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BIOY SOBRE BORGES – POR JORGE ALEMÁN

El libro de Bioy Casares que registra las conversaciones que mantuvo con Borges durante años, revela un destino: dejar constancia por escrito de la sorprendente existencia de Borges.

Por Jorge Alemán*

(para La Tecl@ Eñe)

El clásico e inmenso libro de Bioy sobre sus cenas con Borges puede ser leído como un manual de estilo redactado desde la periferia del mundo. Es lo que vuelve a la Argentina un país excéntrico, fuera del centro, pero inventando su propio margen.

Desde el comienzo de esos encuentros Bioy supo que se encontraba con alguien que iba a devenir una figura muy determinante en la literatura universal. De este modo, a escondidas, registra las conversaciones. Bioy sabe encontrar lo más grande en el amigo más cercano. Sin embargo, la admiración por el singular protagonismo literario de Borges no le impide un tratamiento irónico del hombre que recibe en su mesa a cenar casi todas las noches. Como lo cortés no quita lo valiente, Bioy llega a ridiculizar las torpezas físicas del ciego en distintas escenas cotidianas. La captación del gran espíritu no le impide acoger con gracia el patetismo de algunas torpezas del ilustre. Ni dejar de redactar los punzantes comentarios de Silvina Ocampo, más bien siempre crítica y distanciada. Lo cierto es que los tres participan del mismo humor malévolo donde no se salvan ni las opiniones, ni las publicaciones, incluso la sonoridad, para ellos fallida y malsonante, de algunos nombres propios de todo el espectro literario.

El libro se va construyendo en una presentación de distintas secuencias de la literatura universal, tanto clásica como moderna, como si no existiera un canon literario previo que hubiese ya constituido sus jerarquías. En esto Borges se prodiga, el reparte las cartas y distribuye merecimientos por fuera de toda convención o jerarquía ya instituida, y como es habitual entre ellos,  absolutamente alejados del tronco rector español. Borges va proponiendo y Bioy se suma con algunos ejemplos oportunos que prestan énfasis a los argumentos.

La cuestión crucial para ambos reside en la adjetivación y en las metáforas, procedimientos donde ningún escritor se puede equivocar si quiere salvarse de la lupa lectora del dúo. Luego, aparecen los modos de construir narraciones donde, como sabemos, Borges nunca está cómodo con la novelas y Bioy prefiere las nouvelles como las suyas.

Ambos se regocijan en no ser españoles, o salvo Cervantes, no deberle a la península casi nada, hasta incluso perpetrar el gran error de burlarse del  Lorca en Poeta en Nueva York. Y, como era previsible, no sólo se desprecia a Neruda sino que está ausente Vallejo. De este modo, de la apuesta universal por inventar un nuevo canon literario se pasa a un cierto esnobismo provinciano. Aun así, a lo largo de los años el manual de estilo se va constituyendo en un nuevo canon universal.

El Borges de Bioy da cuenta de un gran acto soberano, mostrar que puede existir una literatura argentina que salga invicta del gran torrente universal desencadenado por la biblioteca del mundo. Nunca las izquierdas se habían atrevido a tanto, desdeñar la jerarquía del original y al modo de Pierre Menard considerar a la copia una ficción más, incluso a veces más lograda que el original. A su vez, el mal gusto antiperonista que profesan ambos llega a límites irrisorios, lo que permite pensar que el antiperonismo crudo es una de las formas más logradas de la mala educación. En esto son dos señoritos porteños que en distintas circunstancias escuchan en directo a Gardel y quedan decepcionados. Son tan indignos del grandísimo cantante que incluso años después de verlo, Borges aborrece del maestro por encontrarle un parecido con Perón. Aunque a pesar de estos traspiés propios de una idiosincrasia enferma de gorilismo, un argentino gramsciano podría perfectamente añadir estás memorias a una sería reflexión sobre lo nacional y popular en Argentina.

¿Son estas transcripciones de Bioy  fidedignas? ¿De verdad, durante tantos años Bioy transcribió esas cenas donde se discutía, con toda la literatura a cuestas, cómo no hacer el ridículo? ¿Será cierto que dedicaban horas a versos escatológicos o a malas palabras que consideraban muy logradas?

En cierta ocasión Bioy elucubró un cuento donde el relator de la radio narraba un partido de fútbol que no existía.

Tal vez sucedió lo mismo con estos encuentros transcriptos meticulosamente, cuyas cenas eran el pretexto para luego dejar por escrito constancia de la sorprendente existencia de Borges.

Madrid, 26 de julio de 2023.

*Psicoanalista, escritor y poeta.

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