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La Democracia Fría – Por Osvaldo Fernández Santos

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Ante la posibilidad concreta de perder las elecciones la pregunta acerca de cuál es límite del oficialismo para aceptar una derrota cobra relevancia, pregunta que puesta en el contexto latinoamericano, donde las derechas recurren a diversos engendros pseudo-institucionales para asirse del poder o desestabilizar gobiernos populares, amerita ser sostenida.

Por Osvaldo Fernández Santos*

(para La Tecl@ Eñe)

 

“Los monstruos existen, pero son muy pocos como para preocuparse por ellos. De los que hemos de preocuparnos es de los hombres comunes”

Primo Levi.

 

En los últimos días han muerto seis personas de frío en el país. Uno de dichos decesos, el de Sergio Zacarías, aconteció en CABA. A pesar de la cercanía de dios, la proximidad con la Plaza de Mayo donde fue hallado el cuerpo congelado de Sergio Zacarías, impidió que el gobierno de Rodríguez Larreta tapase la información.

La premisa “han muerto de frío” es estremecedora de por sí, pero en realidad porta un sesgo tranquilizador y otro encubridor, el primero vinculado con la mediación inevitable del lenguaje respecto al acontecimiento concreto, y el segundo, porque en realidad, estas personas no perecieron por el frío, sino por el abandono, la desidia gubernamental, la indiferencia, el estado de desamparo total al que fueron sometidas en nombre del ajuste.

Ante el anuncio de la llegada de la noche más fría del año, el emblema de las campañas solidarias en la Argentina, Juan Carr, se propuso la digna meta de evitar otra muerte por frío. Recibió el apoyo del Club River Plate y de otros clubes de fútbol y entidades sociales para que dicha noche abriesen sus puertas y albergaran a las personas en situación de calle.

Aplicando la metodología perversa inherente al terrorismo de Estado, la respuesta oficial fue culpabilizar a la víctima y atacar a quién se conmovió por ella. Funcionarios y un ejército de trolls salieron a demonizar a Carr y señalar a Sergio Zacarías -quien con su muerte logró la ciudadanía- como responsable de la pérdida de su vida. El cinismo del gobierno ante la dramática catástrofe social y los intentos por paliarla, ha sido previamente apuntalado en la instauración de un imaginario colectivo por medio de la dominante parafernalia comunicacional público-privada oficialista, con la construcción de un entramado simbólico según el cual, las personas en situación de calle eligen serlo y/o –  ofensa a la inteligencia mediante – son pagados por los K para pernoctar a la intemperie.

Un dirigente del PRO, degradando el enunciado de Anatole France: “La ley prohíbe de igual manera a ricos y pobres pernoctar bajo los puentes”, llegó a plantear que Sergio Zacarías eligió morir en la calle.  Lejos de ser un exabrupto, la sentencia es emblemática de la ideología meritocrática del macrismo & asociados y del desprecio hacia el diferente del ideario oficial de ciudadanía.

Los seres humanos en situación de calle, los marginados del sistema, suelen compartir el siguiente derrotero: primero pierden el trabajo, al tiempo son despojados del hogar. Una vez en la intemperie, son desplazados a los límites de la supervivencia, tornándose  invisibles para el resto. En el padecimiento del desauxilio sostenido y prolongado, son arrastrados al máximo nivel de deshumanización posible, determinado por la pérdida de toda esperanza del sujeto vulnerado de ser ayudado por quien sabe que puede hacerlo y la toma de conciencia que ese otro es impasible ante su sufrimiento.

Unos días después de la dilapidación pública a Juan Carr, falleció otra persona que fue a refugiarse del frío al Hospital Pirovano.

Las políticas de ajuste se rigen bajo una legalidad perversa porque excluyen a miles de personas de todo derecho social y humano. Siendo en general presentadas con buenos modales disociados del brutal desconocimiento por el otro que conllevan.

Los discursos significantes emitidos por el gobierno para justificar la catástrofe social consecuencia de sus actos, se sostienen en la desmentida y la negación de la realidad. Propician inquietantes ideales identificatorios deshumanizantes: la ruptura de los lazos sociales y la restricción del universo de la categoría de semejante.

Los sujetos permeables a tales propuestas identificatorias van perdiendo la posibilidad de todo enlace con el otro que no responda a su pensamiento identitario,  transformándose gradualmente en sujetos gélidos, que mientras deshumanizan el vínculo con el semejante y contribuyen a la reducción a supervivencia del desamparado, se van deshumanizando ontológicamente.

La producción de la subjetividad gélida ante la vulnerabilidad extrema del otro, se apuntala en el sujeto odiador ya instituido por los poderes fácticos y el gobierno, odiador de todo aquello que representa a lo otro de la clase dominante.

Las personas odiadoras y las gélidas, portan la inquietante potencialidad de poder constituirse en el necesario sustento subjetivo para experiencias de mayor grado de autoritarismo aún que el actual, que prescindan por completo de las formalidades democráticas o las reduzcan a pura apariencia.

Hasta el presente, el macrismo, cada vez que le fue menester imponer sus intereses, avasalló sin contemplaciones la institucionalidad democrática (creación de un estado paralelo de derecho, operaciones combinadas de servicios de inteligencia-prensa- poder judicial, intromisiones sistemáticas en el poder judicial con desplazamientos de jueces probos, persecución a los medios de prensa no oficialistas, la mentira como método central, …) Así cómo fomentó la institucionalización de un estado represivo (doctrina chocobar, incremento de la represión, búsqueda incesante de un enemigo interno,..) Ante la posibilidad concreta de perder las elecciones, ciertos indicios como las maniobras para vulnerar la solidez del sistema electoral, los diversos gestos hacia los militares y fuerzas de seguridad, y  el incremento de la violencia discursiva, ameritan la pregunta acerca de cuál es límite del oficialismo para aceptar una derrota. Pregunta que puesta en el contexto latinoamericano, donde las derechas recurren a diversos engendros pseudo-institucionales para asirse del poder o desestabilizar gobiernos populares, amerita ser sostenida. En principio, “los hombres comunes”, están.

 

Buenos Aires, 24 de julio de 2019

*Psicólogo-Psicoanalista.

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