*Doctor en Historia, director del CeDInCI.
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