Martín Kohan rememora el último partido jugado entre River Plate y Platense para abordar desde esa escena la significación de la consigna «Al enemigo ni justicia» – consigna deplorable – que abre la reflexión en torno al fundamento mismo de la justicia.
Por Martín Kohan*
(para La Tecl@ Eñe)
Hubo algo que consternó a casi todos (sólo a los muy fanáticos, no) en el arbitraje de Falcón Pérez en el último “River-Platense”, disputado en el Estadio Mas. No fue tanto que se equivocara, o no fue sólo que se equivocara, como el hecho de que resultara ostensible su falta de ecuanimidad: no fallaba con igual criterio para un lado que para el otro. Si el lateral que sancionó, para el caso, hubiese sido como él lo marcó, o si el penal que decidió cobrar sobre la hora era efectivamente penal, las cosas no habrían cambiado en lo sustancial, porque para entonces ya era evidente su grosera inequidad. ¿No se lo vio acaso alentar y acompañar a Masantuono en el comienzo de un contraataque prometedor, como si, en vez de ser estrictamente el juez del partido y un jugador, contaran con la complicidad sobreentendida de quienes compartieron como amigos un picadito informal en una quinta?
Hay entonces dos discusiones distintas. Una, si un fallo determinado es correcto o incorrecto; la otra, si la manera de administrar esos fallos es pareja para las distintas partes. Lo que indignó en Falcón Pérez esa noche, desfigurando su labor de juez, es que lució gravemente volcado en una sola dirección, que en la balanza que simbólicamente sostenía no había más que un solo platillo.
“Al enemigo, ni justicia” es una consigna deplorable; porque lo que hace que la justicia sea justicia es precisamente su carácter universal: el hecho de que le cabe incluso, y sobre todo, al enemigo. No menos deplorable resultaría, sin embargo, llegado el caso, una consigna que dijera: “Al enemigo, la justicia”, en el sentido de convertir a la justicia en un instrumento parcial con que dañar al enemigo, reducirla a una herramienta manipulable con la que hostigar y perjudicar a los oponentes. Porque ahí, más que admitir la justicia pero negársela al enemigo, lo que se niega es la justicia misma: su principio, su fundamento.
Platense al final ganó el partido, y lo ganó en campo adversario. Y al cabo de unos pocos días, consiguió salir campeón. Incluso los que no creemos en Dios, ni en otras fuerzas trascendentes de esa índole, nos acordamos de Falcón Pérez y dimos en pensar que, en ocasiones, ante una defección penosa de la endeble justicia humana, una especie de justicia superior a la larga acude y prevalece, despeja arreglos y miserias, pone las cosas en su lugar.
Buenos Aires, 21 de junio de 2025.
*Escritor y docente universitario. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.