Una racionalidad sin sentimientos puede conducirnos a una terrible insensibilidad ante el sufrimiento de los demás, echándole la culpa a los vulnerados/as de su propia desdicha. Emociones sin razones, sin argumentos, sólo pueden dejarnos en el lugar de la víctima que aprendió a gozar sufriendo, y resulta funcional al discurso del otro que la castiga una y otra vez con diferentes enunciados.
Por Angelina Uzín Olleros*
(para La Tecl@ Eñe)
Voy a tomar como punto de partida en el presente artículo una discusión previa a las PASO que me recuerda el debate de filósofos contemporáneos acerca de la distinción entre racionalidad y emociones, vinculando esa distinción a la política y a los derechos humanos. Myriam Bregman dijo en varias entrevistas que necesitábamos un proyecto que “enamore a los argentinos”, al mismo tiempo Miguel Ángel Pichetto confesó que para él el proyecto de país debe ser racional y dejar de lado las emociones, sobre todo en política; queda claro que estoy refiriéndome a dos profesionales de la política que se sitúan en modelos diametralmente opuestos ideológicamente, a lo que agrego que Bregman representa la ética de la convicción de la izquierda y Pichetto el pragmatismo de derecha.
Como todo lo que diga puede ser usado en mi contra, reconozco que obviamente hay expresiones de izquierda que pueden ser pragmáticas y hay derechas que son fieles representantes del Emotivismo y lo fomentan vía coach ontológico, asesores de imagen, analistas de gestualidades y entrenamientos en situaciones que llaman a compadecerse del sufrimiento ajeno. Hoy como nunca antes, los candidatos y candidatas de Juntos por el Cambio ven la necesidad de transitar el camino de entrenarse en la forma en que deben hablar, moverse, vestirse y sobre todo en los gestos de su cara y sus manos. El autocontrol es fundamental, como se decía antes “si hay miseria que no se note”.
Sin embargo se puede ser despiadado y cruel, insensible, demostrando en los gestos que importa la situación de despojo y dolor que padecen muchos argentinos y argentinas en una actuación del personaje sensible que en honor a la verdad no es tal; el argumento de exponer que estamos ingresando al mundo y ordenando las cuentas, debe ser suficiente entonces para demostrar que es necesario sufrir, vale “la pena”; ya vendrán tiempos mejores, los semestres se terminaron.
De esto se desprende la siguiente observación: las diferentes expresiones “teóricas” que intentan clasificar al peronismo, porque es en teoría que se define o se propone por ejemplo un “peronismo racional” distanciado de un “peronismo pasional” al que agregan “exacerbado”, “descontrolado”, y por ende “irracional”, es a los fines de convencernos que en definitiva el peronismo racional es el único que nos ayudará a soportar el sacrificio al que hemos sido convocados mientras que el pasional nos promete el paraíso en la tierra pero no es posible que todos y todas podamos ser felices, al menos por ahora no.
Esta multiplicidad de “peronismos” federal, republicano, etc., son en definitiva lo opuesto al kirchnerismo cargando todas las tintas en el latiguillo de “la Cámpora” como la máxima expresión de una violencia emocional que pone en riesgo un país normal, equilibrado, que deja de lado las identificaciones sentimentalistas en pos de la civilización.
Un proyecto que enamore por su parte corre el riesgo de quedar en la idealización que acontece en el enamoramiento; enamorarse –bien lo decía Kant- es un acto involuntario, uno/a no se enamora voluntariamente de otro u otra, tampoco se enamora voluntariamente de un líder carismático o de un proyecto de país que en la idea es posible pero no en la materialidad concreta de la actual coyuntura, como bien señala Jorge Alemán: la izquierda promete lo que promete porque sabe que no llegará a ejercer el poder.
En la balanza mediática oficialista del período preelectoral se inclinaron las emociones. Paul Ekman es uno de los autores convocados para clasificar las siete emociones básicas de los seres humanos: tristeza, felicidad, ira, desprecio, sorpresa, asco, miedo. Pero luego de las PASO la “sorpresa” ganó terreno, los resultados no favorecieron a los gurúes del cambio, a los discursos enredados sobre volver al pasado, prometer el futuro, miedo a ser Venezuela o el retorno del cepo cambiario. Un presidente insomne el día lunes dijo lo que realmente piensa, lo que siente, emociones irracionales, bronca con los votantes (a los que nombró siempre como la gente y nunca como los ciudadanos/as); fuera de eje Mauricio Macri reprochó el resultado de las primarias y quiso asustarnos con el monstruo que vendría a traer las desgracias que él tanto quiso evitar en un camino asfaltado hacia el porvenir de la república de Elisa Carrió, que no es cualquier República, es la de ella, de la que dijo en reunión ampliadísima de gabinete, “los sacarán muertos de la Casa Rosada”, ante un público que la ovacionaba en una escena delirante de la “fuerza” gobernante.
Una racionalidad sin sentimientos puede conducirnos a esa terrible insensibilidad ante el sufrimiento de los demás, echándole la culpa a los vulnerados/as de su propia desdicha, una insensibilidad que no siempre mata pero siempre deja morir. Emociones sin razones, sin ideas, sin argumentos, sólo pueden dejarnos en el lugar de la víctima que no puede separarse de su verdugo, que aprendió a gozar sufriendo, y resulta funcional al discurso del otro que la castiga una y otra vez con diferentes enunciados.
Emociones racionales, el equilibrio que estamos necesitando como pueblo, como sujetos de derechos, como seres humanos; el reconocimiento de la otredad y el ejercicio democrático que nos aporta realidades, no idealizaciones. Para terminar este texto políticamente incorrecto hace unos días leí un cartel en Instagram que decía algo así: ver al oficialismo reunido ante una escena emocionalmente irracional, llorando ante el reproche a los que se fueron a esquiar y no votaron a su partido en las PASO, hacerlo en el escenario del Centro Cultural Kirchner, eso se llama “justicia poética”.
Referencias:
[1] Tomo los términos utilizados por la filósofa Martha Nussbaum
Buenos Aires, 27 de agosto de 2019
*Dra en Ciencias Sociales. Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.