La autora del texto trabaja sobre la idea del estar hechos pedazos, rotos, como sentimiento común, público y politico, y al mismo tiempo como proceso íntimo, efecto del daño.
Por Sofia Guggiari*
(para La Tecl@ Eñe)
Es miércoles y cada quince días vienen a mi casa-consultorio un grupo de personas para hacer terapia de grupo. Una de las integrantes abre el espacio y dice: “no sé si les pasa, pero estoy escuchando últimamente muchas teorías conspiranoicas sobre la situación del país ¿pero no es obvio? ¿No basta con lo que es? ¿Se necesita otra explicación para la precariedad, la pobreza, lo que estamos viviendo? ¿No basta con aceptar que nos gobiernan los Elon Musk?” Se me viene como fuga, interrupción, asociación inesperada, una frase que leí de Vir Cano en una entrevista[1], ¨hay que tomar el daño y hacer de eso otra cosa, hacerse hábil en el arte de construir con ruinas, no nos queda otra. ¨ La política y los sufrimientos más íntimos, en el espacio de grupo terapéutico, conjuran y se vuelven el mismo híbrido brutal. Siguiendo la pregunta de la integrante: ¿será que uno conspira paranoicamente con eso, lo que es irremediable, el daño, el dolor?
Estamos dañadxs, rotxs, ese es nuestro sentimiento común, público y político. Íntimo y singular también. Aparece en el grupo: des-hopitalizadxs de nosotrxs mismxs. Hechxs pedazos o hechxs de pedazxs que no logran sentirse parte de un mismo tejido, un mismo enjambre celular. Queremos huir de nuestro dolor. Juntar las piezas, los pedazos y pegarlos con lo que encontramos por ahí. Aunque no respiren el mismo compás. No importa. Rápido. Y si no, dejar todo como está y saltar al vacío. Todo, menos hacer algo con eso. Porque eso, hacer algo con los pedazos, hacerse hábil en el arte de construir con ruinas, implica el reconocimiento del daño. Hay algo que es sin remedio. Que ya no se puede volver atrás.
Se escucha también que lo que está roto es el mundo. Que están rotos los lazos, los tejidos de la historia, rota la tela del sentido de la política. Separados de nuestra ecología comunal. Nuestra interioridad y nuestras formas comunes de existencia resuenan, se proyectan, se producen y se reproducen en la misma inmersión. Imbricación recíproca. Rotura, ruptura, daño. Hechxs- deshechxs, hechxs de agujeros propios, comunes y ajenos.
Leo un texto de Fran Castigliani, Hilos; publicado en el blog “Izquierda Rara”: La vida, nuestra vida, pende de un hilo cada vez más fino y débil. Tirar entonces de ese hilo fino para poder sostenernos en la catástrofe, cuidando de no deshacerlo en el intento (…) probablemente sean necesarios uno, dos, mil gestos de hospitalidad. Pienso en la idea de depender de un hilo, de la lógica del daño, de la rotura afectiva, del sentimiento común de estar hechxs pedazos y de la necesidad de los mil gestos de hospitalidad. Y me pregunto si lo siniestro del tiempo que habitamos, si lo siniestro como horror que no repara, nos deja inmóviles para producir esos gestos feroces que nos implican estar-en-el mundo: dejarnos hacer pero también, ojo, también hacerle cosas a él. Saturadxs de razones y sentidos, quedamos explicando, hablando, entendiendo pero sin la erótica que estimula la composición. Devenir otrxs. Irreverentes. Sexuales. Misticxs. Simbióticxs con la ecología hecha de partes distintas, múltiples, que nos rodea y compone.
¿Acaso esos mil esos gestos de hospitalidad en este hilo del que pendemos, son ese arte de construir en ruinas? ¿Acaso se trata del movimiento de re-erotizar como política y terapeútica, las extrañezas que nos habitan y que habitan el mundo del que somos parte? Erotizar no es juntar lo que no va junto. Es que vayan juntas por ritmo, tacto, piel y poesía.
Hay un bosque, una selva, no son sólo partes rotas, deshechas sin más. Ya no es solo el daño, el dolor inmóvil. Estamos hechxs pedazos, sí, pero quizás haya que re-sensualizar las partes ahora extrañadas, extrañas, odiadas entre sí. Una ecología de extrañezas que habitan al interior nuestro y que todavía no hicieron comunidad. Porque el individuo déspota y soberano no quiere saber nada de lo monstruosamente múltiple. Cree que es solo uno y uno solo: ahí toda la responsabilidad. Lectura individualista de la rotura. Quizás ahí esté el arte, el de poblarnos, de escuchar nuestros distintos aspectos, partes, pedazos, cachos, deshechos, de friccionar los tejidos, de suavizar los contactos también con la hostilidad. Que no es nuestra enemiga, sino la posibilidad de decir que no a lo que no queremos más. Estamos hechxs pedazos, sí. Y quizás haya que mirar estos pedazos, reconocer que estamos dañados, encontrarnos con nuestra ruina, tocarla, estimularla y hacerla acabar.
Referencias:
[1] Vir Cano sobre su nuevo libro: «Fue descubrir la sabiduría animal» – Feminacida Mayo 2025.
El texto contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.
29 de junio de 2025.
*Psicóloga.