Este viernes 9 de mayo de 2025 se celebró una de las hazañas más grandes de la historia: el triunfo del Ejército Rojo contra la Alemania nazi.
Por Oliverio Jitrik*
(para La Tecl@ Eñe)
El viernes 9 de mayo del 2025 se celebraron los 80 años del triunfo del Ejército Rojo contra la Alemania nazi, el que permitió conjurar en el mundo pesadillas harto peores que las actuales. Y el que motivó los estados de bienestar y socialdemocracias europeos para que los EE.UU. tuvieran compradas a sus elites gobernantes y la garantía entonces de que ni cerca los europeos se hicieran comunistas o acaso aliados estratégicos de la URSS. Pero la ceremonia rondó la perfección, en hermosa como nubosa mañana de fresca primavera moscovita. Asistieron en las primeras filas Ibrahim Traoré, Lukashenko y Maduro, entre otros líderes mundiales. Tal como en cada aniversario, desfilaron representantes de las varias divisiones de las Fuerzas Armadas de Rusia y de las tropas de algunos países amigos. Putin saludó a sus comandantes y se deslizó a pie por la Plaza Roja, con ese leve vaivén de hombros que lo caracteriza. Las imágenes hablan por sí solas y cada “hurra” de los presentes quedará para siempre en nuestros oídos. La ferretería expuesta es solamente una muestra ínfima de la maquinaria destinada a la lucha antifascista. Los saludos a los comandantes chinos y el abrazo al general norcoreano calaron hondo en Bruselas y Washington.
El comportamiento de Europa en los días previos quedó muy expuesto, una vez más, en el escaparate del ridículo. Los atlantistas estuvieron muy alterados y, como siempre, disparándose en el pie. Amenazaron con bloquear al primer ministro de Eslovaquia Robert Fico (sobreviviente de atentado a balazos) y al presidente de Serbia Aleksandar Vucic (recuperado de un posible envenenamiento) en la UE si decidían asistir a la celebración. Los estonios cerraron su espacio aéreo para obstaculizar el traslado de Vucic y Lula a Moscú. Es posible que los libelos europeos se hayan atrevido a descalificar al día de la Victoria en sí, como “propaganda de Putin”: bastará un repaso al País de hoy y mañana. Y, honrando su congruencia, el 8 de mayo Macron recibió en el Eliseo a Al Julani, el decapitador serial líder en la Siria ocupada. Al mismo tiempo, Putin se entrevistaba en el Kremlin con Xi Jinping, a quien sentó a su lado en la Plaza Roja. Ya es lo de menos que, en Alemania (en estos días, pero se supone que siempre), prohibieran exhibir banderas de la URSS o cualquier la simbología del país libertador.
Los europeos de la OTAN y de la UE no pueden resolver —o no les interesa— una disociación psicótica que, en simultáneo, quiere de labios para afuera promover el “odiamos al nazismo” con el, se verá que genuino, “odiamos también a quien los derrotó”: la capitulación de los nazis se conmemora siempre que se omita activamente —en el mejor de los casos— a sus autores principales, en el entendido que justo esa omisión sólo puede deberse al odio. Tendrían que reconocerlo: aún en una realidad alterna sin Operación Especial de Rusia OE) habría sido, para los euroatlánticos en general, muy incómodo tener que asistir a la Plaza Roja este 9 de mayo. Pero, eso sí, el 8 de mayo armaron su desangelado aquelarre en Liov, encabezado por Kaja Kallas, la encargada de turno de relaciones exteriores de la UE. Desplegaron una bandera con las inscripciones “Ucrania/EU” que, al menos, ocultó por un rato la colección de insignias SS en los uniformes de las FF.AA. ucranianas.
Es conveniente recordar que, antes de la OE, los Scholtz, Mertz, y Von der Leyen (la cabecilla de la banda) ya estaban bien asentados en la Unión Europea; las Baerbock y las Kallas apenas comenzaban a levantar cabeza en sus meteóricas carreras. ¿Por qué aparecen estos apellidos? Además de ser fanáticamente antirrusos, convergen en que todos están impregnados del tufo propio de la genética Waffen SS. De manera tal que, es probable que en las salas de estos alguna vez niños, podría haberse encontrado objetos o fotografías de sus tiernos abuelitos, vestidos de civil, en un día de campo en la Selva Negra, circa 1942. El hecho que parece ser aceptado, de que en 1945 y después de la caída del Reich en Alemania, no quedaba otra alternativa que armar gobiernos con nazis reciclados. Socialdemocracias y todo. Si los alemanes no soportan la victoria de Rusia en Ucrania, la conjetura casi obvia es que, sin duda, no podrán jamás asimilar la derrota de su Reich en 1945.
Los países segundones en la UE son, sin embargo, los más visceralmente nazis. Son aquellos invadidos por la Wehrmacht a lo largo del “European Tour” de Hitler 1939-1943, con fecha cancelada en Moscú (aclaro que eso era un chiste estampado en una camiseta hecha en los EE.UU.) y que —en su mayoría— se sintieron tan representados por el nazismo, que lo arroparon con fruición, volviéndose en un parpadeo grandes colaboradores en las deportaciones masivas. Es por eso que vivieron la ocupación del Ejército Rojo como, ésa sí, una invasión. Recordemos… En Vilna, Tallin o Riga, el filonazismo quedó dormido por décadas hasta que, con la caída de la URSS, empezó recobrar fuerza y voz, aunque de forma discreta, porque había que poner una cara bella, libre y democrática para entrar a la ansiada UE, toda vez liberados del “yugo soviético”. Y Ucrania… ha sido un verdadero laboratorio, como se ha probado, de nazismo puro y simple. Cuando el gobierno “prorruso” de Yanukovich postergaba aquellos viejos sueños de Churchill de debilitar a Rusia y, acaso, fragmentarla, mereció el coup de 2014 en Kiev, armado por la CIA y Victoria Nuland, operadora al caso de la secretaria de Estado Mrs. Clinton, la guerrerista contumaz ya desde las épocas en que su marido jugaba con habanos y bombardeaba Belgrado. El golpe de 2014 — el origen directo de la guerra— puso en realidad las cosas en su lugar. Kiev volvió, como quería, al querido nazismo de Stepan Bandera y de los verdugos de Treblinka. No lo prueban sus insignias: basta consignar las masacres a civiles en Kursk y en el Donbás y el carácter terrorista de sus acciones, cuya frecuencia aumenta cuánto más treguas proponga la Federación: innumerables ataques a objetivos civiles han sido neutralizados en Rusia en estas últimas horas. Pero el Día de la Victoria dejó más que claro a Occidente quien es el patrón ahora: el mundo multipolar. La amenaza de Trump que condiciona a que “Putin acepte un alto al fuego” sólo puede ser arancelaria. O sea, nada. La tregua de estos días se acabó. Hurra y gloria a la URSS y a Rusia, y a todos los que entendieron lo que se celebró el 9 de mayo.
México, 10 de mayo de 2025.
*Doctor en física por la Facultad de Ciencias de la UNAM.