A propósito de la tercera edición del libro de los ex presos de Coronda, “Del otro lado de la mirilla”, Jorge Boccanera entrevistó para La Tecl@ Eñe al periodista Sergio Ferrari, uno de los detenidos en ese penal en los años 70. El diálogo comprende temas fundamentales como la memoria, la resistencia, la solidaridad y las argucias para sobrevivir en condiciones de extremo aislamiento. Se agrega en esta reedición un capítulo que resume el juicio que condenó en 2018 a los comandantes del penal Coronda por delitos de lesa humanidad.
Por Jorge Boccanera*
(para La Tecl@ Eñe)
Encontrar un resquicio en la noche cerrada, una luz titilante al fondo del túnel, resume la esperanza y la lucha por la supervivencia de los ex presos políticos de Coronda, narradas por una voz coral en el libro Del otro lado de la mirilla. Obra Colectiva testimonial, cuya tercera edición apareció este 2021 a cargo del sello El Periscopio.
El libro lleva el subtítulo de Olvidos y Memorias de ex presos políticos de Coronda, localidad santafecina donde funcionó “un campo de exterminio físico y psicológico” en un tiempo que abarca los coletazos del gobierno peronista, el accionar de la Triple A y el golpe militar de 1976. Más precisamente desde la llegada de los primeros presos políticos a ese penal en setiembre de 1974, hasta su levantamiento en mayo de 1979 como cárcel para detenidos políticos, que fueron trasladados a otras cárceles del país.
Resulta por demás interesante el camino recorrido por Del otro lado de la mirilla, que desde su primera edición en 2003 en Argentina lleva vendidos unos 12 mil ejemplares merced a varias reediciones y a su publicación en Suiza en 2020 en versión francesa, anunciándose en breve su salida en Italia.
Esta tercera edición, con fotografías e ilustraciones de los ex presos políticos que hoy integran la Asociación Civil El Periscopio, agrega además un prólogo de Adolfo Pérez Esquivel, un glosario del argot carcelario y un epílogo con el juicio en 2018 a los comandantes del penal de Coronda, Adolfo Kushidonchi y Juan Ángel Domínguez, condenados respectivamente a veintidós y diecisiete años de prisión por crímenes de lesa humanidad.
En esa ardua tarea de sostener la memoria, Del otro lado de la mirilla se inscribe en el marco de una bibliografía profusa sobre la reclusión en tiempos de la dictadura –un ejemplo notable es el testimonio de las ex prisioneras de Villa Devoto, Nosotras. Presas políticas editado en 2006- que replica el tema de la privación de la libertad como sanción y advertencia a todos aquellos que desde una conciencia crítica han cuestionado al poder de turno.
Entrevistamos rara La Tecl@ Eñe a Sergio Ferrari, uno de aquellos reclusos de Coronda, reconocido periodista radicado en Suiza, acreditado ante la ONU en Ginebra, colaborador en medios europeos y latinoamericanos. Sus notas en el ámbito local aparecen, entre otros medios, en “El Cohete a la Luna” y en la agencia noticiosa Paco Urondo, en Ecupres, La Oreja que piensa y Hora Cero.
–Sería interesante conocer el modo en que se conjugaron las voces para lograr un testimonio coral unificado.
-Ese trabajo colectivo es, junto al “anonimato” de los autores, una de las especificidades de nuestro libro. La esencia colectiva del escrito le dio continuidad y coherencia a la resistencia colectiva y unitaria que protagonizamos en Coronda ante un régimen brutal que buscaba nuestro aniquilamiento físico, psíquico e ideológico.
Fueron necesarias dos décadas para que decidiéramos poner en negro sobre blanco nuestros relatos y memorias. Aunque entre los ex presos había historiadores, periodistas, sociólogos etc., durante veinte años nadie se sintió con autoridad de escribir, individualmente, esa experiencia que era “propiedad” común de los 1.153 presos políticos que pasamos por esa cárcel de máxima seguridad.
–No suena a tarea simple
-No. Cuando en 1999 decidimos emprender la escritura fuimos reconstruyendo los contactos entre nosotros, dispersos en el país y en el extranjero. Hubo encuentros con más de un centenar de participantes. En esta dinámica se incorporaron compañeros que desde el extranjero hicieron su aporte activo a través de correos electrónicos: buscando financiamiento solidario para la publicación del libro; apoyando en la escritura, edición, corrección; y recogiendo documentación que se presentó durante la dictadura ante organismos internacionales para denunciar el brutal régimen de Coronda.
– El tema que se impone para referirnos al libro es la memoria como motor principal de este testimonio colectivo; ¿esa memoria les restituye a los ex detenidos políticos una voz recusatoria?
-La memoria, reconstruida colectivamente, nos restituyó, sobre todo, esa parte de dignidad que trataron de arrebatarnos con su represión diaria detrás de los muros. Nos permitió rendirle el homenaje imprescindible y pendiente a los cuatro compañeros que murieron en Coronda -uno de ellos sacado de la cárcel y fusilado.
También, nos permitió reconstruir, como un rompecabezas, una visión completa de lo que realmente habíamos vivido. Individualmente, muchas veces, tendemos a olvidar situaciones traumáticas como autoprotección. Destapar nuestra historia, socializarla, complementarla y escribirla fue un ejercicio maravilloso, sanador y reparador. La memoria, convertida en libro, nos transformó, además, en actores de justicia. Pudimos, 15 años después de publicar el libro, con el apoyo de organizaciones de derechos humanos, convertirnos en acusadores de los verdugos.
–La contracara de ese registro de castigos y sanciones, es la capacidad de organización de los detenidos y la resistencia para no sucumbir al confinamiento; esos días transcurridos, “entre nada y nada” o ese espacio de “dieciséis baldosas por siete”. ¿Podrías referirse a esos actos de resistencia?
-Las 24 horas del día eran una suma de pequeños, sistemáticos y reflexionados actos de resistencia. Creamos, con vidriecitos con un fondo de masa de pan ennegrecida, pequeños “periscopios”, espejitos retrovisores que nos permitían controlar desde debajo de la puerta de la celda los movimientos de los guardias. Cuando estábamos seguros de que no estaban en el pabellón, nuestra celda se convertía en un espacio de vida. Hacíamos gimnasia; nos comunicábamos por las ventanas, por el WC, por los lavabos; hacíamos cursos de formación política, historia, sociología etc.; contábamos películas, historias, piezas de teatro, narraciones. Todo eso frente a un aislamiento con 23 horas por día de encierro. Vivíamos para resistir y vivimos gracias a esos actos de resistencia. Resistimos para sobrevivir.
–Esa resistencia y el alto grado organizativo y de creatividad van de la mano del compañerismo y el trabajo conjunto, ¿la solidaridad se impuso a esa “tremenda máquina represiva”?
-Sin duda. Y agrego un elemento esencial de victoria: la unidad férrea entre los presos que proveníamos de distintas organizaciones. En Coronda, desde antes del Golpe y enriquecido por la experiencia de decenas de trabajadores y dirigentes sindicales que fueron detenidos en torno a la lucha de Villa Constitución, se fue forjando un tipo especial de unidad en la acción, lo que permitió conformar una dirección única para cada pabellón. Cuando uno mira lo complejo que es lograr la unidad, en cualquier proceso político, en cualquier país del mundo, aún entre fuerzas revolucionarias o progresistas, siente que lo de Coronda fue único. Un paradigma de unidad que ejemplificaba la forma más alta de la solidaridad entre seres humanos. Entendimos que el enemigo era el mismo, único y brutal; que la relación de fuerzas era profundamente desfavorable; que divididos seríamos derrotados y la solidaridad era la única arma que nos quedaba.
–En ese espacio de resistencia aparece el tema del humor, algo para nada menor cuando se vive bajo la amenaza constante. ¿Qué papel jugó el humor en aquellas circunstancias?
-Fue un arma tan importante como la misma unidad fraterna, que nos permitió ponernos por encima de nuestros verdugos. No hay nada más desestabilizante para un represor que recibir como respuesta del reprimido una risita irónica a una orden o a un golpe certero. Ese humor fue la expresión, tal vez más natural, de lo que éramos entonces, jóvenes entre 18 y 25 años. La mayoría de toda-os la-os presas y presos políticos de las cárceles y centros de detención clandestinos, fuimos parte de una generación casi adolescente con un humanismo y generosidad incuestionables. Sabíamos, al optar por la militancia, que la cárcel o la muerte eran posibilidades reales. Apostamos por la vida. Y a pesar de la seriedad enorme de ese compromiso -de vida o muerte- nunca dejamos de ser lo que éramos: jóvenes llenos de amores, ilusiones y sueños.
–Las argucias para instalar un espacio mínimo de sobrevivencia frente a la vigilancia, da cuenta de una gran capacidad de inventiva para comunicarse…
-Romper el aislamiento fue la clave para resistir al intento de destrucción que promovían los represores. Cuando preparamos el juicio contra los comandantes de Coronda descubrimos entre la documentación al “Plan Pensionista”, que era la doctrina promovida por los militares para las cárceles. La incomunicación del mundo externo y nuestro aislamiento -del otro lado de la mirilla- fueron el método a aplicar convencidos de que saldríamos de la cárcel “locos o muertos”, como repetían los comandantes. Pero cada minuto de comunicación (por medio del morse entre paredes contiguas, el idioma mudo con las manos, entre compañeros de celdas opuestas) fueron ejercicios de victoria. A pesar de todas esas restricciones y de años sin posibilidad de leer y escribir, Coronda fue una verdadera universidad de vida, de conocimientos compartidos.
–El libro no sólo remite a la vida del preso, sino que involucra a familiares, allegados, incluso a religiosos que los visitaban. ¿Pensás que brinda a las nuevas generaciones una idea del militante de los 70, esa figura que sectores retrógrados han querido desvirtuar en estos casi 40 años que llevamos de democracia?
-Nuestros familiares fueron verdaderos héroes. Cuando se levantó la incomunicación casi un año después del Golpe de marzo 1976, mis padres hacían 1.700 kilómetros en micro para visitarnos a mí y a mi hermano Claudio, también detenido en Coronda. Las visitas eran de 15 minutos cada 45 días, y muchas veces no nos podían ver; nos castigaban por causas irracionales como tener una tela de araña en el techo de la celda a una altura que era imposible limpiar.
Nuestros familiares –como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y los organismos de derechos humanos- fueron protagonistas de esa otra resistencia, la de “afuera”, sin la cual nuestra resistencia de sobrevivencia adentro, hubiera sido menos contundente.
Puede ser una pesada carga para los jóvenes del 2021 presentarnos como el paradigma del militante. Nunca nos consideramos héroes, tampoco víctimas. Apostamos -y muchos lo seguimos haciendo- por la gran utopía del Hombre Nuevo y una Argentina más justa. Fuimos y somos seres humanos imperfectos, llenos de contradicciones y limitaciones. No pretendemos ser modelo para nadie, pero nuestra causa de entonces, que hoy se expresa en la lucha por otro mundo posible, sigue vigente. Y nuestro combate y resistencia carcelarias de ayer, colectiva, fraterna y unitaria, puede aportar valores necesarios para cualquier lucha actual que pretenda ser victoriosa.
– ¿La condena a los comandantes de la cárcel restaña una de las muchas heridas abiertas que dejó la represión?
-Para nosotros el juicio y las condenas tienen un valor especial y profundo; alejado de la idea de la revancha personal. Protagonizamos un ejercicio ciudadano profundo de Memoria, Verdad, Justicia y Reparación institucional. Fueron los jueces de ese tribunal normal – y no especial-, fue el propio Estado argentino, quienes reconocieron a través de esa sentencia que ese régimen brutal que se aplicó en Coronda como en otras cárceles del país durante la dictadura, constituyó un crimen de lesa humanidad.
Hay pocos antecedentes de sentencias de este tipo, lo que marca una referencia jurídica para Argentina y a nivel internacional.
En cuanto a nosotros, nadie puede afirmar que salió ileso de esa experiencia carcelaria traumática. Algunos compañeros nunca se recuperaron física o psicológicamente. Pero como grupo humano tenemos la convicción de que no salimos ni locos ni muertos como pretendían los verdugos. En ese sentido, los torturadores que aplicaron el régimen inhumano, fracasaron. Como fracasaron con tantos otros presos políticos de decenas de cárceles del país.
-¿Cómo vivieron el momento, cuando en mayo de 2018 fue conocida la condena a los comandantes?
-Como una verdadera fiesta popular. Ex presos junto a militantes de derechos humanos, Madres, Abuelas e Hijos (donde militan nuestros abogados querellantes), dirigentes y activistas políticos y sindicalistas, festejamos esa victoria jurídica popular en la puerta misma del Tribunal de Santa Fe. Una fiesta contra el posible olvido, contra la impunidad. Las pancartas con las fotos de nuestros cuatro hermanos muertos en Coronda durante la dictadura, fueron el símbolo más emotivo de esa fiesta-homenaje-recordatorio.
– Desde su primera edición de 2003 el libro ha sido además de herramienta de denuncia, el pivote de numerosas actividades ¿Pensaban cuando se agruparon en El Periscopio que este testimonio colectivo tuviera este recorrido?
-El libro tuvo y tiene una vida propia impresionante; cientos de presentaciones en Argentina en escuelas, cines, centros vecinales, teatros, universidades, parroquias. Y tantas otras en diversos países desde México a Suiza, pasando por Francia, Bélgica, Chile etc. Hubo una presentación teatral-testimonial, Coronda en Acción. Le siguió en 2020 la publicación de la versión en francés, Ni fous ni morts (Ni locos ni muertos), hoy agotada. En 2022 saldrá la versión en italiano y ya contamos con una traducción al portugués para editarlo en Brasil. Existe además un film de 12 minutos sobre la visita que en 2019 hicimos 8 ex presos al penal. La Asociación El Periscopio cuenta con casi un centenar de miembros, en su mayoría ex presos, pero ampliada con militantes solidaria-os de Argentina, Suiza, Francia e Italia, y con dos sitios web en español y francés, más una fuerte presencia en medios sociales. Todo esto, inimaginable antes de la primera edición, es resultado de una certeza: como decimos en la contratapa de esta tercera edición: “nuestros relatos son una gota de agua en el gran mar de la Memoria del combate único por Otro Mundo Posible. Ese mundo donde quepan todos los mundos. Esa lucha, imprescindible, que abarque todos los sueños y utopías”.
Llavallol, 27 de noviembre de 2021.
*Poeta, escritor y periodista.
2 Comments
» Si mi poesía no sirve para cambiar la sociedad, no sirve para nada» afirmaba el poeta desaparecido Roberto Santoro, militante del PRT. Boccanera se encarna en esa bandera que en apariencia, parece extrema. Su poesía se terrenaliza en libros, canciones y entrevistas como ésta y en tantas otras. Las palabras que destellan en boca del entrevistado,corroboran y dan cuenta del pensamiento y la estatura moral de una generación que protagonizó el mayor intento histórico por cambiar de raíz, la estructura del fracaso político argentino hasta entonces. Y como éste sigue en pié, ya es hora de profundizar el análisis político profundo que guiaba a estos hombres, sin evitar el de los errores que atravesaron su práctica. Para que la tragedia de su final no sustituya los fundamentos que la alentaron. Parte de esta entrevista contribuye a ponerlos sobre la mesa, en un sentido esclarecedor y ése es otro de sus méritos
Néstor Piru Gabetta
Cuando no se ha estado presa se siente un dolor ajeno; pero también una alegría y una convicción de que allá y aquí hay un ADN que nos hermana. Ojalá, mas y más conocieran este testimonio de vida y resistencia. Quizás para solo decir, cuánto han hecho otros y otras. Mi respeto y admiración