La “militancia de redes” es como jugar ajedrez y creer que se está haciendo la guerra.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“El verdadero héroe es siempre
un héroe por error,
su sueño era ser un cobarde honesto
como todos los demás.”
Umberto Eco
Ni los brasileros salieron de la selva ni los dirigentes políticos argentinos bajaron de un OVNI una noche transparente y templada, en la pared oeste del Uritorco. Aunque usted no lo crea, esa dirigencia política (y la empresaria, y la deportiva y hasta la eclesiástica si me apuran) surge de las mismas costumbres, vicios, virtudes, conflictos, inseguridades, certezas, obscenidades y agachadas sociales que você… y que eu.
Sí. Sí… no se haga el distraído. Se le nota el barrio. ¿Y sabe dónde se le nota más?: en las redes. Cada uno de sus posteos es como una delación. Y eso que nadie está obligado a declarar en contra de sí mismo pero, usted insiste. Por ejemplo; se ha pasado el año diciendo “El Gobierno Comunica Mal”. Ok. “¿Y Boston?”, hubiese preguntado Aníbal Fernández en otros tiempos. ¿Es consciente de la cantidad de curvas que se ha comido? ¿Del número de operaciones de las que ha participado en “idiota útil mode on”? ¿Y de haber servido alegremente a los intereses que cree combatir?
No me venga con que lo hace de buena fe. Entre caníbales no nos vamos a calotear el fiambre. Y no se defienda diciendo que no cobra por emitir sus opiniones. Porque le aviso que si bien puede que usted no cobre, algunos de los que acompaña con sus like, sus corazoncitos o sus emojis, facturan por respuesta. Como taxis cuando cae la ficha… Y se les nota mucho. ¿Nunca le cayó la ficha? Mire usted… qué barbaridú!
Ni que hablar de esa obsesión por debatir con los propios (en general no se trata de debate sino de discusión inconducente) y hacer el pichicho desentendido con los ajenos. Como si le tuviese cierto “miedito” a la oposición. O será que la única vez que se animó, lo abarajó una granja de trolls y lo dejó de cama.
Mírese bien. Ahí. En ese espejo: el cincelado de twitter, el Veneciano de Instagram o el cóncavo-convexo de Facebook. Puede que crea que ese que ve, es usted. Pero puedo ser yo. Cualquiera de otros/otras miles. Lo que seguro no es, es uno/una que trabaja en resolver los problemas del “otro”: o sea, hace política.
Ya se, ya se. Las redes son “solidarias”… masomeno. Hay alguna gente haciendo “caridad” (como aquellas viejas damas de la beneficencia que Evita sacó a los piques); alguna gente reclamando conmiseración. Soledades y soledosos de todos los calibres. Hombres y mujeres con problemas reales que piensan (desean) poder encontrar en ese mundo con más ego que inteligencia, con menos corazón que en una parrillada, una salida. Y a veces hasta pasa.
Pero no es la Política. No hay salida general… ni siquiera la grupal. Con suerte, algunos -que NO son los que usufructúan del resto y hacen su enero individual-, reciben respuesta positiva. Pero siempre de a uno. Siempre particular. Nunca colectivo.
No estoy para decir si eso sirve o no. Sólo aviso que no es la Política. Y que la “militancia de redes” es como jugar ajedrez y creer que se está haciendo la guerra. Además de la agresividad a flor de piel, claro; el exhibicionismo cuasi violento y… los lances.
¿Está mal? Para nada. Si se sabe dónde se está. Si se conocen las reglas de eso que no pasa de ser un juego, no está mal. Pero no se sienta un patriota. Apenas un tuitero, o un facebokero o un instagramer… nunca patriota, que twitter no es la Cordillera de los Andes y las batallas de Tik-Tok se ganan bailando.
Así que, amiga, amigo, amiguE: largue. La única revolución on line es la guita que han ganado los dueños de la tecnología. Y la certeza que en pocos años más todos estaremos “vigilados”. Y eso no nos hace mejores. No somos superiores. Al contrario. Ni inteligentes… (al contrario).
Christophe Clavé, profesor de estrategia de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París (y según muchos, el mayor especialista en estrategia del mundo) sostuvo hace poco que “En los últimos veinte años ha disminuido el nivel de inteligencia, medido por pruebas, en los países más desarrollados”. Clavé explica que “las consecuencias no deseadas de la revolución mediática de las últimas décadas es la incapacidad generalizada de describir emociones a través de palabras”.
Al parecer, entonces, esas redes que muchos circulamos como si fuese un territorio mágico que nos constituye superhéroes, son bastante responsables de la evidente falta de inteligencia. “Conozco influencers con varios millones de seguidores que se enorgullecen de no haber leído un solo libro (…) que se sienten completos, bien informados y bien sabido con la televisión, los diarios y Wikipedia, no sienten curiosidad por leer a Octavio Paz ni su Mono gramático (…) «Yo soy visual, aprendo con imágenes», repiten con su más natural inteligencia”, se indigna Ramón Hernández, director de Cambio 16.
¿Le suena a algo, che? ¿Le trae alguna memoria reciente? Es para un práctico de la facu, que pregunto…
Ni las granjas de trolls se trasladan numéricamente a las marchas ni las movilizaciones “autoconvocadas” se tornan efectivas si no está la política detrás… ¿O usted se creyó eso de que la Primavera Árabe se organizó por twitter? Política, embajadas, medios… eso: los grandes medios, como aquellos días en que el diario La Nación publicaba en tapa el sitio de encuentro donde se iban a reunir los “autoconvocados”. Y ni así.
Por eso, casi con obsesión borgiana, vuelvo a la idea del juego de espejos. “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” dicen que ventiló José Martí. Más político, André Malraux lo reinterpretó en sus “Antimemorias”: “…no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”, dijo. O sea… Uy! Perdón. Se me hizo tarde. Tengo que irme. Cierro la máquina. Tengo una reunión con personas reales… allá afuera.
Buenos Aires, 31 de diciembre de 2021.
*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”. Su último libro editado es “Zonceras del Cambio, o delicias del medio pelo argentino”.
6 Comments
Genial, me alegró máz aun la tarde. Abrazo militante.😉✌ como siempre Carlos nos sorprende. Gracias!!!!
Es antolólgica la interpretación social que nos regala el maestro invitándonos a la vida real. A una militancia real que pueda empezar a cambiar la realidad, empezando por nosotros mismos. Nos dice en forma bien clara que dejemos de usar las armas del enemigo y usemos nuestras herramientas. Menos culito en la silla y más calle, porque el enemigo, así sin eufemismos, no nos quiere en la calle: nos quiere revolucionarios de escritorio. Y ese es el punto, volver a la resistencia, apoyarnos espalda con espalda con los que sufren y darnos la oportunidad de cambiar la historia. Porque todos los que cambiaron la historia, no lo hicieron ni desde un sillón, ni desde un teclado. Lo hicieron con las patas en el barro o en la fuente…
Magistral Caramello. Considero que la deriva hacia las redes responde en partea una crisis de liderazgos, a una falta de conducción clara que nos proponga «es (quizá) por acá, de este modo»
Muy interesante
Creo que el artícula es injusto y carga las tintas sobre los que opinan desde la construcción de sentido. Fuego amigo?
Mi mamá siempre me lo decía, sobre la falta de moderación!