La Argentina arrasada que dejará Milei reclamará la recomposición de la calidad de vida de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Será la deuda prioritaria. Pero para avanzar en ese sentido, al mismo tiempo habrá que generar reformas en el plano político con la finalidad de profundizar el sistema democrático mediante formas de participación y control popular.
Por Luis Bruschtein*
(para La Tecl@ Eñe)
Cuando pienso que San Martín no pudo vivir en ninguno de los paises por los cuales luchó y liberó y que cuando lo rescataron muchos años después, ya muerto, tuvieron que hacerlo sin sus ideas, pienso cuántos de los intereses y valores que formaron parte del sistema que derrotó lo sobrevivieron y lograron mutarlo. El Libertador era subversivo incluso para el sistema al que le había abierto la puerta.
El sistema mundo está a punto de mutar y es muy difícil discriminar cuáles, de todo el arsenal de metas, ideas y principios, habrá que descartar y cuáles podrán constituirnos y mejorarnos como seres humanos en ese nuevo mundo.
En etapa de demolición casi terminal, en Argentina tratamos de sobrevivir a duras penas a las monstruosidades que surgen del terremoto que provoca la desaparición del viejo mundo y el surgimiento del nuevo. Todas las excrecencias que fueron desechadas a lo largo de los años, acumuladas en el fondo de un tacho de basura, y que hasta ayer conformaban la negación de lo que somos, pasaron a convertirse en lo que ahora nos gobierna y nos define. Resulta desconcertante y angustioso.
En vez de moderarse, la derecha se fortaleció retrocediendo a ideas que ya había superado. Ese fortalecimiento no fue la reacción ante un avance de lo popular, que no se produjo cuando debía, sino que funcionó como un rebote del derrumbe del neoliberalismo de su lugar dominante en Occidente y el mundo. Aquí, venimos de un retroceso de lo popular cuando se podría haber avanzado. O sea: se cayó el gobierno de Juntos por el Cambio primero y después el de Unión por la Patria.
Y como el último en salir mal parado fue el gobierno que tendría que haber representado lo popular, la primera en recomponerse fue la derecha, llevada a su extremo como representación ideológica de la renta financiera y del modelo de control social y control de mercado que constituyen la economía de plataformas.
Cuando el gobierno libertario se agote, el mundo habrá entrado en un nuevo ciclo definido por la primacía de China en la economía y, en segundo lugar, por la suerte que tenga el intento de reindustralización de Donald Trump en Estados Unidos. Aunque le vaya bien, lo que no parece fácil, no le servirá para alcanzar a los chinos. Pero, al debilitarse, Estados Unidos será más agresivo en su zona de influencia, sobre todo en América Latina. Ya lo estamos viviendo, tenemos una base militar norteamericana en Tierra del Fuego y una flota de guerra desplegada frente a Venezuela, con el petróleo de ese país en la mira. Y el Once y la calle Florida invadidos con mercadería de China.
Hay cosas que han cambiado. Hasta los años ́´70 del siglo pasado, más del 90 por ciento de los trabajadores estaban afiliados a la CGT. Hoy, apenas llegan a la mitad. La otra mitad está en la informalidad. La aplicación de nuevas tecnologías introdujeron modalidades de trabajo aislado que obstaculizan la organización gremial y confunden a los trabajadores.
La informática y la robotización en la producción exigen mercados a una escala que sobrepasan las fronteras de los Estados. Hablar de Nación o de soberanía e independencia económica es imposible sin sumarle la idea de Patria Grande o integración regional. Es casi imposible defender la producción nacional o negociar con el mundo en forma aislada.
Esas transformaciones sobrepasaron, también, los límites de la estructura institucional de las democracias republicanas. Hay más poderes de hecho, que poderes institucionales.
La comunicación dio un salto tan grande que rebasó a la familia, la religión y la educación en los llamados procesos de construcción simbólica, en la formación de agendas políticas, de principios morales y valores en general.
La propiedad de ese tejido comunicacional está muy concentrada y en la práctica no tiene ninguna regulación, por lo cual, lo que en apariencia sería libertad, en realidad deviene en pasto de una enorme manipulación realizada a través de programaciones algorítmicas, granjas de trolls, falsas cuentas y una lógica de la fragmentación que tiende a los discursos de odio y hasta la delincuencia digital.
El neoliberalismo formó sociedades fragmentadas en el campo popular y muy concentradas en los sectores del poder económico. Son sociedades donde el poder de lobby de las élites supera muchas veces los poderes institucionales y llega a controlar el poder comunicacional concentrado y sectores del Poder Judicial.
Es cierto que la prioridad es frenar la destrucción del país democrático. Este es el país que terminó de formarse cuando el peronismo llevó ese valor de la política también a lo social y a lo económico. Pero si el movimiento popular se conforma con esa posición de defender y no avanzar, lo más probable es que repita la experiencia del gobierno de Alberto Fernández.
Resulta claro que los problemas principales para resolver apuntan a la enorme deuda social que dejará este gobierno. Son temas de economía, de la educación, la salud, del medio ambiente, de ciencia y tecnología. Pero las herramientas de esas transformaciones serán político-institucionales, y quedó demostrado que las actuales no dan cuenta de estas nuevas realidades.
Primer punto a resolver, sin duda, será la deuda externa, tan absurda y desproporcionada que huele a producto de la decadencia y el anacronismo de un sistema. El mundo con el que se deberá negociar será diferente al que gestó esa deformidad. No hay solución posible para la Argentina en el marco de la política histórica del FMI. Habrá que diseñar políticas de Estado en el campo internacional, con la integración a organismos que respondan al multilateralismo y explorar mecanismos de negociación que los tengan en cuenta. La enormidad de la deuda excede a una negociación bilateral con el Fondo.
Las consecuencias de cualquier salida se extenderán durante mucho tiempo, por eso será necesario crear herramientas institucionales y reaseguros legales enfocados en esa problemática. Hace falta un rediseño institucional de las relaciones exteriores, profundizando y formalizando el camino que habían emprendido los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández con el Mercosur, la Unasur y la Celac, más los BRICS y la ruta de la seda.
En la mejor tradición histórica del peronismo está la idea de la Patria Grande, de Unidos o Dominados. Es un camino obligado. Ya ni siquiera es una opción. Si hay afinidades políticas, mejor. Pero aunque no las haya, es un camino necesario.
Se dice que la política y las instituciones están lejos del pueblo. La política y las instituciones se renuevan y fortalecen abriendo las puertas a la participación popular. Una tradición de los movimientos populares ha sido profundizar la democracia. El peronismo surgió de esa forma, como la irrupción popular en el sistema de decisiones políticas.
Hay que abrir la política y las instituciones para generar nuevas formas de control y participación popular, algunas no estatales, que intervengan en las comunicaciones, en la elección de los funcionarios judiciales, y promover los referendos populares para la remoción de gobiernos o la aprobación de políticas.
Un sistema de comunicaciones que se presta a la manipulación y un Poder Judicial con una estructura feudal, han sido en las últimas décadas las mayores interferencias con las democracias.
En todo el mundo se han planteado conflictos con la problemática de la comunicación. En Estados Unidos hay juicios por los discursos de odio y los juegos sangrientos a los que acceden los niños y adolescentes, y que han sido uno de los factores de la epidemia de masacres en las escuelas. En Europa hay juicios por prácticas monopólicas y manipulación de elecciones. En Brasil mismo se planteó un conflicto fuerte entre Google y el gobierno de Lula por la difusión de información engañosa. El presidente de Brasil impulsó una iniciativa para regular las plataformas dueñas de las redes sociales.
Si la educación o la justicia tienen un encuadramiento institucional, habrá que incorporar la comunicación también y buscar formas de regulación y control que garanticen el pluralismo de voces sin que se conviertan en una limitación a la libertad de expresión. Concebir esa función como un poder independiente, como es el Poder Judicial, por ejemplo a través de un Consejo elegido por el voto popular entre representantes académicos, de los gremios, de las empresas y del Estado, que asuma la función de regulación y control en las actividades de comunicación.
La participación y el voto popular tienen que servir, como lo han hecho en Bolivia y en México, para democratizar un Poder Judicial anacrónico que se ha mostrado permeable a la persecución política y a la influencia de las grandes empresas. Los medios y la justicia son las áreas más desprestigiadas en la sociedad. Si hay un problema, la solución pasará inevitablemente por descartar mecanismos que no le sirven a la gente.
Sólo una gran convocatoria popular podrá lidiar con la resistencia de los intereses corporativos, como lo demostró la Ley de Medios, que no consiguió ser aplicada en su totalidad por interferencias desde el Poder Judicial. Implicará una confrontación con las corporaciones que manejan la comunicación y otras que también designan jueces a su servicio en todos los niveles del sistema.
Seguramente habrá más ideas y propuestas de participación popular en los partidos, en los gremios y los movimientos sociales. Si se trata de introducir cambios institucionales profundos habrá que convocar una constituyente que no se limite a reformas coyunturales, sino que dé cuenta del cambio de ciclo histórico.
Las propuestas deben incluir las vías para llevarlas a la realidad. Quizás suene un poco ingenuo barajar estas reflexiones. Pero hay una enorme transformación que introdujo nuevos obstáculos.
Salir de este clima cloacal promovido por el gobierno de Javier Milei exige no naturalizar el bombardeo cruel que nos lleva a discutir si como sociedad tenemos que ayudar a los discapacitados, a los enfermos de cáncer, si les sacamos la comida a los comedores populares o los hospitales y remedios a los enfermos, si los jubilados se merecen una vida mínimamente digna, si arruinamos la educación pública y borramos la investigación científica.
Si se trata de encontrar otro camino, hay que empezar a discutir el país que queremos y los obstáculos que habrá que superar.
Domingo 24 de agosto de 2025.
*Periodista.