Rocco Carbone sostiene que la lógica tecnológica afecta la estatalidad imponiendo la del mercado capital, que se expresa a través de procesos de acumulación o pérdidas; tenemos allí, afirma Carbone, la producción de un pensamiento dilemático o dualista que debemos enfrentar antagonizando su ética.
Por Rocco Carbone*
(para La Tecl@ Eñe)
Pascale llora y ríe más, como si ambas expresiones fueran la misma cosa.
Daniela Catrileo, Chilco (2023)
Máquina
El fascismo expresa la condición que instala lo inhumano en el tejido histórico de la humanidad. Una característica de esa condición es la “razón” de la máquina (elaborada y expandida por el sujeto fascista) injertada en los modos históricos cognitivos. El fascismo “siempre ha tratado de valerse de los dispositivos que el poder tecno-mediático y médico-científico ofrece. Hoy son las fake news y tik tok […]. El holocausto que partió al medio el siglo XX se valió de líneas de ferrocarril, cámaras de gas, dispositivos de propaganda y el cine naciente” (Ana Berezin / Lila María Feldman, “No se llama locura, se llama fascismo”, www.pagina12.com.ar/612298-no-se-llama-locura-se-llama-fascismo, 2/11/2023). El fascismo implica el acercamiento vertiginoso de la psiquis humana a la lógica tecnológica. Ceder ante esa lógica -que es la de la máquina, las redes, el capital, el fascismo celular y el poder mafioso- significaría una radical derrota humana.
Las redes sociales, expresión de superficie la lógica tecnológica, favorecen interacciones simples y emotivas, y así escinden la ligazón entre racionalidad y emotividad; y entre historicidad, legado memorial y presente. Las redes achatan la condición humana, hecha de multiplicidades de fenómenos complejos e históricos. Por eso, podemos decir que la lógica tecnológica se propone afectar la estatalidad en beneficio del mercado capital, que se expresa a través de procesos de acumulación (afirmación o 1) o pérdidas (negación o 0); tenemos allí la producción de un pensamiento dilemático o dualista.
En otro orden de cosas, las redes expanden el encierro de la pandemia. Nos desconectan de la vida social y cultural nacional para conectarnos a la globalización, y reafirman esa ideología. La lógica tecnológica de la máquina ha sofisticado la dualización de los procesos cognitivos y entonces aparecen frases como amo tal cosa u odio tal otra. Esa lógica ha comprimido tanto los modos retóricos de nuestra lengua cultural nacional que obtura la posibilidad de decir “estoy bien, pero”, “te quiero y sin embargo”. Hoy se ha vuelto imposible escribir un epigrama así, de Marcial, que escenifica la gran sofisticación de un pensamiento dialéctico: “difficilis facilis iucundus acerbus est idem: nec tecum possum vivere nec sine te” (difícil y fácil, alegre y mordaz, ni con vos ni sin vos puedo vivir). Es imposible, menos por haber olvidado una lengua cultural como el latín que por haber sido reducidxs por la lógica dualista y excluyente de la máquina, que encuentra una homología en la lógica del fascismo celular, encarnado por la Libertad Avanza y en la del poder mafioso, encarnado en el aparato de poder macrista. La lógica tecnológica produce una “suerte de estado de indiferenciación, pérdida de conciencia, apagamiento del registro sensible y así atenta contra la capacidad de pensar” (Ana Berezin, Sobre la crueldad. La oscuridad en los ojos, Buenos Aires: Psicolibro, 2010: p. 18).
Guerra
Cuando el pensamiento dualista (propio del fascismo, la mafia y el capitalismo) se operativiza políticamente muestra su destructividad, que es un modo de desligazón, anulación o desaparición de la otredad. La desaparición es el modo límite del pensamiento dualista, que ahora se escenifica dentro de la democracia si bien se ubica por fuera de ella. La idea de desaparición se manifiesta cada vez que se dice la palabra exterminio o alguna variación establecida sobre el registro del horror. Este tipo de pensamiento lleva inherentemente el signo de la destrucción y la crueldad: “La crueldad, en su accionar parcial (torturas, infligir dolor físico o psíquico, fragilizar la potencialidad defensiva del otro, provocando todo tipo de sufrimiento) o total (provocar la muerte) es una expresión privilegiada de pulsiones destructivas que se activan en el ser humano frente al otro(s), ese otro(s) que es el índice de mi propia mismidad” (Berezin, pp. 37-38). Esa crueldad genera una diferencia radical y hace que el otro sea sujeto (convertido en objeto) de crueldad. Se construye una diferencia radical y se decide su destrucción por una condición de humanidad no admitida ni reconocida para sí. Se propone la ruptura (liquidación) de lo nacional y popular, de una energía civilizatoria de religazón y, en ese afán, el poder fascista se alía con el poder mafioso. Igualmente, a esos poderes lóbregos debemos recordarles que destruir a otro implica destruirse también a sí mismos pues una parte del sí está también en el otro.
Milei y Macri no deben prevalecer pues su forma de pensar y hacer política implica un repliegue último sobre un sí mismo radical, que en realidad quiere decir sin otrxs. Macri lo ha explicitado con suficiente nitidez hasta dentro del propio ámbito de Juntos por el Cambio: repliegue último sobre sí mismo sin otrxs (sus aliadxs). No es su problema, desde ya, sino de Vidal, Larreta, Bullrich y de esa parte del radicalismo (que ha abandonado su raíz democrática) que no ha entendido la peligrosidad del poder que lxs convocó, lxs aglutinó y lxs usó. Milei magnifica los modos destructivos del pensamiento dualista a través de Villarruel. Ella encarna el legado del terror de la última dictadura.
Otro ejemplo conspicuo del pensamiento dualista lo encontramos también en Maslatón, oscuro operador de Milei, que incluso haciendo alarde de su voto por Unión por la Patria en el ballotage sigue sirviendo al fascismo de la Libertad Avanza al desplegar un orden reflexivo que le es funcional: “El 19/11 en el ballotage de la Argentina estará en juego: 1) Libertad y Democracia versus 2) Corrupción y Fascismo. 1) Representado por Massa-Rossi y 2) Representado por Macri-Milei-Villarruel. Todo liberal debe votar por Libertad y Democracia. Jamás por Corrupción y Fascismo” (@CarlosMaslaton, 31/10/2023, 13,14h).
El poder fascista de Milei y el poder mafioso de Macri expresan una misma idea: cuando la otredad es desaparecida deja de ser un problema, ya no hay riesgo para el sí mismo. Y su desaparición (literal y metafórica) implica su derrota. Cuando se verifica el despliegue de esta forma cognitiva se está ante un poder totalitario. En esa dirección van Macri y Milei. El pensamiento democrático, por el contrario, al enfatizar la diversidad, no anula la problematicidad que plantea el encuentro con el otro. La democracia es sostenida por un pensamiento dialéctico.
El pensamiento dualista configura una cultura dualista que en parte se especifica dentro de las instituciones establecidas. En ellas las relaciones sociales pueden expandirse con un fuerte componente jerárquico. Cuando el pensamiento dualista se extrema, sus especificaciones se vuelven más escandalosas y aparece una fuerza abusiva para perpetuar la dominación (dominio jerárquico y autoridad coercitiva), el control y, en última instancia, la eliminación de la otredad. Esta última condición expresa una destructividad radical del otro que tiende a la anulación de todo devenir posible de la otredad, que de antagonista pasa a ser víctima sacrificial, un ser excluido matable. Es entonces cuando el pensamiento dualista expande una pulsión de muerte: que puede ser pensada como el “deseo de no desear”. Cuando el pensamiento dualista se extrema, aparece la crueldad “hacia los otros -convalidada por soportes sociales e ideológicos, encarnando discursos alienantes- como por ejemplo la tortura, la matanza de niños, los hornos crematorios […] En diferentes grados, crueldad hacia el que está en inferioridad de condiciones, en estado de mayor indefensión o desamparo” (Berezin, p. 48).
En esta serie de cosas, la ultima ratio del fascismo es la guerra -incluso la guerra civil- que puede sintentizarse como un nosotros excluyente de una otredad definible como ellos.Nosotros o ellos son conceptos comunes, por cierto, pero que implican el presupuesto de la guerra, que es el modo por excelencia de la violencia organizada. Nos han declarado la guerra. Esta oración terrible es menos producto de una inferencia de un dato que identificamos en el campo antagonista: “La victoria en la guerra no depende de la cantidad de soldados sino de las fuerzas que vienen del Cielo” (@JMilei, 4/11/23, 16,46h).
Sensaciones psíquicas
El fascismo -empalmado ahora con el poder criminal mafioso- articula un desorden fenomenal de pensamientos y sentimientos. Estimula estados mentales alterados, una disonancia cognitiva porque surge de la oscuridad del pensamiento dualista. Las sensaciones síquicas que suscitan, entonces, son ambivalentes, de orden contradictorio y excluyentes entre sí. Encontramos una representación estética posible del fascismo en la categoría estética de lo grotesco: “Hemos tenido a un Trump, a un Bolsonaro, a un Hitler y un Mussolini, tenemos a Milei aquí, como amenaza latente y más allá por cierto de la realidad electoral, porque encarna peligros que seguirán vigentes, activos, hoy, en estas tierras al sur del continente y del mundo. En esas figuras grotescas que la Historia acuñó encarna la presentación escandalosa y espectacular del sujeto que no reconoce límites para un proyecto y vocación de destructividad” (Ana Berezin / Lila María Feldman, “No se llama locura, se llama fascismo”, www.pagina12.com.ar/612298-no-se-llama-locura-se-llama-fascismo, 2/11/2023). Lo grotesco empalma opuestos: belleza y fealdad. Lo bello y lo feo son categorías estéticas, nociones esenciales que caracterizan las reflexiones sobre el universo de las artes y revelan sus estructuras profundas. Las categorías son instrumentos de la filosofía y tienen una relación directa con la vida estética. Pueden considerarse como el signo de la realidad y del valor que la vida estética adquiere en el campo de la sensibilidad humana y de las realizaciones artísticas.
Los rasgos que configuran lo bello son: simetría, armonía, regularidad, equilibrio, serenidad, proporción y mesura. Cuando nos alejamos de estas peculiaridades nos acercamos al lado de sombra de la figura luminosa de lo bello. A lo que sigue siendo bello en ausencia de sus características. Nos acercamos a lo feo. Y si lo bello despierta sentimientos como placer, fascinación, atracción, encanto, lo feo produce rechazo, sentimientos de molestia, desagrado, menosprecio y hasta hostilidad; no por la falta de orden sino por la creación de otro orden. Lo bello y lo feo son categorías que sugieren positividad o negatividad de sentimientos. Nos dejan (in)satisfechxs o (in)tranquilxs. Cuando lo bello se manifiesta en lo feo, cuando esos opuestos se conjugan aparece una unidad doble: lo grotesco. Es una categoría que se sitúa dentro de las formas de la risa y el llanto: Chaplin es un buen ejemplo, el fileteado porteño, también. Lo grotesco nos hace llorar y reír. Esas sensaciones psíquicas son provocadas por la belleza simultánea de la fealdad, por lo humano que se empalma con lo monstruoso o por la barriga de una vieja grávida. Lo grotesco entonces es una posible expresión estética del fascismo (y del poder mafioso también), que políticamente se expresa en tanto movimiento de afirmación y negación, que al mismo tiempo se escenifica dentro de la democracia y se ubica por fuera de ella. Puede ser pensado como una fuerza de crueldad que niega los límites del semejante.
El poder fascista y el mafioso -como se ha dicho- comparten la misma estructura elemental de pensamiento: esto o aquello. Se trata del pensamiento dualista, que es competitivo. Compite por el “primer puesto” y extremando apenas los argumentos por la “única solución”. Se basa en la creencia de que el sí se forma en oposición con otro. La mayoría de las personas han sido socializadas menos en términos de compatibilidad y solidaridad que en términos de oposición. Y bien visto, el pensamiento dualista, que es el componente ideológico central del fascismo y del poder mafioso, es también el componente ideológico central de todos los sistemas de dominación en la sociedad occidental. La ética de la sociedad occidental ha sido configurada por el capitalismo (el fascismo es su rostro sin máscara, por eso es tan brutal; y la mafia, sus dientes), el imperialismo, el colonialismo, el patriarcado. Esa ética nos inculca que lo individual, el bien individual, la propiedad privada, “y el sinsentido de cualquier intención de justicia colectiva y solidaria” (Berezin, p. 27) son más importantes que lo colectivo, los bienes colectivos (la estatalidad) y la vida en común. De esto desciende que esa ética nos inculca que el cambio individual es más relevante que el cambio colectivo (revolución).
El pensamiento dualista y la expansividad de su poder puede enfrentarse antagonizando su ética. Y el campo nacional y popular tiene una ética que en parte se hurta a la ética de la cultura occidental en función de su diversidad (bell hooks, Teoría feminista: de los márgenes al centro, Madrid: Traficantes de sueños, 2020, cap. II).
El fascismo nos mantiene en un estado de titubeo -y por eso es grotesco- que nos desorienta y nos provoca un sentimiento de perplejidad, acerca de lo que sucede y cómo reaccionar frente a eso que sucede ante nuestros ojos, nuestra conciencia y nuestras formas del entendimiento. Por eso estamos atravesando ambiguamente estos días. Por momentos, tenemos alguna tranquilidad que se expresa a favor del campo nacional y popular, y por otros, una angustia intolerable. Es necesario no ceder ante estas sensaciones. No ceder y sobreponerse. Luchar habilita la ampliación de la idea sobre lo existente y la inclusión del resto dentro de la teoría. De hecho, entre lo pensado y lo existente hay cercanía y distancia. Lo existente entra en lo pensado, pero no enteramente. Entre la categoría y el mundo hay un desacople porque existen dimensiones del mundo, de lo existente, que no entran en la categoría. Siempre hay un resto (lo otro) que queda por fuera de la teoría. Ese es el límite (y el desafío) de toda teoría: tener presente el resto para pensarlo, incluso por afuera de ella. Y esa inclusión es posible a través de la militancia popular. Pues la filosofía se expande cuando el pueblo lucha.
Buenos Aires, 9 de noviembre de 2023.
*CONICET
2 Comments
Estimado Rocco, muy buen artículo, estoy de acuerdo en la mayoría de las apreciaciones. Solo quería señalar algo que quizá resulte una obviedad.
Ni la lógica dual o binaria, ni la grieta o el antagonismo, ni la tecnología o las máquinas son malas y fascistas per se; el asunto es saber ponerlas en su lugar, conocer sus limitaciones, usarlas según el caso. Un pensamiento complejo, un pensamiento materialista, se mueve en multiplicidad de niveles y entiende la especificidad de las distintas operaciones en juego, pero sobre todo sabe apreciar en qué momento y lugar distinguir entre amigo y enemigo, sí o no, muro o tablet. La razón y los afectos se enlazan adecuadamente cuando hay conocimiento de causa y es eso lo que nos moviliza.
Un abrazo!
Maravillosa definición del Fascismo