La desigualdad es una amenaza para la igualdad en todas partes. Este texto mira más allá de los confines nacionales. Las expresividades tanáticas del capitalismo financiero requieren que el campo de la emancipación cultive una igualdad radical.
Por Rocco Carbone*
(para La Tecl@ Eñe)
En nuestra época se organizó una escena política singular alrededor de la palabra fascismo. Existen organizaciones políticas que se hicieron del Estado -o que están en su dintel: el caso de España- que rechazan con fiereza la categoría para sí; pero no pueden encubrir la operatividad política inherente al poder fascista que les es propia. Algunas vertientes de las izquierdas, en cambio, debaten si es neo, post o pre como si la cuestión -en realidad, el problema- fuera de incumbencia teórica, a tratarse en un gabinete, escrutarse en un aula o argumentando en alguna revista politizada, próxima a una publicación referateada. Por último, hay también una línea del progresismo que ha optado por el negacionismo.
Interesa socializar aquí alguna reflexión teórica como guía para la acción. Deberíamos plantearnos una serie de preguntas acerca de esas afirmaciones que limitan el fascismo a una experiencia histórico-política europea, que apuntan su irrepetibilidad, que indican su carácter específico como formación política acotada a una nación y que muy a menudo presentan una “tesis” consoladora: luego de 1945 los pelos de Mussolini desaparecieron y no volvieron (ni volverán) a crecer. O sea: el poder fascista desapareció. En este punto se me ocurre la máxima: lo conocido con frecuencia es reprimido. Una oración de esta índole podemos dedicársela sin duda al campo de la reacción toda vez que rechaza para sí la categoría de fascismo. Pero, ¿esa máxima sólo le cabe al campo de la reacción? Pensar el fascismo como un fenómeno histórico-político único lo ayuda a pasar desapercibido cuando resurge o retorna.
En su momento, la COMINTERN llegó a una expresión sintética para calificar el fascismo arqueológico: “brazo armado del capital”. Ese diagnóstico sigue siendo aceptable. “Para el gran capital -o más bien para una parte de él- el fascismo solo puede ser útil en ciertas situaciones peligrosas; pero cuando ya no es necesario lo desecha” (2004: 76). Esta línea aparece en las páginas finales de El fascismo nunca ha estado muerto, un librito abigarrado de ideas y arborescente de un viejo profesor italiano: Luciano Canfora. El fascismo sigiloso del siglo XXI es la expresión política del capital financiero glocal (global y local). Una de las expresiones del capitalismo financiero extorsivo y cada vez más internacional es el FMI; otra: las aristocracias tecnológico-financieras glocales: Galperin -criticado recientemente por Mindlin (“Mindlin cuestionó a Galperin por haberse mudado a Uruguay para pagar menos impuestos”, LaPolíticaOnline, 5/8/2025)-, por ejemplo, es una expresión a escala de Amazon; otra más: los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios. Las expresiones del capitalismo financiero centralizan en pocas manos -Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Larry Ellison, Bernard Arnault, Elon Musk, el puñado más conocido- las acciones de las empresas más dispares; las coordinan, las controlan y, a través del crédito, convierten a países enteros -y también a sus industriales- en subalternos, atentos a cualquier gesto de mando. El caso local es elocuente. Todo fascista sigiloso (m./f.) del siglo XXI tiene siempre una selfie con Elon Musk o Donald Trump.
Que el fascismo sea expresión del capitalismo financiero no es una novedad. En 1934, Mario Missiroli, cuando aún era fascista, en “L’economia corporativa”, una parte del libro Studi sul fascismo, escribía: “El capital productivo ha sido sustituido, en la jerarquía de los valores económicos, por el capital financiero. La especulación amenaza con matar a la empresa […], prospera en el comercio de valores, se aprovecha de las tarifas arancelarias, se enriquece con la inflación que, en cambio, empobrece a la comunidad. Es una monarquía absoluta, omnipotente e invisible, que desafía al Estado, a las autoridades fiscales, a los consumidores y a los trabajadores al mismo tiempo” (Zanichelli: Bologna, 1934, pp. 277-278). De esto desciende que como todo fenómeno político proteico puede repetirse, sobre todo si nexado con el devenir del capitalismo. Claro: con los necesarios ajustes que derivan de los cambios de costumbre, de los usos del lenguaje, de las transformaciones de la vida capital y de la geografía en la que se verifica.
La historia y sus leyes
En las primeras páginas del librito de Canfora leemos que el fascismo “mucho después de su colapso político y militar, continuó alimentando el debate historiográfico, como también, y, sobre todo, político, tan animado que se convirtió, a su vez, en parte de la realidad política. Durante la segunda mitad del siglo XX y más allá. Nunca abandonó la escena. Como es normal es un movimiento derrotado, operó entre bastidores” (p. 10). Puesto que la historia se repite dos veces, una entre bastidores y otra en el centro de la escena, y puesto que el poder fascista salió de detrás de bambalinas, vamos a organizar y ejemplificar algunas modalidades o comportamientos para reconocer algunas manifestaciones públicas de ese poder. Guiados por Cánfora podemos decir que: “En rigor basta un poco de esfuerzo mental para comprender [esas modalidades públicas]. Si podemos hablar legítimamente de mafia ‘nigeriana’, ‘chechena’, ‘marsellesa’, etc., sabiendo muy bien que la mafia, tal como surgió y se desarrolló en Sicilia, tiene sus propias peculiaridades históricamente identificables y determinadas por un entorno específico, igualmente legítimo, y sobre todo útil a nivel cognitivo, será suficiente hablar de ‘fascismo español’ o ‘báltico’, etc., para hacer referencia a territorios distintos de Italia y a períodos posteriores a 1922-1945. Lo mismo se aplica a categorías interpretativas como ‘jacobinismo’, ‘reformismo’, ‘maximalismo’, ‘cesarismo’, etc. Adelante, avancemos” (pp. 37-38). Este viejo historiador me gusta.
Veamos algunas de esas modalidades (puede haber otras, desde ya) o comportamientos:
–Indigencia de la lengua. Roberto Calderoli, político que revista en la Liga Norte, se refirió a una diputada italiana de origen africano (nacida en la República democrática del Congo), Cécile Kyenge, calificándola de “orangután”; en esta misma línea “argumental” insiste el presidente Milei cuando se refiere a los “mandriles”. Esta pobreza lingüística se debe a que el fascismo del siglo XXI recluta “medianías”, figuras políticas rastreras: a la altura de la degeneración del capitalismo en su momento financiarizado o algorítmico (me gusta/no me gusta). Esta pobreza conceptual e intelectual se verifica también a través de modos de la inversión. Un ejemplo: Galezzo Bignami entre 2018 y 2024 fue jefe de bancada de Fratelli d’Italia (el partido de Giorgia Meloni) en la Cámara de Diputados del Parlamento italiano. Este señor de casi 50 años, cuando era más joven, apareció en varias fotos vestido de jerarca nazi. En una se lo ve con una esvástica en el brazo izquierdo impresa en una faja roja. En julio de 2025, Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas para los territorios palestinos ocupados y una de las voces internacionales que denuncia el genocidio en curso en Gaza, fue invitada al Parlamento italiano a presentar un informe a partir de su propia experiencia en norte de África (lo que en lengua colonial llamamos “Oriente medio”). Bignami firmó un petitorio en el que se decía: es “irresponsable hospedar en lugares institucionales a sujetos que vehiculan ideas antisemitas”. Subvertir el propio devenir identitario (lo que se es), asignándoselo a otrx, es una práctica usual del poder fascista. ¡Lxs zombis son siempre lxs demás!
Esta indigencia intelectual concierne también a la interpretación de la historia, siempre capciosa. Lo que ayer fue declaradamente fascista hoy suele presentarse como una expresión política democrática y republicana. En 1987 en Sorrento, ciudad del sur de Italia cercana a Nápoles, se llevó a cabo el XV Congreso del Movimento Sociale Italiano. El MSI fue el heredero explícito del fascismo arqueológico luego de la Segunda Guerra Mundial. Fue el aparato político del fascismo dentro del nuevo contexto democrático. Pues bien, en 1987, el secretario político, Giorgio Almirante, dijo que el fascismo era “el destino” del MSI. Palabras dichas 41 años después de la fundación de ese aparato político. De hecho, el propio nombre del movimiento (MSI) es un calco de la Repubblica Sociale Italiana. La RSI, también conocida como Repubblica di Salò, fue un estado títere creado por la Alemania nazi en el norte de Italia en septiembre de 1943. Actuó como instrumento de la política de ocupación alemana. Fue dirigida por Mussolini y se trató de un estado colaboracionista que operó bajo el control alemán hasta la liberación de Italia en 1945. Su objetivo consistió en gobernar los territorios italianos ocupados por los alemanes, reprimir la resistencia partisana, perseguir a judíxs y a los opositorxs antifascistas. Respecto al XV Congreso Canfora sostiene que “quienes entonces [1987] militaban en el MSI o incluso lo dirigían -ya fueran maduros o jóvenes o muy jóvenes- eran y conscientemente se proclamaban, o en todo caso se sentían, ‘fascistas’, o al menos -variante proactiva y voluntarista- ‘neofascistas’” (p. 60). El MSI mantuvo su nombre hasta 1994, cuando se transformó en Alleanza Nazionale y entró a formar parte del primer gobierno del autoproclamado “liberal” Berlusconi, un Menen italiano sin patillas. Hoy, los herederos del MSI, orgullosos de “no renegar” del pasado del movimiento, están en la cima de la República Italiana, con Giorgia Meloni, quien, en diciembre de 2022, sostuvo públicamente que “[el MSI] ha llevado hacia la democracia a millones de italianos derrotados por la guerra. […] se puede estar de acuerdo o no, pero ha sido un partido de la derecha democrática, de la Italia democrática y republicana. Ha desempeñado un papel en la lucha contra el terrorismo”. “Terrorismo” allí quiere decir comunismo. Poco antes, en octubre del mismo año, en el discurso de investidura ante las Cámaras, sostuvo: “Provengo de una historia política que a menudo ha sido relegada a los márgenes de la historia republicana” (Canfora, p. 60). Meloni se refiere a la historia política del MSI, que no ha sido relegada a los márgenes de la historia republicana, como sostiene ella, sino que ha estado siempre al margen de la historia republicana de Italia. Así debe ser leído el pasaje del presidente del Consejo.
Meloni conoce bien la historia del neofascismo posterior al fascismo arqueológico -post 1945- pues a los 15 años se unió al Fronte della Gioventù, la organización juvenil del MSI, y también participó en el FUAN (Fronte Universitario d’Azione Nazionale), la organización universitaria del Movimento, que tenía una ideología neofascista y anticomunista (se organizó en 1950 y se disolvió en 1996). Ocupó también el cargo de coordinadora regional del Fronte della Gioventù en la región del Lazio. Esta es la amiga Giorgia, la que regala pasaportes. “A instancias de Palazzo Chigi [sede del gobierno y residencia del presidente del Consejo de Ministrxs], el presidente argentino ha obtenido la nacionalidad del país de tres de sus cuatro abuelos. Una sorpresa en la que Giorgia Meloni venía trabajando desde hace algunos meses. […] Una historia que […] se asemeja a la de millones de ciudadanos argentinos, entre ellos el otro ex presidente del país sudamericano Mauricio Macrì. Una historia que […] comenzó en Calabria, en uno de los innumerables pueblos diseminados entre Cosenza y Rosarno, de donde Francesco Milei, conocido como “Ciccio”, partió con su madre y sus tres hermanos en 1926. El abuelo de Javier (Francesco Malfetano, “A Milei la cittadinanza italiana: ‘Uno dei nonni partì dalla Calabria’”,www.ilmessaggero.it/politica/a_milei_la_cittadinanza_italiana_nonni_parti_dalla_calabria-8535704.html?refresh_ce (13/12/2024).
–Ideas primitivas y supremacistas. “Argentinos de bien” es una evidente idea primitivamente supremacista pues implica una simetría inversa o especular: la existencia de los argentinos de mal. “Somos estéticamente superiores”: esta oración sintoniza con un pensamiento racista y el racismo es la forma típicamente occidental de supremacismo blanco. Estas cuestiones no pasan solo en nuestro país. En Finlandia, por ejemplo, están los “verdaderos finlandeses”. Esta es una de las consignas de un partido ultra que en junio de 2023 ganó las elecciones, conocido como Partido de los finlandeses. E él revista Wille Rydman, quien, en julio de 2023, en referencia a los judíos, dijo: “A los nazis no nos gusta esta mierda” (Canfora, p. 7). En la línea del primitivismo supremacista podemos ubicar tanto a Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania), que tiene un claro sesgo xenófobo y antisemita, o al segundo gobierno Trump, que hace fortuna con una consigna de impacto seguro: MAGA –Make America Great Again– ¡y con lxs migrantes latinoamericanxs deportadxs!
–Medianía. El fascismo suele (re)surgir en momentos de crisis o ante ciertas situaciones peligrosas. La Patria Grande -idea y organización- fue un entramado peligroso para la vida capital en América Latina, pues movimientos plebeyos se hicieron del poder público para conducir la estatalidad. Y la pandemia, que afectó la acumulación sin fin del capital también constituyó un momento de peligro. A eso llamo crisis. En la clave clasista, el fascismo “tiene un horizonte fundamentalmente nacional y se apoya en las clases medias” (Canfora, p. 76). El horizonte “nacional” de Milei se verifica en la sacralización de la propiedad privada, de lo propio, y el nacionalismo es eso: lo propio. En este sentido, el (re)surgimiento del fascismo se vincula con los comportamientos de la clase media. La experiencia de gobierno actual empezó a organizarse en un momento absoluto -global- de crisis: la pandemia. En los instantes históricos críticos, la clase media suele dirigir su atención a la clase que le inspira confianza, sea por narrativa o por acción o por ambas: la clase propietaria. Sin embargo, cuando las grandes-mayorías-que-dependen-de-su-trabajo-para-vivir tienen nitidez acerca de su proyecto de clase, cuando cuentan con una dirección perspicaz, firme, audaz, pueden inspirar confianza -y hasta entusiasmo- en las capas medias. En la pandemia la clase media volvió a referenciarse en la clase que concentra la propiedad en sus manos. Me refiero a la gran propiedad, a las grandes fortunas acumuladas por sustracción de la riqueza producida por la clase trabajadora. Puesto que el presidente Milei sostiene y es sostenido por ese poder clasista no puede ser considerado un outsider de la política: surgió del corazón del capital, de la clase que detiene en sus manos la gran propiedad. La idea de gran propiedad remite a poseer grandes capitales, múltiples saberes, controlar la mediaticidad monopólica, contar con una red nacional e internacional de puntos de apoyo, con una jerarquía tupida de instituciones, tener una cantidad indeterminada de privilegios sociales, estar sostenido por una parte conspicua del poder judicial, etc. “El capitalismo no es una abstracción: es un sistema vivo de relaciones de clase que, ante todo, tienen necesidad del poder estatal” (Trotsky, Historia de la revolución rusa, pp. 813-814). Ante la crisis o ante un momento de peligro, ese sistema trata de ubicar alguna modalidad del poder fascista en el corazón de la estatalidad con el propósito de descargar las patologías del poder capital sobre los hombros de la clase trabajadora y cuidar de la clase de la gran propiedad.
La clase media es una medianía: capaz de fuertes -y aceleradísimos- impulsos, pero, a la vez, una clase sin resistencia. Ante el fracaso siente miedo, se espanta, pierde valor. Y cuando sobreviene una crisis puede perder las esperanzas en la emancipación. Entonces desborda de desilusión, tristeza, apatía, descontento, frustración. Además, sus estados de ánimo son muy cambiantes, suelen ser rápidos y violentos, condición que le imprime inestabilidad al impulso emancipador. De todas las condiciones que se requieren para afirmar la emancipación, la más inestable es el estado de ánimo de la clase media. Esto que describo suele o puede acontecer cuando la herramienta de la emancipación titubea, se inclina hacia la socialdemocracia y no es lo suficientemente decidida para guiar las expectativas y las esperanzas del movimiento elemental de las grandes mayorías -de las clases trabajadoras (bajas y medias). La reacción sobrevine si la emancipación no se mantiene firme, si no mantiene su propio número, es decir, su cohesión de clase; si sus cuadros se distraen del proyecto de poder y de estatalidad plebeya y pierden perspicacia, firmeza, audacia. En ese instante se precipita un reflujo que contrarresta la amplificación democratizadora. En este instante la clase media suele o puede distraerse de la emancipación y buscar su “salvación” en el campo opuesto: el de la reacción. Cuando la marea es ascendente y la ola emancipadora, expansiva, las grandes mayorías trabajadoras arrastran a la clase media. En el momento del reflujo, sucede el movimiento inverso: la clase media arrastra a grandes sectores de las mayorías trabajadoras hacia la reacción, que es su propia perdición.
–Lanzallamas. Esta palabrita refiere a una comunicación política incendiaria, propia de cierta familiaridad con el fuego. El fascismo sigiloso del siglo XXI tiende a la monopolización de la información. En la Argentina estamos ante una escena de mediaticidad monopólica reforzada por el algoritmo de lo que banalmente aceptamos con el nombre de redes sociales y que son en verdad aparatos del capitalismo digital, que responden a la gran propiedad privada concentrada (por caso, X es de propiedad de Elon Musk) y que nos instruyen en los modos cognitivos achatados, deshistorizados y homologados de la glocalidad del capital. Esta situación es muy problemática porque no deja espacios a las voces de minorías y además genera cierta disposición a la censura y hasta a la autocensura, idea que podría expresarse así: “para qué voy a hablar si nadie me escucha”.
–Tecnicismos incom-probables-prensibles. “La inflación anual que viaja” a no sé qué velocidad y que según ellos es menos expresión de la lucha de clases y más parecida a un tren bala. Un ejemplo. Otro emergente conspicuo se lo escuchamos en la cena organizada por la Fundación Faro, el think tank que dirige Laje, Agustín. En la ciudad menemista de Puerto Madero, el presidente sostuvo: “La canasta básica viaja a menos del 10% y los salarios crecen sistemáticamente desde abril. Sacamos a 12 millones de personas de la pobreza y a 2.5 millones de chicos de la pobreza”. Economicismo que encubre a esas personas que se arrojan con toda su humanidad en los tachos de basura para comer o hacerse de una prenda de ropa. La “novedad” del fascismo sigiloso del siglo XXI, concediéndosela, es una alarmante fuerza político-estatal destituyente de la estatalidad y encaminada a afirmar sus intenciones de dominación, basada en teorías económicas. Éstas -empalmadas con la sacralidad de la gran propiedad privada, el poder de las aristocracias tecnológico-financieras, la fuerza expansiva de los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios- ha tomado el lugar que las teorías raciales tenían en el fascismo arqueológico. De ahí que los pueblos considerados “inferiores” -en el siglo pasado: “latinos”, “eslavos”, “judíos”- hayan devenido clases: trabajadoras, construidas como “inferiores” -por eso se las puede despojar de su condición existencial- en tanto carentes de (gran) propiedad. De otro modo, esto quiere decir alejar lo más posible del Estado y del ejercicio del poder a esas clases. En esta serie de cosas, al pueblo palestino -mano de obra del Estado de Israel en tiempos de no exterminio de masas- se le quiere negar el lazo social con su tierra. Esto es: con la soberanía, lo propio, la existencia.
–Arte de la guerra/represión. Estas modalidades de la violencia devuelven protagonismo e infunden autoestisma a grupos políticos y sociales reaccionarios. En la penúltima marcha por Palestina (julio 2025), sobre Corrientes y 9 de Julio, a metros del Obelisco, un grupo conspicuos de automovilistas se bajaron de sus autos con actitud agresiva para increpar menos a la militancia que a la policía: los invitaban a reprimir la manifestación contra el genocidio. Un policía en moto se alejó y allí empezaron los improperios de los automovilistas. Quedó reverberando en el aire el pedido de uno de ellos dirigido a un policía: “laburá, limpiá la calle”. En otro orden de cosas: la represión de los miércoles en plaza Congreso presenta un proceso social degenerativo insoportable. Habla de la fuerza del Ejecutivo, que se expresa por la intimidación con medios siempre más o menos legítimos, de opaca legalidad. Un freno a tiempo puede sobrevenir de una oposición solvente, dotadas de ideas claras y convincentes, representación a religarse con el movimentismo social en conflicto con el poder de gobierno y que en nuestro país no ceja pese al arte de la guerra; y a las amenazas: una reciente la escuchamos con motivo de la última cadena nacional: “Si ustedes quieren volver atrás, me van a tener que sacar con los pies para adelante”. Con esta oración, de sesgo mortuorio, el presidente se dirigió a ese segmento del Congreso que trata de sostener dos instituciones al borde del abismo: una educativa -la universidad- y otra sanitaria -la del Hospital Garrahan-.
–Detención. Una tarea del poder fascista es la detención. Tiene distintas expresiones: exilio-persecución-muerte (Julio A. Mella, Severino Di Giovanni), persecución y asesinato (Giacomo Matteotti), persecución y cárcel (Gramsci, Cristina Fernández), campo de concentración/desaparición y genocidio en los momentos de mayor radicalización reaccionaria. La función de la detención es uniformar las sociedades: lograr la homologación absoluta de sus miembros. Y suele ser concurrente con la intimidación: “intimidar a partidos contrarios con acusaciones inverosímiles o a opositores individuales con aluviones de querellas […], demonizar a gobiernos anteriores anunciando ‘comisiones de investigación’ de manera constante” (Canfora, p. 24), vituperar a los otros poderes del Estado: si una rata aparece en su casa, señor/a lector/a, usted tratará de desalojarla. A eso invita el presidente Milei a la sociedad cuando equipara el Congreso con un “nido de ratas”: inhibir el poder más plural, clasista y federal del aparato liberal republicano democrático.
–Corrupción (choreo). “Con la tuya” puede traducirse como “eso que vos no tenés, te lo robó alguien”. Y ese alguien tiene nombre y apellido. En Europa son los colectivos extracomunitarios (la ola imparable de migrantes procedentes de mundos ex coloniales). En EE.UU. son los colectivos migrantes latinoamericanos, deportados, y encerrados por el carcelero salvadoreño. Los judíos del siglo XX han sido reemplazados por lxs inmigrantes como blanco del odio de las masas descontentas. En la Argentina esa identidad tiene una declinación política: es el K y, más generalmente, la emancipación. La idea que expresan pobremente con la frase “con la tuya”, sin embargo, no es del todo errónea: lo que socialmente nos falta es la igualdad que nos expropió la clase de la gran propiedad, que sostiene el poder teratológico de gobierno.
Propuesta
Es legítimo alarmarse, ocuparse en vez de preocuparse (la indignación es una cosa inútil si no se ordena políticamente), y no pecar de estupidez cuando observamos que se repiten estos comportamientos, que son propios del poder fascista: “Se trata de un sistema de autoridad que podría definirse como ‘reaccionarismo capilar de masas’, que gira en torno a clases medias empobrecidas, antipolíticas y vagamente xenófobas” (Canfora, p. 24). Todo esto que tratamos de interpretar ha fallado, ha encontrado un límite ante la organización de esa fuerza que en otros momentos de la historia llamamos revolución. Último: el fascismo es una latencia en la historia de los pueblos que se ofrece como apoyo a todo poder interesado en obstaculizar la emancipación. Es ésta sin embargo la potencia que logrará disputarle el consenso al poder anfibio que por ahora se ha hecho del Estado. Esa disputa no será sencilla dada la naturaleza ambigua, contradictoria, dual del poder fascista, que combina la agitación con la represión, la memoria del neoliberalismo del menemato con la “memoria completa” del horror, junto con las modalidades serviciales del poder mafioso.
Las izquierdas -revolucionarias y nacional-populares-, que tienen como horizonte y tarea la emancipación, deben enfrentar y resolver, teóricamente, desde el movimiento, y operativamente, desde la parte de la estatalidad que aún ocupamos, el problema más acuciante del momento actual: las crecientes desigualdades (que estallan con peculiaridades estrictamente nacionales en cada país).
Igualdad es una de nuestras consignas. Esa antigua virtud en clave popular quiere decir: reciprocidad social, voz pública, poder dentro del Estado, dignidad, participación en la toma de decisiones.
Viernes 22 de agosto de 2025.
*Filósofo y analista político. CONICET.
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