Marcelo Brignoni sostiene que con solo ver nuestra región sudamericana, e inclusive incorporando a México al análisis, podemos decir que esa supuesta ola gigantesca indetenible solo estaría afectando a la República Argentina.
Por Marcelo Brignoni*
(para La Tecl@ Eñe)
“La mayoría de los poderosos extraen su aura de la posición que ocupan. A partir del momento en que la pierden, es como si los hubieran desenchufado de la corriente. Se desinflan como esos muñecos que hay en la entrada de los parques de atracciones. Nos cruzamos con ellos por la calle y no logramos comprender cómo tipos así pudieron suscitar tantas pasiones que aun ellos creen seguir suscitando”
Giuliano da Empoli
Transcurrido ya un año del triunfo del exótico gobierno de Javier Milei, pareciera tiempo de un análisis acerca de la singularidad del proceso argentino y de la inverificable pretensión de ubicarlo en el marco de una supuesta y gigantesca ola global de ultraderecha.
Con solo ver nuestra región sudamericana e inclusive incorporando a México al análisis, podemos decir que esa supuesta ola gigantesca indetenible solo estaría afectando a la República Argentina.
Si hacía falta una nueva verificación de la falacia de esa “ola indetenible de ultraderecha”, las elecciones del último 24 de noviembre, tanto en la presidencial de la República Oriental del Uruguay como en las elecciones regionales de Chile, queda desestimada fácilmente aquella caracterización errónea.
De hecho, hoy vemos gobiernos populares en Brasil con Luis Ignacio Lula da Silva, en México con la elección de Claudia Sheinbaum y la altísima popularidad de Andrés Manuel López Obrador, en Colombia con Gustavo Petro, en Chile con Gabriel Boric, en Bolivia con Lucho Arce, en Venezuela con Nicolás Maduro y desde el próximo 1 de marzo de 2025, con Yamandú Orsi en Uruguay.
Los gobiernos de derecha de Perú y Ecuador están al borde del colapso político, y sin embargo Milei es Presidente en Argentina con altas dosis de popularidad y un fuerte y transversal apoyo de “la casta”.
Entonces cabría preguntarse:
¿Qué hace tan singular a la República Argentina?
¿Por qué la supuesta ola de ultraderecha solo afecta a nuestro país?
¿No será tal vez la insolvencia de 10 años de conducción errática del Movimiento Popular?
¿No habrá sido la política económica que destruyó la vida cotidiana de los más humildes?
¿No será la absoluta falta de ejemplaridad y austeridad personal del grueso de la dirigencia del Movimiento Popular Argentino?
¿No será la absoluta falta de democracia interna para la toma de decisiones?
¿No será la arrogancia de los perdedores seriales de elecciones?
Todas estas preguntas son bastante más incomodas que explicar el fracaso desde una supuesta y gigantesca conspiración, la que por lo visto solo estaría afectando a la República Argentina, queriendo evitar que su destacada dirigencia popular se eleve al nivel global que merece para influir en un nuevo mundo. Entonces para evitarlo se estarían sumando el imperio, el lawfare, Magneto, la derecha, Steve Bannon y los marcianos.
Bastante inverosímil como análisis, sobre todo en el marco del actual contexto regional, la elevada autoestima y la falta de autocrítica que nos distinguen, pretende tornar real lo inverosímil.
Viendo el tiempo transcurrido en este 2024 que se termina, podemos decir que de aquel balbuceo inicial de un hipotético Juicio Político pasamos a este peregrinar en busca de cargos y prebendas de parte de “opositores” de todo peso y talla, por lo que el triunfo político de Milei se vislumbra rotundo.
Incluso, ya ni siquiera le resulta necesario cumplir aquella bravuconada inicial de “Cerraremos el Congreso de la Casta” al estilo Fujimori, ya que mansamente la oposición ha ido votando todas y cada una de sus iniciativas, y hasta piensan votarle los jueces de la Corte Suprema que legalicen el ajuste salvaje por “responsabilidad republicana”.
Es decir que, hoy por hoy, y mirando toda la región, solo en Argentina hay un gobierno de ultraderecha con futuro político, en buena medida facilitado por la ayuda “opositora”.
Esa gigantesca “ola indetenible de ultraderecha” de la que nos hablan no se vislumbra en Brasil, ni en México, ni en Colombia, ni en Chile, ni en Bolivia, Venezuela o Uruguay, y ya resulta una excusa a la insolvencia, imposible de ocultar.
Como dijéramos hace un tiempo en los albores del insólito ataque a Axel Kicillof, que aún perdura, es bueno recordar que:
“Los errores políticos que enhebraron derrotas y más derrotas del peronismo desde 2013 a estos días, no han hecho mella en la autoestima de alguien que se sigue creyendo superior e imprescindible y que concibe la política como una empresa donde su liderazgo deviene de factores ajenos a la decisión popular, que justa o injustamente, ha dado ese viejo liderazgo por asunto juzgado”.
Ya no resulta ni siquiera necesaria la comparación con las estrategias de renovación planificada de Andrés Manuel López Obrador en México, Gerry Adams en Irlanda o Pepe Mujica en Uruguay, mucho más preocupados por el colectivo que por ellos mismos.
La idea de “imprescindibilidad hereditaria” del actual modelo de conducción del peronismo, insólitamente ratificado por buena parte de su dirigencia, es música a los oídos de Javier Milei.
Lo primero que debiéramos hacer si queremos volver a tener un gobierno popular, es entender que lo que la sociedad piensa de nosotros es lo más importante, porque la eternidad solo es una pretensión de los idiotas. Con esta lógica y estos dirigentes, habrá Milei para rato y no será por ninguna ola de ultraderecha.
Solo la renovación de los liderazgos populares nos dará una oportunidad en Argentina, porque no se pueden pretender resultados diferentes haciendo lo mismo con los mismos.
Buenos Aires, 27 de noviembre de 2024.
*Analista político.