Marcelo Brignoni afirma que en el formato del capitalismo globalizado sobran dos tercios de la humanidad pero no falta riqueza, triste paradoja que resulta intolerable con o sin pandemia, y sostiene que sin la lucha de las mayorías populares por un mundo mejor que los incluya, el futuro es muy oscuro.
Por Marcelo Brignoni*
(para La Tecl@ Eñe)
Transcurrido un año de aquel 14 de enero de 2020 y de aquella comunicación de la Organización Mundial de la Salud que nos decía que según sus investigaciones preliminares, coordinadas con el Gobierno de China, no había de qué preocuparse porque no había ninguna evidencia clara de transmisión del virus de persona a persona, un año después podemos observar claramente como en esa y otras instancias la OMS no supo, no quiso o no pudo decirnos que pasaba y cómo afrontarlo. Aun hoy no hay una investigación en suelo chino que nos hable del origen de la peor pandemia en 100 años.
En el próximo octubre se cumplirán 20 años de aquel extraordinario reportaje que el científico Stephen Hawking le concedió al The Daily Telegraph, en el que señaló que sería un virus y no una bomba atómica lo que podría cambiar el rumbo de la humanidad y acabar con la población de la Tierra.
El propio Hawking se consideraba un desafío a la ciencia porque padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que le fue diagnosticada a los 21 años y más allá de todas las probabilidades médicas, vivió 55 años con la enfermedad y murió a la edad de 76 años en 2018. Hawking nos dejó teorías e importantes predicciones desde una visión científica que debía ser “humilde” como el señalaba.
Hawking dijo aquel día “El principal peligro es que, accidental o voluntariamente, se cree un virus que destruya a la raza humana. Las nuevas mutaciones serán cada vez más difíciles de asimilar para los seres humanos”, y señaló “el calentamiento global y la voracidad extractiva que lo provoca, es una amenaza latente para la vida en la Tierra”.
Nadie lo escuchó, y 20 años después y pandemia de COVID-19 mediante, absolutamente descontrolada, por cierto, el patrón de acumulación y comportamiento del capitalismo global termina dándole la razón a Fredric Jameson cuando pronosticó “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.
Releyendo aquella maravillosa publicación llamada Sopa de Wuhan, editada en el inicio de la pandemia, y donde las ilusiones sobre un mundo mejor producto de la necesidad de más Estado, Solidaridad e Inclusión ante eventos como el presente, llenaban los textos de Zizek y muchos otros, la conclusión es que no fue así y que la pandemia la pagaran los de siempre, pobres y marginados, en muchos casos con su propia vida.
La distopía como utopía, descripta con el maravilloso pesimismo de Mark Fisher en su icónico Realismo Capitalista ya está en nosotros, con muchas ganas de quedarse un buen rato.
Este 15 de enero de 2021 también se conoció el nuevo “ranking” de mega millonarios que por estos días vuelve a encabezar un señor Jeff Bezos, experto en explotación laboral y evasión fiscal, dueño de la empresa Amazon entre otras cosas.
Nadie le pone el cascabel al gato. Con excepción de la Federación Rusa, la República Popular China y poco más, el resto de los países tienen gobiernos gerenciadores del capital financiero global, sin ninguna otra aspiración que conservar la ominosa desigualdad existente, sólo tratando de que no se note tanto.
Los mega millonarios pasean su impunidad ante un mundo en ruinas sin estar dispuestos a alterar en un dólar sus fortunas casi siempre mal habidas, exhibiendo un egoísmo y un desinterés por el prójimo que hace parecer al Leviatán, como un libro elogioso de la condición humana.
La enorme mayoría de los gobiernos y los Estados perdieron la oportunidad de reformatear este mundo desigual y violento, tal vez porque nunca les interesó tener esa oportunidad y se sienten más cómodos como capataces estatales, de los dueños de sus países y de sus “carreras” políticas.
Mientras tanto, la nueva oligarquía tecnológica global de jeans y zapatillas, estetetizada para ser “amigable” y esconder sus fines y objetivos reales, seguirá construyendo el mayor sistema de espionaje ilegal y control social masivo del que la humanidad tenga memoria.
Pobres hubo siempre y muertos de la desigualdad también. Mientras la condición humana se parezca a la de Hobbes en aquello de que “la verdad que mueve al hombre es su miedo y su egoísmo”, el capitalismo global paseara rampante su capacidad destructiva y su desigualdad.
No hay doctrina de la separación de poderes en Hobbes. El soberano debe controlar los poderes civiles, militares, judiciales y eclesiásticos, incluso las palabras. El Capitalismo Globalizado es el soberano de Hobbes del Siglo XXI y el Leviatán su Biblia.
Sin la lucha de las mayorías populares por un mundo mejor que los incluya, abandonando la ilusión individual de “pertenecer” al ghetto dominante, el futuro es muy oscuro. Más aún si hay gobiernos que creen que administrar este desastre sin combatirlo puede llevarnos a otro destino que no sea la miseria de muerte de la mayoría de la humanidad.
En este formato global sobran dos tercios de la humanidad, pero no falta riqueza. Esa es la triste paradoja que nos habita y que ya resulta intolerable, con o sin pandemia.
Buenos Aires, 18 de enero de 2021.
*Analista político.
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EXCELENTE como siempre