Con una metáfora futbolística, del tiempo en que los partidos se disputaban principalmente los domingos, suele hablarse de “el diario del lunes”, de las ventajas que supone contar ya con el conocimiento de lo que efectivamente pasó o no pasó.
Por Martín Kohan*
(para La Tecl@ Eñe)
En la versión del álbum Panini del Mundial ’78 (la adquirí en la librería Sudeste para asegurarme, respecto del mundial de Qatar, esa clase de inactualidad de lo actual que plantea Didi Huberman en Ante el tiempo), y más específicamente en las dos páginas dedicadas a la Selección Argentina de entonces, se encuentra una discrepancia que acaso resulte significativa. En las figuritas individuales de los jugadores de aquel plantel, constan Ubaldo Matildo Fillol, Jorge Mario Olguín y Alberto César Tarantini, que serían campeones mundiales en aquel año. Pero en la foto colectiva que encabeza esta sección del álbum, la de un equipo formado antes de un partido en la clásica disposición de seis de ellos parados (generalmente, arquero y defensores) y cinco en cuclillas (generalmente, volantes y delanteros), los que aparecen en la formación son Hugo Gatti, Vicente Pernía y Jorge Carrascosa. Jugadores que integraron, evidentemente, aquella Selección que dirigió César Luis Menotti y disputaron por ende varios partidos como tales (por ejemplo, y sin ir más lejos, el que se ilustra con esta imagen del álbum Panini); pero que en definitiva, y por distintas razones, quedaron excluidos de los veintidós elegidos para la conformación definitiva del plantel argentino. No jugaron el mundial. No fueron campeones del mundo.
Entre la información que suministra la foto colectiva (en la que están Gatti, Pernía y Carrascosa) y la que suministra la secuencia de fotos individuales (entre los cuales vemos a Fillol, a Olguín y a Tarantini), se plasma tangiblemente un aspecto fundamental para cualquier consideración del pasado: la de aquello que pudo pasar, y no pasó. O, dicho de otro modo, la de aquello que no pasó, pero podría haber pasado. Y que, en tanto que expectativa concreta, en tanto que alternativa posible, formaba parte de ese pasado que se está queriendo examinar, conocer, entender. No se trata, a decir verdad, de una variante de lo contrafáctico (ir en contra de los hechos acaecidos), sino de algo así como de un protofáctico (tomar en cuenta direcciones y tendencias, opciones y potencialidades existentes en los hechos mismos, más allá de que, con posterioridad, pudiesen no verificarse).
Con una metáfora finalmente futbolística, del tiempo en que los partidos se disputaban principalmente los domingos, suele hablarse de “el diario del lunes”, de las ventajas que supone contar ya con el conocimiento de lo que efectivamente pasó o no pasó. Es evidente que esa ventaja existe; el presente sabe más de lo que sabía ese pasado. Pero en ese pasado había un futuro (ilusiones, ambiciones, esperanzas, utopías, anhelos, proyectos) que convendría no pasar por alto en el afán de comprensión histórica. Porque en tal caso, los recursos del conocimiento, en lugar de aumentar gracias al “diario del lunes”, disminuirían irremediablemente. Lo que en una determinada época pasó resulta inseparable de lo que en esa misma época se esperaba que pasara o se quería que pasara. Eso que finalmente no pasó, eso que no pasaría, formaba parte de ese pasado como visión de un futuro posible o deseable, y más aún, como impulso de un futuro factible. Porque lo fáctico, siendo tal, involucra a su vez lo factible, a menos que se lo quiera reducir a una versión de la realidad tan magra y empobrecida que sólo habría de expresarse con datos, con datos y nada más que con datos.
Un hecho determinado de un pasado cualquiera, una acción que alguien emprende, perpetra o ejecuta, puede que sólo cobre sentido a partir de eso que se supone que pasaría o se pretendía que pasara. No pasó, y es eso lo que dice “el diario del lunes”; pero incidió en lo que pasó, y puede que hasta lo decidiera. La omisión de ese factor, ya se deba a mala fe o a mera limitación del enfoque, la confusión de lo no ocurrido, por no ocurrido, con lo inexistente, puede llevar a que el diario del lunes malentienda lo que sucedió el domingo, lo falsee, lo desfigure; que despoje forzadamente al pasado de uno de sus componentes más influyentes y más relevantes, propendiendo de manera falaz a que ciertos hechos luzcan aislados, disparatados, arrebatados, injustificables, demenciales.
Buenos Aires, 18 de septiembre de 2022.
*Escritor. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.