Rodolfo Yanzon sostiene en este artículo que durante la pandemia se exacerbaron algunos caracteres que hay resaltar para analizar el modo de contrarrestarlos. Se trata de dichos y hechos producidos desde distintos espacios políticos que comparten una matriz y ante los cuales, afirma Yanzon, debemos rebelarnos para no ser parte del lenguaje de la sumisión.
Por Rodolfo Yanzon*
(para La Tecl@ Eñe)
I
Durante la pandemia se exacerbaron algunos caracteres que debemos resaltar para analizar el modo de contrarrestarlos. Se trata de dichos y hechos producidos desde distintos espacios políticos que comparten una matriz. Por un lado, las bravuconadas de Sergio Berni en la provincia de Buenos Aires, un hombre de tendencia xenófoba que supo volcar la violencia estatal sobre los pobres del conurbano, sin dudar en mentir sobre la población carcelaria y en montar escenarios para justificar escaladas represivas. Por otro lado, las provincias manejadas por el PRO; una, Jujuy, con actitudes antidemocráticas y antiinmigrantes; otra, Mendoza, donde el Opus Dei puso su pata en la Corte Suprema, al calor de una fuerza política -el radicalismo, cada día más deshilachado- cuyos principales referentes advierten sobre una posible secesión, porque la provincia es rica y no necesita de la Nación (la excusa de todo secesionista, y también de todo burgués, el sempiterno a sacarnos los pobres de encima, mi riqueza es mía y solo mía).
Berni es criticado por un sector del oficialismo, por sus constantes apariciones públicas confrontando con autoridades nacionales. Pero es sostenido por otro sector de ese mismo oficialismo, que cree que hay que tener mano dura para manejar a una fuerza como la bonaerense, en una provincia donde la delincuencia no deja de ser un problema, como si la experiencia fuera novedosa. Pareciera que olvidaron el modo en que la situación se agravó sensiblemente tras el paso del represor Aldo Rico al frente del mismo ministerio durante la gobernación de Carlos Ruckauf, uno de los firmantes de los decretos de aniquilamiento de 1975.
Mientras tanto, aparece un cadáver, el de Fabián Gutiérrez, ex secretario de Cristina Fernández, y buena parte de Cambiemos aprovecha la ocasión para buscar rédito y golpear al gobierno, hacerlo responsable -y, por qué no, autor del crimen- acudiendo a mentiras y reflotando viejas prácticas, sin pudor en exhibirse como la caterva que son, con la seguridad de que los medios afines y algunas redes sociales replicarán sus dichos erigiéndolos en verdades absolutas, a la vez que tratarán de esconder su responsabilidad en las operaciones de inteligencia, en las escuchas y seguimientos que llevaron a cabo durante su gobierno.
El fruto de esa actividad ilegal fue consumido por muchos de los operadores mediáticos de esos grandes medios, cuyo leitmotiv es la crítica al gobierno, que hacen con el mismo fragor con el que ocultan los desaguisados del macrismo. Se creen dioses, apelan incesantemente a la libertad de prensa para bloquear toda investigación judicial que los roce, como si ellos no pudieran cometer delitos, como si la actividad de inteligencia sobre dirigentes y militantes políticos no estuviese prohibida en la Argentina. Ellos pueden difundir el fruto de la actividad ilícita, generar serios perjuicios a las víctimas de esas operaciones, pero no pueden ser alcanzados por una medida judicial porque se abroquelan en la defensa del investigado y arremeten contra todo fiscal o juez que ose investigarlos, los abruman y amenazan con operaciones de distinta laya; los acusan de ser parte de una organización facciosa que sólo busca el interés de su sector, como si ellos fueran una garantía republicana.
Son los mismos que juntan en una mesa a cuatro tipos para que uno de ellos agreda e insulte con comentarios sexistas y discriminatorios ante el silencio de los otros; los mismos medios que replican esas barbaridades con aire de neutralidad; los mismos que reproducen frases huecas como “¿terminará el gobierno su mandato?” dicha por la nieta de Mirtha Legrand; frases huecas que construyen, poco a poco, el escenario para el golpe blando, el que hay que impedir, el que se llena la boca de libertad, siempre y cuando los trabajadores estén disciplinados. Y son los mismos medios que llevan a Berni para montar su show, con la condescendencia de algunos oficialistas que echan mano al punitivismo demagógico -que siempre es garrote contra los pobres, los trabajadores- con mirada electoral.
Un sector del radicalismo está desorientado, escucha a antiguos correligionarios que, apoltronados en posiciones de privilegio, apelan a consignas opuestas a los principios fundantes de su partido, sin escatimar en medios a la hora de sumarse a operaciones mediático-políticas. Es necesario que ese sector se levante para decir “¡basta!”.
II
Florencia Kirchner subió a las redes sociales una vieja foto de Leila Khaled portando un fusil, para hacer referencia a la situación de Palestina. «El horror continúa como siempre para el pueblo Palestino”. Fue censurada porque el propietario de la red (M. Zuckerberg) entendió que se trataba de un mensaje violento. FK contestó: “Ojalá consideraran violento lo que sucede allá, la vida de miles de niños sería diferente… todos los días nos proponen un nuevo entierro en el lenguaje de la sumisión”.
Leila Khaled es una refugiada y militante palestina, uno de los tantos rostros de la resistencia, miembro del Consejo Nacional Palestino, que se hizo conocida en 1969 por haber formado parte de un grupo que secuestró un avión norteamericano, para exigir a Israel la liberación de presos políticos y llamar la atención al mundo sobre el sufrimiento de su pueblo.
Florencia Kirchner aludía al debate de estos días sobre la extensión de soberanía que el gobierno derechista israelí pretende realizar sobre un 30% de la franja de Cisjordania, con el apoyo de Donald Trump, cuya máxima aspiración es ser reelecto este año, para lo que necesitaría el voto de los sectores evangélicos, que ven con buenos ojos la movida. Un acto claramente colonialista al que Trump llamó plan de paz, cuando, en realidad, todo indica que, de llevarse a cabo, profundizará el conflicto; sobre todo después de las numerosas críticas, especialmente de Michelle Bachelet, a cargo del Alto Comisionado de la ONU que lo calificó de ilegal e instó a Israel a no continuar por ese peligroso camino.
Netanyahu visitó la Argentina durante el macrismo, que contaba entre sus máximos referentes a inocultables aliados del gobierno israelí como Patricia Bullrich y Claudio Avruj. El primer viaje de Alberto Fernández fue a Israel, donde se entrevistó con Netanyahu, a quien le prometió que la Argentina adoptaría la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto -lo que se materializó por Resolución 114/2020 del Ministerio de RREE-, que permite considerar antisemita cualquier crítica a las políticas del Estado de Israel, como denunciar las cotidianas violaciones a los derechos humanos que sufre el pueblo palestino. Un objetivo buscado durante años por organizaciones como la DAIA, que impulsaron sistemáticamente denuncias penales a quienes se manifestaron contra el apartheid, las políticas raciales, sus bombardeos y sus torturas. En esto, los diarios en general apoyaron.
Se trata de eso, de rebelarnos día a día a ser parte de un nuevo entierro, en eso que Florencia Kirchner definió, y comparto, el lenguaje de la sumisión.
Buenos Aires, 6 de julio de 2020
*Abogado DDHH