El régimen macrista da pasos desesperados. No mostró sus últimas cartas, que jugará día a día, antes y después de las elecciones. ¿Cómo se sale de las situaciones de acoso, estafa y manipulación? Fernando Fabris, autor de este artículo, sostiene que es a través de la paciente deconstrucción del sistema de engaños y el desarmado de cada una de las manipulaciones. Para que este proceso de esclarecimiento ocurra es necesario aumentar la organización popular, la reflexión compartida y los proyectos colectivos. El ofrecimiento de estos puntos de apoyo es lo que se observa por parte de un amplio frente opositor, animado por Cristina Fernández de Kirchner, quien convoca también a una parte del movimiento obrero, los movimientos sociales y a millones de ciudadanos de a pie.
Por Fernando A. Fabris*
(para La Tecl@ Eñe)
Entre diciembre de 2015 y 2017 se vivió bajo los efectos de la ambigüedad manipulada, forma de la subjetividad colectiva instalada por el macrismo triunfante.[1] A través de la guerra judicial contra exfuncionarios, la represión al boleo en las manifestaciones populares y una enorme actividad ficcional –con eje en la demonización del kirchnerismo-, se generó una ambigüedad por la cual no era posible saber, a ciencia cierta, si estábamos viviendo bajo la honorable acción de personas encantadoras, o bajo la manipulación siniestra de sujetos perversos.
La duda existencial comenzó a resolverse los días 14 y 17 de diciembre de 2017. Dos grandes manifestaciones contra las reformas laboral y jubilatoria, piedrazos mediante, abrieron paso a una nueva conciencia política y un nuevo tipo de subjetividad.
Signo de este cambio fue que a partir de allí se produjeron varias marchas, no menos de diez, con no menos de 300.000 personas, cada una de ellas. No dejó de caer la imagen de Macri y las fotocopias de los cuadernos de Centeno, que amedrentaron gravemente a un grupo de grandes empresarios argentinos, comenzaron a no surtir el efecto buscado, en la población en general. A pesar de que gran parte de la gente pensaba aún que “se robaron dos PBI”, como lo afirmaron durante una década periodistas de Grupo Clarín y La Nación, la manipulación mediática y gubernamental ya no era lo eficaz que había sido. Bajaba la imagen de Mauricio Macri y subía la imagen de Cristina Kirchner. La caída del macrismo, en la consideración popular, se aceleró rápidamente con los acuerdos con el FMI y luego con la denuncia del empresario Etchebest y la investigación del juez Ramos Padilla, que dejó a la vista la corrupción moral, económica y política de personajes como D’Alessio, Stornelli y Bonadío, cuyo jefe local es el propio presidente.
El dolor acumulado como efecto de las grandes operaciones políticas y económicas es enorme y se debe a distintas razones: la constatación del daño del que estamos siendo víctimas, ya esclarecido lo que aparecía ambiguo; la percepción de las poderosas fuerzas fácticas que actúan detrás de los dirigentes, nacionales e internacionales. Pero además, como fue dicho, no es sencillo reconocerse víctima de una estafa ni registrar la vulnerabilidad que teníamos como pueblo, junto a las fortalezas inocultables que se habían logrado en los tiempos del kirchnerismo. Hoy predomina la angustia y la depresión, aunque también una indignación acallada, en un pueblo que comienza a tener esperanzas de alivio, en un futuro cercano.
La salida de la ambigüedad manipulada, instalada por el macrismo en 2015, es distinta de la conciencia que emergió, en ocasión del estallido del 2001. Se trata ahora, de un proceso gradual, paso a paso, propio de sujetos que si bien ya no viven la ambigüedad de no saber si lo bueno es bueno y lo malo es malo, todavía no pueden terminar de saber, con plena conciencia, que están siendo objeto de un ataque destructivo de gran magnitud.
Hace un año ya, no hay dirigente opositor –aún los moderados-, que no se refiera a las políticas y los políticos de este gobierno como figuras definidamente perversas. En el tiempo anterior a diciembre de 2017 no existía diferenciación de los términos y cualquier inocente podría ser declarado gravemente culpable y cualquier personaje diabólico, transmutarse en la figura del santo (los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, de agosto y noviembre de 2017, son ilustrativos al respecto). Situación de cambalache en el cual las fuerzas dominantes no se privaban de demonizar a un Papa que no les es afecto. El escenario de purgatorios, infiernos, semiparaísos, criptas, desentierros de containers llenos de dinero, bóvedas y paredes destruidas, mostrado obscenamente por periodistas de Clarín y La Nación, es una de las formas con las que se había instalado la persecutoria ambigüedad.
La nueva conciencia, que supimos construir, puede ser calificada de onírica o fantasmagórica. Y constituye un paso adelante. Ya no estamos bajo los efectos de una ambigüedad manipulada, como la que se había instalado en 2015. No es lo mismo estar a oscuras en un ascensor y dudar acerca de si nos golpean o acarician (si Macri nos protege o nos asfixia, cuando saca los remedios), que estar en un sótano –como estamos ahora-, y constatar que somos perseguidos por un muerto-vivo que intenta destrozarnos, del modo que ello sea posible. Esta última imagen, comenzó a sospecharse, desde hace más de un año, desde diciembre de 2017.
Aunque sea difícil entenderlo, se trata de un avance. En la ambigüedad no es posible reconocer quién ataca y quién protege. En la conciencia fantasmagórica, que podríamos definir como surrealista si no fuera que es producto de una situación macabra, se logra identificar los papeles de unos y otros. Lo fantasmagórico supone un avance, porque hay reconocimiento de la realidad hostil, una diferenciación de irrealidad y realidad, el registro de la contradicción (por eso nos asusta el tiempo actual, en el cual todo puede ocurrir, -¡y no es juego!-).
Los modos ambiguos y fantasmagóricos de conciencia, que aún predominan en gran parte de la población, no son casuales. Son productos de las fake news y el lowfare (guerra judicial) que buscan producir esa situación oniroide, básicamente paralizante. Pero también son producto de cierto contagio de una cultura bizarra, neoliberal y posmoderna, en la que militan los macristas. Y pareciera que hay que contagiarse, en parte, lo mismo que se combate. Las extrañas palabras de un presidente sincerando la corrupción de su padre, a pocos días de su muerte; los modos caricaturescos y ridículos – calculados por Durán Barba-, como el baile esperpéntico en el balcón de la casa de gobierno, el perro sentado en el sillón presidencial y otros simbolismos similares, son estrategias que tienen efectos en una subjetividad orientada más por el impacto emocional, que por la reflexión compartida; más por un espíritu cargado de frustraciones y odios –reales y manipulados-, que por un elemental sentimiento de solidaridad. Figuras públicas que carecen de virtudes comprobables, como una vicepresidenta con dificultades para explicar hasta lo más sencillo, una ministra de seguridad marcadamente violenta, una teatral denunciadora serial, y un Jefe de gobierno que se hace el tonto, mientras hace negocios, tanto como Heidi, que con ternura, endeuda. Y otros grandes embaucadores, como Peña Brown, promesa de la nueva derecha neoliberal. Participantes, todos ellos, del sainete oligárquico, decodificado, ya casi totalmente, por la mayoría del pueblo.
El régimen macrista, a punto de caerse, da pasos desesperados. No mostró sus últimas cartas, que jugará día a día, antes y después de las elecciones. Pero el pueblo, que se da cuenta cada vez más de haber sido objeto de una gran manipulación, puede llegar a levantarse en furia. Aparentemente no pasará eso y será una transición racional y calculada. Pero las pasiones son las pasiones, y la subjetividad colectiva es una de esas dimensiones difíciles de medir con exactitud. ¿Cómo se sale de las situaciones de acoso, estafa y manipulación? En los barrios ello no ocurre de modo pacífico. ¿Hay otro camino? Sí, la paciente deconstrucción del sistema de engaños, el desarmado de cada una de las manipulaciones, hasta que el encantamiento perverso pierde eficacia y el agresor se derrumbe. Para que este proceso de esclarecimiento ocurra es necesario aumentar los puntos de apoyo, las situaciones de encuentro, la organización popular, la reflexión compartida, los proyectos colectivos. El ofrecimiento de estos puntos de apoyo es lo que se observa por parte de un amplio frente opositor, animado por Cristina Fernández de Kirchner, quien convoca también a una parte del movimiento obrero, los movimientos sociales y a millones de ciudadanos de a pie.
Disuelta la escena medieval, que apuntó a que lo que parecía virtuoso sea visto como corrupto, habiendo salido de la ambigüedad manipulada, que tanta parálisis y angustia trajo a gran parte del pueblo, se transita por una conciencia fantasmagórica, aún no del todo crítica y transformadora. Desde diciembre de 2017, la mayoría de la población no duda acerca de si este gobierno asfixia o protege. Si bien no se trata de una conciencia clara, queda atrás la eficacia plena de la manipulación perversa, instalada por Cambiemos. Hoy ya sabemos, casi plenamente, que somos víctimas de un ataque neoliberal, ampliamente concertado por fuerzas nacionales y extranjeras. ¿Cuál será el modo de despertar de la conciencia? ¿Qué forma tomará la subjetividad colectiva emergente? ¿Cómo será el nuevo tipo de conciencia? ¿Entre perpleja y crítica, como la de 2001? ¿Será un tipo de conciencia nueva, no experimentada previamente?
Referencias:
[1] En dos artículos previos, publicados por Tecla Eñe, describimos de qué se trataba esta subjetividad. Uno de ellos fue “Neoliberalismo: Lo imperceptible en la subjetividad de hoy” (9-8-2017), se decía “El neoliberalismo necesita de la fragmentación subjetiva en las víctimas a la vez que del carácter perverso que apunta a la vulneración de la subjetividad individual y colectiva. El macrismo encarna la figura del cinismo perverso dotado de una enorme capacidad de poder para realizar ese destructivo ataque sobre la subjetividad”. El 27 de septiembre de 2018, en el artículo “Puedo hacerles mucho daño -Neoliberalismo y subjetividad” se continuó desarrollando la idea antes expuesta.
Buenos Aires, 14 de junio de 2019
*Licenciado y doctor en Psicología. Psicólogo social. Coautor de Subjetividad colectiva y realidad social. Una metodología de análisis.