Hoy hace 87 años de su asesinato.
La muerte del poeta granadino Federico García Lorca, ocurrida en la nefasta madrugada del 18 de agosto de 1936, fue un crimen tan infame como cruel. Durante muchas décadas no se habló del asesinato perpetrado por la dictadura franquista y luego, paulatinamente, se fueron conociendo más y más detalles de esa atrocidad. Con ese material a la vista, vayan estas líneas como un humilde homenaje.
Por Mario Casalla*
(para La Tecl@ Eñe)
En uno de sus ensayos en prosa más profundos (El arco y la lira, de 1956) el poeta mexicano Octavio Paz nos decía: “Desde que empecé a escribir poemas me pregunto si de veras valía la pena hacerlo: ¿no sería mejor transformar la vida en poesía que hacer poesía con la vida?; y la poesía ¿no puede tener como objeto propio, más que la creación de poemas, la de instantes poéticos? ¿Será posible una comunión universal en la poesía?”. Esta ambición de una vida poética plena y más digna entre los hombres y mujeres que habitamos esta nave espacial Tierra, conserva todavía hoy su sentido. Y esa pregunta es un buen pórtico para la efeméride que quisiéramos hoy traer ante nosotros: la muerte del poeta granadino Federico García Lorca, ocurrida en la nefasta madrugada del 19 de agosto de 1936, tenía Federico apenas 38 años y fue un crimen tan infame como cruel. Durante muchas décadas –en medio de la dictadura franquista- no se habló de ello durante largo tiempo y luego, paulatinamente, se fueron conociendo más y más detalles de esa atrocidad. Con ese material a la vista, vayan estas líneas como un humilde homenaje.
¿Quiénes y por qué mataron a Lorca?
En plena mañana del miércoles 18 de agosto de 1936, Juan Luis Trescastro entró al café El Royal, se le acercó al pintor Gabriel Morcillo Raya amigo de Federico y le espetó al oído: “Don Gabriel, esta mañana hemos matado a su amigo, el poeta de la cabeza gorda”. Lo hizo como quien comunica una noticia más, a sabiendas del dolor que le provocaría y por cierto gozando con ello. Trescastro era conocido por sus ideas ultraconservadoras y por su participación en la persecución y ejecución de personas supuestamente sospechosas por simpatizar con la izquierda. También es famoso por divulgar, como si fuera una hazaña, su participación en el asesinato de Federico García Lorca. Esa misma mañana siguió de café en café por Granada anunciando la “buena nueva” a los cuatro vientos: “Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón”.
Esencialmente lo mataron por tres motivos tan rotundos como brutales. Por su orientación sexual, por constituir ésta un atentado a la moral y “buenas costumbres” de la época y por las ideas políticas que Federico sostenía aun en medio de tanta barbarie. García Lorca venía sufriendo señalamientos ofensivos por parte de la “gente decente” y de la ultraderecha española. Por caso la revista El Duende que circulaba en la ciudad, lo acusaba de integrar “una pandilla de sodomitas” en el teatro universitario La Barraca, del cual Federico era parte. También la Falange Española acusaba a ese grupo de teatro de pervertir a los españoles con “costumbres corrompidas propias de países extranjeros”, que practican “su promiscuidad vergonzosa” y que “estaban al servicio del marxismo judío”. También molestaba y mucho que García Lorca tuviese ideales políticos muy claros que iban en contra de las dictaduras, principalmente contra la dictadura en Portugal de Oliveira Salazar. El 4 de julio de 1936 manifestó su inconformidad en una suerte de carta abierta dirigida al vecino portugués, que tampoco le perdonaron: “Señor Salazar: Defenderse por medio del terror es hundirse cada día más en la dificultad, en la imposibilidad. Llenando de trabajadores y de hombres de izquierda las cárceles de Portugal, Azores y Timor no consigue destruir las causas del malestar, los motivos de la protesta popular, porque esas causas y motivos están en usted mismo y en su política. Sacrificando a los trabajadores más conscientes, más representativos, no aniquila los sectores populares, de donde ellos reciben alimentos, estímulo y de los que son expresión directa. Alejando de su patria a los hombres de pensamiento, continuadores de la gloriosa tradición portuguesa, no logra usted alejar el espíritu cívico del pueblo ni enfriar la pasión democrática, llena de ansias creadoras, del país”. Claras como el agua, estas palabras muestran la valentía cívica de joven poeta granadino. Palabras que por elevación hablaban contra el Generalísimo que ya azotaba a la España Republicana desde las colonias de Ceuta y Melilla, en tierras usurpadas a Marruecos. Con este manifiesto, Lorca muestra su compromiso político con la democracia y la justicia. Pero Federico no sólo era conocido por su retórica discursiva, sino también por su militancia social. Con el grupo La Barraca, el poeta español impulsó las Misiones Pedagógicas, cuyo objetivo básico era fomentar la música, el teatro y la literatura en las clases populares andaluzas. Estas acciones también serían catalogadas como subversivas, porque las financió el Ministerio de Educación, que en ese tiempo era dirigido por el socialista Fernando de los Ríos, un gran amigo de Federico García Lorca. Todas estas razones fueron más que suficientes para que el joven poeta fuera capturado el 9 de agosto de 1936 de manera violenta. Tres décadas después, en 1966, Angelina Cordobilla, la niñera de Concha García Lorca (hermana de Federico) compartió su testimonio sobre la búsqueda y captura del poeta en casa de Gabriel Perea Ruiz, quien era amigo de la familia: “Ellos eran de Pinos. A la Isabel, la madre de Gabriel, y a él, les pegaron con la culata. Hechos polvo estaban, de rodillas. Entonces fueron a la casa de la señorita Concha, al lado. ¿No ha visto usted que allí hay una gran terraza? Pues allí había un apoyo, con muchas macetas y tó. Allí cenaban y comían y tó. Y entonces fueron estos y azotaron a Gabriel. Y a Isabel, la madre de ellos, le pegaron y la tiraron por la escalera; y a mí. Y luego nos pusieron en la placeta aquella en fila, para matarnos allí. Y, entonces, la Isabel, la madre de ellos, les dice: “Hombre, siquiera mira por la teta que te he dado, que a usted le he criado con mis pechos”. Y dice él: “Sí me ha criado usted con sus pechos, con tus pechos, ha sido con mi dinero. Vas a tener martirio, porque voy a matar a todos”. Al señorito Federico le dijeron allí dentro “maricón”, le dijeron de tó. Y lo tiraron también por la escalera y le pegaron. Yo estaba dentro y tó, y le dijeron de maricón. Al viejo, al padre, no le hicieron ná. Fue al hijo”. Agréguese a esto que Benet, un ultraderechista, le reveló al escritor español Andrés Sorel que “a Lorca le torturaron, sobre todo en el culo; le llamaban maricón y ahí le golpearon. Apenas si podía andar”. Días más tarde de todas estas atrocidades, se producirá el fusilamiento.
Nuevos testimonios sobre el drama lorquiano
En el año 2016, al cumplirse el 80 aniversario de la tragedia, Miguel Caballero, autor de la investigación “Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca”, agregó que “el asesinato del poeta tuvo también su origen en rencillas privadas, lejanas a posicionamientos políticos y a otras causas más impersonales y más frías, macerada en la cuba de los odios y las venganzas familiares”. Se lo fusiló por aplicación del bando de guerra, en la madrugada del 19 de agosto de 1936, pero la actuación de cada uno de los implicados comenzó el 16 de agosto, día de la detención. Aquella Granada, sumida en el terror, llevaba tomada casi tres semanas cuando Federico es detenido en casa de los Rosales. Ramón Ruiz Alonso, quien pertenecía al partido Acción Popular, liderado por el derechista Gil Robles, fue quien – según investigó el citado Caballero- “permaneció en Granada preparando lo que ya sabía que sería la sublevación militar”. En 1956 reconocería al primer investigador lorquiano, Agustín Penón, que “la orden de detención del poeta se la da Velasco Simarro en ausencia del gobernador Valdés”. Y la documentación encontrada señala que Ruiz Alonso redactaría previamente en el Gobierno Civil una denuncia con el paradero del poeta, lo que dejó luz verde a Simarro para ordenar la detención y posterior fusilamiento de Lorca. Agréguese a este complejo cuadro de complicidades y odios, la situación específica de la familia Rosales, en cuya casa se detiene a Federico. De los cuatro hermanos que la componían (José, Luis, Miguel y Gerardo Rosales) José fue el falangista más significativo de todos ellos. Tanto que el mismo Primo de Rivera lo nombró jefe provincial de Falange. En la investigación de Caballero sobre esos últimos trece días de Federico, se apunta que José Rosales “no solo participó en la sublevación, sino que con anterioridad fue el enlace directo del jefe de Falange Primo de Rivera con los sublevados granadinos, principalmente con Valdés Guzmán, con el que mantenía una buena relación de amistad y camaradería”. Otro de los hermanos era Luis Rosales – el más cercano a Lorca- también poeta e ingresaría en la Falange el mismo día de la sublevación. En declaraciones al periodista Molina Fajardo en 1969, éste relataría todo lo relacionado con la detención de Lorca. Caballero recoge que “en el día de su detención, 16 de agosto, él se encontraba en Motril. Esa noche fue al Gobierno Civil para interesarse por su amigo el poeta, en unión a sus hermanos José y Miguel. Mantuvieron una discusión con Velasco Simarro y realizaron una declaración sobre la permanencia del poeta en su casa”. Aquel desencuentro tuvo un alto precio para Luis, ya que estuvo a punto de costarle la vida. La investigación relata que “el propio jefe de Falange le pediría que se quitara la camisa azul, paso previo a la detención”.
Desde meses antes Federico estaba en Madrid, cuando el 17 de julio estalló en Marruecos la sublevación militar contra la República. Acababa de cumplir 38 años hacía apenas un mes y pasaba por un gran momento creador. Había terminado La casa de Bernarda Alba, su «drama de la sexualidad andaluza«, llevaba muy adelantada una comedia sobre temas políticos y estaba trabajando en una obra nueva titulada Los sueños de mi prima Aurelia, elegía de su niñez en la Huerta de San Vicente (Granada). Pero las críticas en su contra habían recrudecido en medio de la tensión previa a la tremenda Guerra Civil que ya se anunciaba. Aunque era -como ya mostramos- de ideas políticas claras y explícitas, detestaba la política partidista y por eso resistió la presión de sus amigos para hacerse miembro del Partido Comunista. Esto sumado a las arremetidas de los conservadores por su amistad con personalidades abiertamente socialistas como la actriz Margarita Xirgu o el ministro Fernando de los Ríos, sumado a la popularidad de Lorca y sus numerosas declaraciones contra las injusticias sociales, lo convirtieron en un personaje muy incómodo para la extrema derecha. Mientas el mundo entero lo admiraba como “el Homero español”, medios nacionales habían lanzado el rumor de que mantenía relaciones homosexuales con los componentes del teatro estudiantil. «También el Estado da dinero para La Barraca donde Lorca y sus huestes emulan las cualidades que distinguen a Cipriano Rivas Cherif, su ‘protector’. ¡Qué vergüenza y qué asco!», bramaba la ya citada revista satírica El Duende, a la que se sumaba la falangista F.E que acusaba también a los ‘barracos’ de llevar una vida inmoral, de corromper a los campesinos y de practicar «el marxismo judío«. Intuyendo que el país estaba al borde de la guerra, Federico decidió volver de Madrid para reunirse con su familia.
Los largos y crueles días finales.
El 14 de julio llegó a la vega de Granada, y días más tarde celebró con ellos la festividad de San Federico. Ya la violencia había estallado en las calles y la posibilidad de un golpe militar estaba en boca de todos. La situación para él se había vuelto insostenible. Consciente del riesgo que sufría, Federico sopesó varias opciones como intentar llegar a la zona republicana o instalarse en casa del compositor Manuel de Falla, cuyo renombre internacional podría ofrecerle protección. Nada de eso ocurrió. Finalmente decidió alojarse en casa de los padres de su amigo Luis Rosales, un poeta de corte falangista, pero sus esfuerzos no hicieron más que alargar la persecución. Durante la tarde del 16 de agosto, fue detenido por Ramón Ruiz Alonso, un ex diputado de la CEDA que sentía un profundo odio por su mentor, Fernando de los Ríos, y por el poeta mismo. Según el biógrafo de Lorca, el hispanista Ian Gibson, se sabe que su detención “fue una operación de gran envergadura«: se rodeó de guardias y policías la manzana donde estaba ubicada la casa de los Rosales y hasta se apostaron hombres armados en los tejados colindantes para impedir que por aquella vía pudiera escaparse la víctima. Dos días después se concretó la detención. Le dieron el clásico “paseo” y lo que ocurrió con exactitud a partir de ese momento se desconoce. El régimen franquista nunca reconoció su implicación en el crimen, que se convertiría en una de sus grandes incomodidades internacionales. Un informe de 1965 redactado por la Jefatura Superior de Policía de Granada revela que Federico García Lorca fue asesinado junto a otra persona y define al poeta como «socialista y masón», a la vez que le atribuye «prácticas de homosexualismo». El mismo informe relata que el poeta «fue sacado del Gobierno Civil por fuerzas dependientes del mismo y conducido en un coche al término de Vinar (Granada) y en las inmediaciones del lugar conocido como Fuente Grande, junto a otro detenido cuyas circunstancias personales se desconocen, fue pasado por las armas después de haber confesado«. Además, revela que fue «enterrado en aquel paraje, muy a flor de tierra, en un barranco situado a unos dos kilómetros a la derecha de Fuente Grande, en un lugar que se hace muy difícil de localizar«. Canallada hecha y confesa, ya con Franco en el poder, situación que se prolongaría hasta el 20 de noviembre de 1975, casi cuarenta años de dictadura! Sabemos sí que lo ajusticiaron junto a los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas y al maestro Dióscoro Galindo, de un colegio vecino. Fue en ese barranco entre Víznar y Alfaca, ratificado por el testimonio muy posterior de uno de los enterradores, Manuel Castilla Blanco. En 1980 la Diputación de Granada quiso saber dónde estaba Lorca enterrado y realizó una ejemplar investigación en la que reunió varios testimonios, entre ellos el de María Luisa Illescas, quien en 1936 pasaba el verano en Víznar, lugar en el que uno de los asesinos comentó el crimen y señaló a Illescas el escenario del entierro. Esta sacó una foto que entregó en 1980 a la diputación de Granada. En 1986 aparecieron restos humanos pero, en vez de avisar a la autoridad, inexplicablemente se escondieron en un saco de abono y se enterraron. Ese año fue también localizado el director de las obras del parque quien admitió la aparición de los restos diciendo, «Los tuve en las manos”. Más tarde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, de ámbito estatal, sostuvo que la familia del poeta «conoció la ubicación» de la fosa en la que fue enterrado el cuerpo. Esta Asociación en una nota de prensa, con base entre otras fuentes en una conferencia dada en octubre de 1937 en Nueva York por Fernando de los Ríos (suegro de Francisco, hermano de Federico) aseguró que «alguien cercano al crimen les informó del emplazamiento exacto» y que «García Lorca murió a manos de los soldados de Franco, cuando se le conducía desde Granada a un pueblecito próximo, y sé dónde está sepultado, por las confidencias de unos soldados que después se pasaron a las filas leales». De los Ríos terminó su intervención neoyorkina diciendo que «a Lorca lo asesinaron porque representaba el pensamiento español y he venido aquí esta noche a rendir un homenaje a su memoria». Finalmente, para el investigador y documentalista Benjamín Amo el poeta está enterrado en la casa familiar de la Huerta de San Vicente, más concretamente en alguna de sus habitaciones. Hoy transformada en Casa-Museo Federico García Lorca fue la finca de veraneo de la familia entre 1926 y hasta 1936. Ese era el refugio del poeta durante sus estancias en Granada. «Era el lugar al que siempre volvía«, confirma Carlos Mayoral, periodista y autor de la novela Yo no maté a Federico (Espasa, 2022). Rodeada de un hermoso jardín de vegetación autóctona, se convirtió en un lugar de inspiración para Lorca tanto en su faceta de músico (actualmente se conserva allí su piano) así como de poeta: al parecer en el escritorio de nogal, allí también expuesto, escribió buena parte de sus obras de madurez, entre las que están Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. Además le gustaba invitar a algunos de sus amigos a visitarla, tal los casos del compositor Manuel de Falla o del ensayista Luis Rosales, aquel que en agosto de 1936 lo escondió en su propio domicilio cuando los franquistas ordenaron su detención. Es en esta Huerta de San Vicente donde, sin saberlo, Federico pasó el último verano de su vida, precisamente porque la consideraba en lugar más seguro en los tiempos turbulentos que ocurrían. Lamentablemente no lo fue.
El final de su captor y una ironía del destino
Por último, es interesante saber qué pasó con quién lo delató y apresó: Ramón Ruiz Alonso, entonces diputado por la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) institución que lideraba Gil Robles y era fuerte en el sur del país. Terminada la dictadura franquista con la muerte del Caudillo (1975) comenzaron a proliferar las informaciones sobre la muerte de Federico García Lorca y Ruiz Alonso fue objeto de creciente interés por parte de los medios de comunicación. Ante aquella presión mediática comenzó a sentirse inseguro y en repetidas ocasiones rechazó conceder entrevistas a la prensa. La protección franquista se le había acabado, lo cual provocó su huida de España. Fue a la Embajada de EEUU en Madrid e hizo los trámites para emigrar allí, creyendo que en la otra punta del mundo nadie lo encontraría. No fue así, vivía en una pequeña casa situada en las afueras de Las Vegas, Nevada, en el número 3576 de Clear Lake Ct. La casa fue vendida en 1997 por 61.000 dólares y era una pequeña vivienda construida en 1971. Poco se conoce de esos últimos días de este personaje, no sabía hablar inglés y algunos de sus vecinos lo recuerdan muy envejecido, solo y de apariencia cansada. Cada tanto lo visitaba su hija María Julia Ruiz Penella, casada con Ward Messing, un actor estadounidense de segundo orden. El resto de su familia residente en España no quiso trato alguno con él y evitó hablar con el periodismo peninsular. No hay fecha exacta de su muerte, pero parece que Ruiz Alonso falleció en 1978, tendría entonces 75 años. Sin embargo, su familia no quiso traer las cenizas a España hasta 1982. Llegaron concretamente el 17 de octubre ese año y sus restos fueron depositados en un panteón de la Sacramental de San Justo, en Madrid barrio de Carabanchel. En la tumba se lee “Familia Ruiz Penella” y en ella solamente se ha inscrito el nombre de Magdalena Penella Silva, la esposa de Ramón Ruiz Alonso, que había fallecido en Madrid el 23 de julio de 1974. Años después, Emma Penella, una de sus cuatro hijas, le dijo al periodista Gabriel Pozo del diario La Razón, que no habían querido inscribir el nombre de su padre en la tumba para evitar que ésta fuera agredida. El 20 de diciembre de 2009, ese mismo diario reveló por primera vez dónde fueron a parar los restos del hombre que denunció y detuvo a Lorca. Como una ironía final del destino, la última morada del delator está cercana al panteón que posee la familia García Lorca en la Sacramental de San Justo. En él descansan los restos de Vicenta Lorca Romero, madre del poeta y de sus hermanas, Concha e Isabel García Lorca. Los de Federico todavía claman justicia desde “algún lugar entre las localidades de Víznar y Alfacar”. Literalmente podríamos utilizar para él un término de triste invención entre nosotros: García Lorca es un “desaparecido”.
En tanto volvamos un instante a su poesía, en este caso a su Poética, escrita cuando tenía tan sólo 23 años y dedicada De viva voz a Gerardo Diego:
Pero ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle, y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía.
Aquí está; mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche, para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca.
En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios —o del demonio—, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.
Buenos Aires, 18 de agosto de 2023
*Mario Casalla es filósofo y escritor, preside la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales (ASOFIL)
1 Comment
De aquellos oscuros dias de la españa franquista, donde la muerte reino Algunos libros de cine , con la palabra de director, amigo y convivirton juntos en madrid, el sr. luis buñuel,el relataba que no se fuera a granada porquesu suerte esta echada y lo invito a exiliarse en EEUU. Lorca le expresaa que su unico lugar seguro era en su granada.