“Volver, vamos a volver”. Ese volver abre una pregunta fundamental acerca de adónde volver, a qué escena política, a qué sistema de representación, a qué marco institucional.
Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
Son tiempos políticos que desafían al kirchnerismo y a su líder, Cristina Fernández. Tiempos de desgarro que parecieran remitirnos a otros tiempos políticos ya vividos, aunque camuflados bajo las retóricas dramáticas de la historia nacional. Desde aquel tiempo pretérito es que retorna, con la densidad de una presencia arcana, la consigna “Volver, vamos a volver”. La voz de CFK, sobrevolando como una presencia metafísica la plaza y el parque, la celebró, y con esa acción renovó su potencia para reagrupar a la grey. Ese volver abre una pregunta fundamental acerca de adónde volver, a qué escena política, a qué sistema de representación, a qué marco institucional. ¿Volver para reeditar la experiencia kirchnerista de gobierno? ¿Volver al nervio vertical de la agrupación que porta el estigma, luego de la centralidad adquirida por CFK tras la condena y la proscripción? ¿Volver para fetichizar el núcleo militante y no aguzar el oído para escuchar lo que la Plaza dijo? ¿Y qué es lo que dijo esa Plaza? Difícil de distinguir, como difícil es discernir el misterio de las pasiones que animan sensibilidades, porque las pasiones acarician, pero también hieren. Sí hay una certeza: La Plaza y la multitud – ningún sentido tiene discutir la cifra – respondieron ante la proclama del triunvirato judicial, multitud que contuvo al férreo militante como al suelo de la Patria sublevada. ¿Otro 17 de octubre? Allí el vigor de un deseo, aunque la presencia de un acontecimiento no define per se un fenómeno de corte histórico. Otra vez, la tentación de fetichizar el suceso, o el tiempo, quizás.
Volver
¿Es posible leer en esa consigna la idea de la aceptación de un destino que regresa? Es posible, pero peligroso. La repetición puede no tener escape, y si ese destino se reitera en forma inexorable, el peso de las elecciones es mayúsculo ya que supone que las decisiones pueden, también, repetir el efecto de aquellas que retornan. De nuevo, muy complejo – que es una figura retórica, un gambito, para no profundizar esa complejidad – aunque y como posible vía de comprensión, ese amor fati implique abrazar los efectos de ese destino, con lo bueno y lo malo. Volver implica también repensar la vida democrática y la concepción del Estado luego de un año y medio de gobierno libertario, con toda su carga de destrucción sistemática del tejido social y sus lazos solidarios, que, además, fue votado en elecciones democráticas que designaron como presidente de la república, con el 56 por ciento de los votos, a Javier Milei. Es pensar en la reformulación del mundo laboral luego de la irrupción del capitalismo de plataformas. También, los ámbitos de la educación, la salud y la seguridad, pero sin adoptar la concepción libertaria de un Estado innecesario, inexistente, que implica decir, un Estado apropiado por el poder económico y financiero para garantizar sus negocios, que abarcan todas las áreas de la vida tanto productiva como financiera del país. Discutir la idea de Estado eficiente es pensar ese Estado desde su existencia y necesidad para la organización de la vida en comunidad. No desde su destrucción. Volver es pensar nuevas categorías – ¿las canciones por escribir? -, nuevos lenguajes que sean capaces de interpelar a una sociedad que no es la misma a la de los doce años de gobierno kirchnerista, una sociedad pensada no como abstracción sino como el resultado de, en primer lugar, la experiencia dramática de la pandemia, y, en segundo término, como aquello de la condición humana que clama por ser redescubierto en su permanencia ética y moral para dar cuenta del desgarro actual.
Volver es volver desde una gestualidad que contenga una mirada generosa de la unidad, sin abroquelamientos cifrados en la insistencia de una interna política inexplicable para la ciudadanía; superando el daño que se le endilga al hijo pródigo por su apoyo, en la elección a la presidencia del PJ, al hombre de las tierras de Facundo. Volver es dejar de lado la mitologización de una época que ya no nos refleja sin desechar la memoria de un tiempo pasado que ya está incorporada a la vida popular. Esa memoria tampoco puede ser fetichizada y volverse endogámica. En ese lugar sólo hay nostalgia de lo absoluto.
El mito es importante para la memoria de la vida política cuando la virtud supera a la suerte. El recorrido desde una diputación hasta el sitio de conductor e incluso presidente, no es imposible, pero el atajo de la herencia de un linaje político no parece ser el camino aconsejable. En ese lugar ha quedado, expuesto, Máximo Kirchner tras el desaire al liderazgo que CFK sintió que el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, le hizo en aquella elección por la presidencia del Partido Justicialista. Y en ese lugar fue confirmado tras el anuncio del gobernador del desdoblamiento de las elecciones en la provincia y de la creación de su propio espacio, el Movimiento Derecho al Futuro. La disputa que se malinterpretó en su momento nunca fue con Máximo; fue con Cristina.
Habrá que dar testimonio de cómo volver, establecer las conversaciones y la posiciones que sean necesarias, y dar el debate del modo más amplio y franco posible. El debate y la conversación política deben estar acompañados por la urgencia de reconectar con ese porcentaje de la sociedad que acepta aún, como remedo a los “males populistas”, el aumento del desempleo a un 7.9%, registrado durante el primer trimestre de 2025 (datos del INDEC); salarios reales que han caído en un 5,5%, porcentaje que crece en la informalidad: perdieron un 8,5%, y el aumento de la pobreza multidimensional si se toman en cuenta la inseguridad alimentaria, la imposibilidad de acceder a medicamentos o servicios de salud, entre otros datos de la realidad. Datos y porcentajes que no llegan a traspasar el impacto efímero de leerlos o escucharlos en medios de comunicación, si no se dimensiona o visualiza en ellos la magnitud de la tragedia humanitaria que padecemos bajo el gobierno del presidente Milei.
Épicas
Quizá la idea de un kirchnerismo épico es lo que ha entrado en discusión: aquel kirchnerismo que se declaraba pagador serial, pero sin ataduras a las lógicas de los mercados financieros internacionales o los organismos de crédito multilaterales, que ha sido clausurada por los millonarios endeudamientos con el FMI, que afectarán generaciones, de los cuales el gobierno de Macri y el de Milei son responsables. También, el tiempo épico del “hasta aquí lo realizado, desde aquí vamos por todo lo que falta”. Ese tiempo y esa noción de la épica como sustento identitario de una reforma política provocativa, ha cambiado. El mundo ha cambiado y las sociedades con él. El voraz aceleracionismo tecnológico y de plataformas, ha transformado la realidad y no precisamente en la dirección del fin del capitalismo, sino en su consolidación. El fin del Imperio Romano significó un largo proceso en el que convergieron múltiples causas que marcaron el fin de una era. Es atendible, por otro lado, la máxima lanzada por Fredic Jameson como certeza histórica: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo».
Ante este escenario, la continuidad de una interna que rápidamente dejó atrás el ecumenismo de la unidad parece trivial, aunque sucede. Por ahora, podríamos decir que es necesario establecer un interregno y promover un ciclo, una fase, de convivencia armoniosa entre lo viejo celebrado y lo nuevo por cantar. Desde allí, crear un manual, un novedoso plan de operaciones, de cara a organizar un frente político capaz de acercar a los defraudados, entusiasmar a los decepcionados y convocar a aquellos que se movilizaron inorgánicamente a la plaza de 18J. O, quizás, todo lo contario: prestar mucha atención a aquello que proviene desde el pie, de abajo hacia arriba, y entonces armar ese frente que recoja expectativas y demandas. Y afinar el trazo para no volver a defraudar. Tiempos, también, para conversar con memorias políticas del campo nacional y popular, y claro, con el propio peronismo. Allí, en la discusión con la propia memoria peronista, subsiste una relación con el kirchnerismo que desde su aparición ha sido siempre difícil y no está resuelta.
Coda
¿Puede tirar piedras el que te quiere? La piedra arrojada, ¿se puede querer? ¿Podemos lastimamos con piedras arrojadas? Y, ¿quién los va a reunir cuando estén tan lastimados?
El error, grave, ante estas formulaciones, es inventar un cálculo insípido porque los ecos del odio histórico no han podido silenciar el aullido que anuncia que nadie quiere morir de sentido común, y este silencio es un clamor de caligrafías, de eslabones que desafíen al histrión retórico, ese levantisco susurro de justicias amañadas, un clamor que reclama la esperanza colectiva de que lo siniestro de esta época tenga fin.
Avellaneda, 24 de junio de de 2025.
*Periodista. Docente en la Universidad Nacional de Avellaneda.