El filósofo Roque Farrán sostiene que la declaración de Cristina Fernández realizada el día de ayer, exponiendo los chats del poder real, constituye un hecho histórico y exige de parte de la ciudadanía en general y los militantes en particular, tomar decisiones concretas para responder a ese esquema de poder: está en juego la democracia y sus instituciones.
Por Roque Farrán*
(para La Tecl@ Eñe)
La vicepresidenta explica por redes sociales cómo funciona la mafia del poder, en vivo y en directo, mostrando cada chat. Es un hecho histórico. Pero a la vez resulta obsceno porque tocamos un límite. El rol de cada actor detallado por ellos mismos con un nivel de estupidez y banalidad que espanta. En un lenguaje que entendemos todos porque lo padecemos a diario, el de los grupos de chat, con el mismo tono vulgar, las canchereadas y risitas impostadas ante la ocurrencia mediocre. Un par de jueces, un funcionario de seguridad y directivos de un medio, explicitan cómo operan sobre otros jueces, periodistas y fuerzas de seguridad. Como si estuviesen organizando un asado o un partido de fútbol, pero esta vez se trata del destino del país y sus instituciones democráticas. Más ostentación del poder y la impunidad es imposible. ¿Cómo llegamos a caer tan bajo? Tenemos que inventar nuevos conceptos para dar cuenta del chiquero en que nos han metido, la banalidad del mal queda chiquita. Lo que más me sorprende es que entre los medios y sus personajes haya diferencias, parece que no pueden contar con todos incondicionalmente. Hay que hablar y mostrar esas diferencias. Hay que pensar. Hay que movilizar.
Ante todo, hay que tomar decisiones urgentes. El poder real ha develado sus mecanismos más íntimos, ha mostrado por dónde pasa la ruta del dinero que le tributamos, cómo lubrica sus goces, cómo lo sostenemos cotidianamente. Ya no es una cuestión ideológica: la pluralidad de voces, saber que piensa el adversario para discutir, etc. El problema es la base material y se ve claramente expuesto en la superficie. La decisión ético-política, en defensa propia, es muy simple: cortar cualquier vínculo con el Grupo Clarín. Ese poder omnímodo que compra voluntades a diestra y siniestra se mantiene principalmente con nuestro abono mensual (más la pauta publicitaria, más todos los negociados derivados). Les pagamos los viajecitos a los jueces, entre otras prerrogativas a los poderosos, como tener un lago Escondido. Cristina se corrió de cualquier candidatura para que no la usen como excusa. Solo depende de nosotros. De todos y todas, incluso de los y las periodistas “razonables” y de quienes “mean agua bendita”. Porque no hay seguridad jurídica para nadie, incluidos empresarios y opositores, si la Argentina se transforma en el Principado de Clarín.
Córdoba, 7 de diciembre de 2022.
*Filósofo.
2 Comments
Cortita y al pié. A sacar el bastón de mariscal porque sinó el clarín del enemigo seguirá tocando nuestro réquiem social hasta enterrarnos.
Perfecto panfleto para despertar. Gracias.