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Ilustarción: Javier Pérez

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La fragilidad de la naturaleza humana nos desafía a lo largo de toda nuestra vida y también nos define ante la certeza de la muerte para ser fuertes en la praxis. Desprenderse en pos del lazo social es aproximarse desde nuestra precariedad a lo más noble que trae consigo el sujeto ético y político que puede vencer al virus del egoísmo y la mezquindad.

Por Angelina Uzín Olleros*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Prejuicio: Sabemos que el sentido común no es la cosa mejor repartida del mundo como pensaba René Descartes y que los ídolos de la tribu que criticaba Francis Bacon no fueron reemplazados por el pensamiento científico. Conviven en un mismo espacio opiniones, conocimientos e ignorancias, circulan por las redes, por los medios de comunicación, artículos, memes, hashtags; las tecnologías del yo se han multiplicado y han cobrado cierto aspecto sofisticado gracias a las imágenes maquilladas  e intervenidas del presente.

Coronavirus es la palabra pronunciada y replicada millones de veces en todas partes, como con la filmación del ataque a las torres gemelas del 11S surgen análisis, controversias, hipótesis, denuncias, reflexiones; se publican en tiempo récord libros y compilaciones para analizar las consecuencias en nuestra salud mental, nuestro sistema educativo, nuestra economía. Un virus asola el planeta, nadie está exento de contagiarse. Ni los funcionarios, ni los miembros de la nobleza, ni los turistas… incluso los invisibles se hacen visibles, los sin techo, en situación de calle, los marginados.

Teoría: Las ciencias sociales y la filosofía nos otorgan una multiplicidad de categorías, políticas de encierro, estado de excepción, medicalización, repliegue narcisista, ortopedia social, dilemas de la biopolítica y enjambres posestructuralistas. Del fin de las utopías a un posible fin del capitalismo, antagonismos y oposiciones vienen a nuestro auxilio. Consejos de cómo vivir en la pandemia, qué hacer, qué mirar, qué escuchar…

Las ciencias médicas tienen además su batería de conceptos, sus conjeturas, sus héroes y mártires. Todos los días aparecen y se modifican las cifras de muertos, los números de contagiados, las carencias de nosocomios, respiradores, salas de emergencia. Cierta epistemología comparaba a las fuerzas armadas con el sistema inmunológico del organismo humano; se cayeron todas nuestras defensas…

Acción: Hemos llegado en éste punto al dilema moral y a la decisión política. Encrucijadas por doquier, qué caminos enredados deberemos elegir, cómo optar por uno de ellos, qué atajos tomar, cuáles senderos desmalezar. Vemos claramente a gobernantes -que no me atrevo a denominar líderes- tomar medidas desde los prejuicios, desde la opinión. Otros desde el apoyo del conocimiento científico y la opción por una ética de la solidaridad.

La fragilidad de la naturaleza humana nos desafía a lo largo de toda nuestra vida y también nos define ante la certeza de la muerte para ser fuertes en la praxis, precisamente porque somos frágiles como el junco de Blas Pascal. Ese junco pensante que garantiza desde la razón y ante la razón que podamos vencer nuestra frágil condición humana. Un virus no debe vencernos dicen algunos, la fortaleza ante la pandemia se encuentra en ese sentimiento racional por los demás y por nosotros mismos.

No todos llegarán a la vejez, pero todos vamos a morir. Espero que los que más han acumulado a lo largo de su vida puedan desprenderse en pos del lazo social, de ahí, de esa concepción de lazo habla la solidaridad. Desprenderse es aproximarse desde nuestra precariedad a lo más noble que trae consigo el sujeto ético y político que puede vencer al virus del egoísmo y la mezquindad.

 

Paraná, 1° de abril de 2020

*Dra en Ciencias Sociales. Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.

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