En este artículo Carlos Caramello sostiene que Sergio Berni es, lejos de la caracterización que se hace de él y de las voces que lo exigen moderado, “el policía de la esquina”, el tipo que no esquiva la responsabilidad de su autoridad, el que está ahí, presente; aquel al que se puede recurrir.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“Se puede aconsejar cómodamente…
desde un lugar seguro”
Soren Kierkegaard
Hubo un tiempo en que ser policía era ser alguien: con prestigio, con autoridad, con reconocimiento… El policía que estaba “de parada en la esquina” solía ser un referente: para las madres que querían que el pibe no torciera el camino; para las señoritas, que andaban del brazo y por la calle sin temor a que “los moscardones” las molestaran más allá del piropo; para los trabajadores que sabían que no iban a ser asaltados cuando salían de sus hogares a la madrugada porque siempre estaba allí, un “cana”, de consigna.
En las escuelas te enseñaban sobre “los servidores públicos”: el policía, el guardián de la plaza, el bombero… y uno confiaba en esas figuras posiblemente demasiado patriarcales para los tiempos que corren pero que, por entonces, estaban revestidas de cierta aura que les confería confiabilidad y crédito.
Luego vinieron los años de plomo. Los desencuentros. Las fuerzas de seguridad enfrentadas al Pueblo. Las escaramuzas callejeras. Los tiroteos urbanos. La policía al servicio de almirantes y generales. La distancia inalterable.
Y, entonces, para mi generación, la Policía tornó en enemigo y, “el rati” devino ese otro al que, si se podía, había que robarle el arma. La violencia se corporizó en facciones y los uniformados de las “Fuerzas” eligieron un espacio diferente al del viejo policía del barrio.
De ese lugar, no volvieron más: los vimos hasta no hace mucho, reprimiendo maestros, golpeando jubilados, arrestando a gente que no tenía nada que ver. Lo vemos, hasta hoy, deteniendo a vendedores ambulantes, robándoles las mercancías, golpeándolos impunemente porque son senegaleses o, sencillamente, morochos. Hubieron muchos años de gestión macrista en CABA que les habilitó a esas atrocidades. Hubieron cuatro años de gestión de Cambiemos en el gobierno nacional que los resguardó en esas violencias -y otras mucho peores como matar por la espalda-, con un discurso profundamente punitivista y hasta fascista en su estructura.
Hago toda esta intro sólo para decir que Sergio Berni, ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, es “el policía de la esquina” de mi niñez.
Puede que a cierta progresía vernácula les repela su gestualidad grandilocuente, la voluptuosidad semántica de sus acciones, lo histriónico de su actuación pero, para el vecino de a pie, para el ciudadano promedio de la provincia de Buenos Aires (y acaso de la Argentina toda) Berni es “el policía de la esquina”: el tipo que no esquiva la responsabilidad de su autoridad, el poder que ejerce en el lugar “de los hechos”, el que está ahí, presente; aquel al que se puede recurrir.
Lejos, muy lejos de ser, como un compañero de este medio pretende, un personaje de Alfred Jarry, Berni es todo lo contrario a la patafísica, esa ciencia de las soluciones imaginarias que el precursor del dadaísmo y el surrealismo imaginó en su libro póstumo Hechos y dichos del doctor Faustroll, patafísico. Porque Berni es la solución real. Concreta. El tipo que se baja de su moto en el Puente La Noria y pega cuatro gritos para que puedan pasar las ambulancias que están atoradas en la ineptitud (o algo peor) de los funcionarios que, so pretexto de quien sabe qué controles que la Ciudad de Buenos Aires no ejerce, interrumpen el tránsito.
Esa progresía maximalista termina haciéndole el caldo gordo a los periodistas que aplaudían a la patricia Bullrich disfrazada de tormenta del desierto mientras bancaba el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel, y ahora se rasgan las vestiduras porque Berni porta un arma de guerra. Esos, los mismos periodistas que mañana, cuando por efectos económicos de la pandemia se incrementen los robos en el AMBA, van a pedir mano dura y dunga-dunga para “los ladrones”.
No justifico a Berni, sobre todo porque creo que no anda buscando que alguien lo justifique. Tampoco quiero hacer un elogio de su accionar que, a muchos (yo inclusive) les puede parecer excesivo. Solo trato de poner otra mirada, esa que tienen muchos sin voz que, a pesar de que los medios dicen representar al pueblo, no se ven representados.
Berni es lo que es. Y va a seguir siéndolo. A pesar de las voces que lo exigen moderado; a pesar de los bienintencionados que pretenden corregir su modales; a pesar de los melifluos que se asustan por sus armas de guerra.
Berni es Berni. Que pase el que sigue.
Buenos Aires, 3 de julio de 2020
*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”. Su último libro editado es “Zonceras del Cambio, o delicias del medio pelo argentino”.
5 Comments
EXCELENTE ¡¡¡
TAKL CUAL ….
Totalmente de acuerdo Carlos!!!
Sí , es el policía de la esquina. Al que recuerdo invariablemente con esa otra que nace en 1976 o un ratito antes. Excelente actuación de Berni. Actúa como los de antes. Ya olvidados. Sin dudas, «actúa», pero montado en su moto está donde debe estar…excelente nota. Una más!!!
Concido 100 %. Algunos pretenden q el tipo entre a un lugrar del conurbano profundo persiguiendo delincuentes, con la Biblia y un par de libros de autoayuda. El tipo está donde hay q estar y transmite un msj hacia abajo de la fuerza q conduce q no es precisamente un convento de carmelitas descalzas. Pero tambien el tipo estuvo en el corte de villa madero y charlo con los vecinos y volvió a instalar la garita adonde la gente se.lo pidió. Diciendo y haciendo. El peronismo.es asi
Preciosa reseña, cual fotografías leí , revivi aquellos tiempos.
Muchas gracias.
Aplausos