Grietas – Por Carlos Caramello

Un lugar en el mundo – Por Ricardo Rouvier
23 septiembre, 2018
Puedo hacerles mucho daño – Neoliberalismo y subjetividad – Por Fernando Fabris
27 septiembre, 2018

Grietas – Por Carlos Caramello

Argentina se debate entre grietas pretéritas y grietas ulteriores. A la construcción de odio forjada a lo largo de más de dos siglos, hay que sumarle nuevas inquinas y hostilidades futuras. Enferma de dolor provocado, la sociedad sobrevive alentada por la imaginación de múltiples vindictas que abarcan ambos lados de la grieta.

Por Carlos Caramello*

(para La Tecl@ Eñe)

Entre tu pueblo y el mío,

hay un punto y una raya,

la raya dice «no hay paso»,

el punto, «vía cerrada».”

Aníbal Nazoa[1]

 

Cuando en 1876 se empezó a cavar la mítica Zanja de Alsina -esa que determinaba hasta dónde la Civilización y, a partir de dónde la Barbarie-, los ideólogos de esta suerte de Tajo en el Desierto no pensaron que, de la misma manera que José Hernández había decidido que su gaucho, Martín Fierro, concluyera su primera travesía en tolderías ranqueles, otros personajes más reales: casiquejos, lenguaraces y lanceros renegados, habían optado por quedarse a vivir del lado de los cristianos, acaso subyugados por el progreso o, sencillamente, porque maniobraban como espías.

Claro: aquella zanja no fue nuestra primera grieta. Ni tan siquiera nuestra grieta constitutiva. Treinta años antes, Sarmiento había escrito el “Facundo” que, bien leído, opera como marco teórico de todo lo que vino después a dividir a nuestra Patria. Y antes también. Porque había una grieta entre los vecinos del Buenos Aires de Mayo de 1810: los que estaban con el rey Fernando (aunque éste estuviera preso) y los que querían liberarse de España. Y, entre estos últimos, también habían grietas. Saveedristas y Morenistas pujaban por el control de la oposición a los Martínez de Hoz y a los Pinedo (y aclaro que esto no es metáfora: ya había un Martínez de Hoz y un Pinedo, del lado del Imperio).

Después… bueno, lo que vino después: Unitarios y Federales; Radicales y Conservadores, Peronistas y Anti-Peronistas. Y también Boca – River, Ford y Chevrolet, Los Chalchaleros o Los Fronterizas, Soda o Los Redondos, Batata o Membrillo… y así. Como si el rasgo más preciso de ese ser argentino -que tantos han intentado definir… sin éxito- fuese, precisamente, esta división de aguas que no ha servido para trazar otra frontera que la de la estupidez entre los que producen esas grietas y los que las consumen y proyectan. Lo digo porque debe saberse que, cualquiera sea el lado de la grieta en el que uno se encuentre, se puede cruzar con algún infiltrado de esos que, uno supone, deberían estar del otro lado.

 

Armame una grietita, porfa!

Para observar, analizar, tener en cuenta y no comprar a tontas y a locas, miremos con atención los motivos que llevan a alguien (o alguienes) a armar y difundir una grieta. José Hernández mandó a su Martín Fierro a las Tolderías porque tenía, en aquel momento, una pluma política dispuesta a hacer escuchar su voz. Se sentía, de alguna manera, un desplazado del sistema (como el personaje que elige; el Gaucho) y su fuga hacia una zona de emergencia absoluta es, a la vez, la búsqueda de redención para el bárbaro. Dice en su verso final: “Allá habrá siguridá/Ya que aquí no la tenemos/menos males pasaremos…”.

En estos últimos conceptos hay también una advertencia a la Civilización… Y la civilización lo escucha. Hernández negocia con la Política. Y la Política de entonces, necesitaba un indio peligroso, cruel, asesino. Entonces, La Vuelta del Martín Fierro; que reza en uno de sus versos: “Allá no hay misericordia/Ni esperanza que tener/El indio es de parecer/Que siempre matar se debe/Pues la sangre que no bebe/Le gusta verla correr”. La política necesitaba al poeta explicando, antes de que ocurriera, la Conquista del Desierto (1878-1885). Hernández publica La Vuelta en 1878. Al año siguiente resulta electo diputado por el partido Autonomista.

 

Resultado de imagen para Grietas argentinas

 

Hecho el País, hecha la Grieta

Las grietas persiguen fines políticos aquí, fines comerciales allá. Finalmente, todo es Poder. El Boca de la grieta entre Riquelme y Palermo, vendió el doble de camisetas. La antinomia Braden o Perón, se resolvió el 17 de octubre de 1945 (uno podría hasta decir que aquel embajador de Estados Unidos fue el mejor propagandista del Peronismo). La pelea de Ford y Chevrolet en el Turismo Carretera de la década del ´60, sólo respondía a la necesidad de vender más unidades. O sea: cuando alguien está construyendo una grieta, otro está cobrando.

Agrietada como talón de comisario de pueblo (parafraseando al querido Luis Landriscina), la Argentina se debate entre grietas pretéritas y grietas ulteriores. A la construcción de odio forjada a lo largo de más de dos siglos, hay que sumarle nuevas inquinas y hostilidades futuras; cuando no, aborrecimientos eternos. Enferma de dolor provocado, la sociedad en general y el Pueblo en particular, sobreviven alentados por la imaginación de múltiples vindictas que abarcan a ambos lados de la grieta.

La unidad del campo popular, entonces (sólo para cerrar con el lado que más conozco), supondría sellar fisuras abiertas a fuerza de bailar chacarera en el programa de Tinelli, negar a la Conducción, demonizar a los mayores… o a los jóvenes (dependiendo del espacio de la grieta interna que uno ocupe), delatar, mentir, negociar con el enemigo, defeccionar de mil maneras, claudicar de otras tantas… Trai-cio-nar. Cosa bastante improbable si lo que se pretende es hacerlo antes de las próximas elecciones, dada la escasez de tiempo sumada a la ausencia de criterios unificadores.

Así, como cumpliendo un recurrente sino, esta Argentina que, en los últimos cien años tuvo por lo menos tres ocasiones de volverse solidaria, unida y poderosa, avanza en tono de fragmentación social hacia un destino de país periférico sobre el cual podrá organizarse cualquier tipo de latrocinio dado que la sociedad, adormilada e individuada, sólo se reflejará en el odio hacia un enemigo pre-construido que, bien puede ser su vecino o su hermano. El suelo de la Patria se agrietará cada vez más. Y sólo la televisión podrá hacernos creer, por un minuto, que todos miramos hacia el mismo horizonte.

Claro… puede que ni aún así, se agriete la esperanza.

 

Referencias:

[1] Poeta, periodista y humorista, considerado como uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX. Murió en 2001.

 

Buenos Aires, 25 de septiembre de 2018

*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”. Conductor del programa radial Tuit-Eros, RadioHache

1 Comment

  1. Norman dice:

    Hmm… Es cierto que hay «fabricantes» de grietas en la política doméstica (y en la internacional). Pero… hay grietas y grietas. Se producen grietas en la tierra cuando las placas tectónicas de su corteza se mueven. Esas no las inventa nadie, las provoca el mero devenir de la vida del planeta. En el sistema en que vivimos sucede otro tanto: hay grietas, como hasta no hace mucho entre opresores y oprimidos y hoy, más exactamente, entre los excluidos y «la gente» (como le gusta decir al neoliberalismo en vez de «pueblo», que abarca también a los primeros), que no las inventa nadie, sino que las provoca el devenir de las sociedades bajo dicho sistema… Como las del planeta, no hay «tecnología» que pueda evitarlas o cerrarlas. Tendríamos que darnos por enterados de que la única posibilidad de vivir, para la cada vez más enorme porción humana excluida por el sistema, son los «modelos populistas»; por eso estos están de un lado de la grieta, y el neoliberalismo, con todo su poder, del otro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *