El psicoanalista Sebastián Plut reflexiona, a partir del documento “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, sobre la idea de unidad y sostiene que lo que puede romper la unidad no es la diversidad ni la crítica, sino el destino de las demandas sociales insatisfechas.
Por Sebastián Plut*
(para La Tecl@ Eñe)
El pesimismo de la razón no debería nunca disociarse del optimismo de la voluntad. Al menos así es en el legado de Gramsci, legado que, pareciera, está presente en la reciente carta que un conjunto de intelectuales expuso públicamente para ser refrendada. Sin embargo, percibo que el texto, cuyo título es “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, alimenta la triste lucidez, mientras que no se sabe bien adónde envía a la acción entusiasmada. Describen, de hecho, el cansancio social reinante, aunque fragmentos de la carta misma ostentan buenas muestras de aquel estado de agotamiento.
Los interrogantes desbordan y se vuelve humilde cualquier intento de dar respuestas acabadas. El texto citado subraya la importancia de la unidad y por un momento, entonces, el lector se detiene y piensa, o cree pensar, “es cierto, hay que fortalecer la unidad”. Pero solo basta un instante para identificar que nadie había cuestionado la unidad, que a esta altura nadie sospecha que la fragmentación sea un camino posible.
La experiencia, en todo caso, nos ha enseñado que no solo en tiempos difíciles sino que incluso en los más prósperos, o épicos como dice la carta, las escisiones también dijeron presente.
¿Cuáles son los límites de las tensiones que la unidad soporta? ¿Quiénes estarían atentando contra la unidad? ¿Qué lugar tienen Hebe o Milagro en esa unidad? Y además. ¿a quiénes está dirigida la carta? ¿A dirigentes, militantes o a los ciudadanos que se sienten representados, o aspiran a serlo, por un gobierno nacional y popular? Estos son solo algunos de los interrogantes que se despabilan.
Sostendré una hipótesis que no me decido si funge de diagnóstico o pronóstico: si la unidad del campo popular solo está destinada a frenar el avance de la derecha y no a promover el avance del propio campo, el desenlace será el retroceso popular sin ningún resultado en cuanto al primer propósito.
Que cada uno lea la carta y extraiga sus impresiones. No me arrogo la exégesis de ésta, sobre cada uno de cuyos párrafos podríamos debatir largamente, con acuerdos y desacuerdos, pero también con desconciertos. Solo daré un ejemplo, no sé si el más relevante. Al describir la razón de la unidad, entre otros motivos, el texto alude a “la violencia inusitada contra nuestra vicepresidenta en el Congreso”. No hay dudas de la gravedad del hecho, no obstante lo que llama la atención es el adjetivo, inusitada. La incesante persecución judicial de la cual han sido y son objeto CFK y su familia, las infinitas invectivas que se le dirigen sin pausa en los medios hegemónicos y las manifestaciones virulentas en su propio domicilio, ponen seriamente en duda que debamos describir a aquella agresión como inusitada.
Aunque no se refería a este punto específicamente, valen aquí las palabras de María Pía López (1): “El triunfo de las derechas surge, también, de la consolidación de la impotencia de las políticas populares, de la dificultad para transcurrir como agencia transformadora y a la vez de explicar por qué no puede hacerlo”. Insisto, no es el ejemplo más significativo, no obstante intuyo que el adjetivo mentado también es expresión de la impotencia señalada por la autora.
La unidad, el pueblo y el poder
Con la asistencia de Freud propondré algunas líneas para la reflexión, pero antes hagamos lugar a la sabiduría literaria en la escritura de Abelardo Castillo: “Sí, también nos dicen que si nos pegan en una mejilla debemos poner mansamente la otra. Y acá es donde hay que saber leer. Porque lo que no dicen, lo que queda librado a nuestra libertad, es cómo debemos actuar cuando se nos terminan las únicas dos mejillas que nos dio Dios” (2).
Según una certera tradición de las ciencias sociales, el antagonismo o conflicto esencial se desarrolla especialmente en el mundo del trabajo, mundo en el que pugnan dos tendencias, llamadas capital y trabajo o bien, control y resistencia. En ese sentido, el populismo nunca está, enteramente, en el poder (control), pues su lugar, aun cuando durante un tiempo ejerza el gobierno, es la resistencia; resistencia a la violencia, a los abusos de poder, a la desigualdad, etc. Entiéndase que resistir consiste en disminuir o eliminar tales desigualdades y violencias. Desde luego, sería necesario diferenciar diversos tipos de poder, pues según cómo usemos los términos, el poder también puede ser ejercido desde el campo nacional y popular. En efecto, hace mucho ya sabemos que si la autoridad es vertical, el poder se ejerce desde múltiples sectores y con intensidades diversas. Aun así, y dicho de manera genérica, la batalla siempre es contra el poder.
Freud (3) nos da una pista cuando examina el origen del derecho y de la comunidad. Dice que consiste en la “unión de muchos débiles y de potencia desigual”. Es en esta composición, precisamente, donde anida la riqueza, y también la fragilidad, del campo popular y, particularmente, de su unidad. La unión de los débiles, pues, es la oposición al poder del más fuerte. Claro que una vez dado este paso decisivo surgen nuevos problemas, por ejemplo, cómo hacer de esa creación algo duradero. Un primer paso, entonces, es cómo se origina la unión, luego, cómo perdura y, finalmente, cómo se perpetúa. Todos estos pasos entrañan riesgos en tanto la comunidad, reitero, se compone de elementos de poder desigual. Más aun, Freud sostuvo respecto de la ligazón social que “nada se habría conseguido si se formara solo a fin de combatir a un hiperpoderoso y se dispersara tras su doblegamiento”.
En suma, la unidad no logrará perdurar si procura la lucha contra el hiperpoderoso (llamémoslo, aquí, neoliberalismo, derecha, etc.) pero olvida mejorar las vidas de los muchos débiles.
Cierre
No resulta del todo clara la carta cuando propone “esperar a tiempos mejores” mientras, poco antes, señalaba que “la política consiste en crear posibilidades”. Crear esas posibilidades es, ciertamente, la tarea de la política y no parece compatible con la moderación que la misma carta ¿recomienda? La alternativa no consiste en una actitud temeraria o suicida, nada de eso es aconsejable. Pero tampoco es saludable una espera, cual si se creyera que la derecha algún día cederá o dejará de acechar. Freud decía que el pensamiento es desplazamiento de energía en el camino hacia la acción y, de modo semejante, podremos definir a la unidad. Acaso podamos decirlo de otro modo: si discursos y hechos no convergen, la política se torna, meramente, en una exigencia alucinatoria.
Como sea, lo que un gobierno popular nunca deberá desestimar es algo que también planteó Freud (4): “Huelga decir que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece”. En síntesis, lo que rompe la unidad no es la diversidad ni la crítica, sino el destino de las demandas sociales insatisfechas.
Referencias:
(1) López, M.P.; “Balconeando”, https://lateclaenerevista.com/balconeando-por-maria-pia-lopez/, 14 de marzo de 2022.
(2) Castillo, A.; (1999) El evangelio según Van Hutten, Ed. Planeta.
(3) Freud, S.; (1933) ¿Por qué la guerra?, Vol. XXII, Obras Completas, Amorrortu Editores.
(4) Freud, S.; (1927) El porvenir de una ilusión, Vol. XXI, Obras Completas, Amorrortu Editores.
Buenos Aires, 15 de marzo de 2022.
*Doctor en Psicología. Psicoanalista.
6 Comments
Excelente su conclusión. en mi modesta opinión, los tiempos ,no están para esperas, no solo aquí, sino en el mundo entero, que está cambiando aceleradamente, destruyendo el sistema polar, por uno multipolar, mas urgente y mas agresivo. El neoliberalismo, entró en una crisis profunda, porque como bien decía Abelardo, las mejillas son solo dos y estos tíos ya van por los riñones. Aquí cambió el gobierno, el actual :FMI-Juntos-_F de T, está jugado del lado neoliberal y quienes no lo perciban, sientan o escuchen ,es por su propia condición de comodidad intelectual. Ser necio en tiempos de guerra, conduce inexorablemente a la derrota.
Gracias por el comentario!
La construcción incesante de un poder alternativo y creciente; cada día sin perder de vista la satisfacción de las necesidades populares…
Muchas Gracias, Sebastian querido. Un abrazo enoorme
Gracias Raul querido. Abrazo grande!
Muy precisa reflexión, tratando de hallar el punto entre la moderación y las actitudes suicidas, hay que crear alguna política que convoque a mejorar la vida de los más postergados y a movilizar a la militancia.
Detener la inflación podría ser el tema convocante para despertar la creatividad gubernamental y sacudir la desesperanza popular
Querría señalar un pasaje del texto que me parece no hace justicia a la situación del presente. Dice Plut: «Según una certera tradición de las ciencias sociales, el antagonismo o conflicto esencial se desarrolla especialmente en el mundo del trabajo, mundo en el que pugnan dos tendencias, llamadas capital y trabajo o bien, control y resistencia». Creo que aquí no se recoge la idea del neoliberalismo como una «nueva razón de gobierno» que permea la totalidad de los ámbitos de acción humana (Dardot/Laval; Wendy Brown; el propio Foucault en el curso Nacimiento de la biopolítica, en el Collège de France). El neoliberalismo se propone la reconfiguración del Estado y del sujeto. En todos los ámbitos. Incluso el homo oeconomicus de Adam Smith cambia: ya no es el sujeto del intercambio sino un fragmento de capital humano que debe posicionarse en el mercado, ampliar su portafolio e invertir constantemente para crecer. De modo que, como repugnante resultado del proceso, trabajadores formales e informales, de sofisticadas tecnologías de punta o de pico y pala, con altos salarios o bajo las líneas infames, compartan (por supuesto que de manera variable) los valores de los asquerosos: competencia. mérito, éxito, individualismo, jerarquía, emprendedorismo, etc. No es sólo el mundo del trabajo, no es sólo la economía, ya lo dijo la matriarca asesina de adolescentes en el Sur: «La economía es sólo un instrumento; el objetivo es el alma» (Thatcher 1981).
Si esto es así, las prioridades de la lucha se reordenan: tenemos que controlar el proceso de formación de las cabezas humanas, en/con las instituciones tradicionales (sobre todo la educación) que, como sabemos, declinan. Y manotear la cultura que hoy forma a las mayorías: la cultura mediática, el universo de tecnologías de comunicación e información viejas y nuevas que hoy configura la cabeza de las gentes en una visión del mundo que es la de los asquerosos.