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Autorreportaje narcisista – Por Horacio González

Foto: Santiago Cichero, Revista Anfibia

Foto: Santiago Cichero, Revista Anfibia

Un periodista se presenta como «freelance» sin aclarar que la entrevista es para el periódico digital Infobae. El entrevistado responde alejado de las posibilidades de manipulación – siempre latentes – que van desde la utilización de una palabra que usa el entrevistador y luego no aparece en el reportaje, pero sí en la construcción de un título falaz, engañoso, hasta la intervención final en la elaboración de un texto que se aleja de las inquietudes expresadas por el entrevistado para ser forzado o dirigido hacia el terreno de una posible «exageración» – palabra en cuestión – ejercida desde el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, sobre la ensayista Beatriz Sarlo. Horacio González por Horacio González.

Por Horacio González*

(para La Tecl@ Eñe)

 

-Horacio González pregunta: ¿No pensó que esa entrevista en Infobae le iba a traer la consecuencia, inevitable, de que le deformaran todo lo dicho poniéndole un título por lo menos antagónico a todo lo que usted quiso decir?

-Horacio González responde: No lo pensé porque no sabía que era para Infobae, o sea que actué con la cabeza alejada de posibles manipulaciones, con un joven periodista que se presentó como “freelance”, imaginando yo que era de algún magazín digital-cultural de los tantos existentes, y no una persona que trabajaba para Infobae…

-HG pregunta: ¿Y eso cambia la cuestión? Usted dijo lo que dijo.

-HG responde: Lo que dije, de un modo imperfecto, tal como se habla por teléfono, es que era necesario indagar más en una cuestión fundamental de la historia de la cultura argentina contemporánea, como militantes intelectuales de diversas extracciones y con diversas participaciones hace más de medio siglo en las luchas políticas más atrevidas, que hoy formaban parte de las interpretaciones de un círculo de opinadores que tenían un peso específico en las operaciones de prensa contra el gobierno nacional y provincial, sin que estos intelectuales fueran por sí mismo “operadores” sino al contrario, figuras prestigiosas, que como en el caso de Sarlo, se destaca por la agudeza de sus críticas y lo filoso de sus intervenciones. Me pregunté entonces cómo se pasa de haber tenido una fuerte incidencia en el terreno intelectual universitario al mundo mágico de los medios de comunicación, donde se habla, se piensa y se formulan argumentos de un modo muy diferente al que, hasta ahora, dificultosamente, predomina en las universidades

-HG pregunta: Pero usted dijo cosas arriesgadas, por ejemplo, que ella no debió dar los nombres en el juzgado ¿acaso si no los daba, no los hacía culpables? ¿Por qué ocultarlos?

-HG responde: Desde el principio estaba claro que no había ninguna culpabilidad, al contrario de lo que sugería la expresión “debajo de la mesa”. Pero al ser citada, y mostrar los correos electrónicos intercambiados con su editor, esos materiales se convertían en una “prueba judicial”, que de antemano sugería una culpabilidad, una proposición deshonesta. No la había pues era todo público, por lo cual no decir lo nombres justamente allí hubiera sido una prueba de resistencia a la acción mancomunada del aparato judicial con el aparato mediático

-HG pregunta: ¿Pero usted no debió explicar esto más claro? Si no, parecía que había que ocultar una supuesta transgresión.

-HG contesta: Siempre es posible ser más claro, pero el momento en que se dicen las cosas siempre implica perder algo de lo que era necesario decir. Justamente mi tema era cómo iban a parar al ámbito judicial cuestiones de carácter intelectual.

-HG pregunta: Pero esta era una cuestión referida al trato igualitario en la distribución de la vacuna, cuestión central hoy de la preocupación pública. La “cuestión literaria” siempre es aquí un asunto subordinado y hasta insignificante.

-HG responde: Es que ambas cosas se tocaban en un punto. La esposa del Gobernador, que había hecho el ofrecimiento indirectamente a Sarlo, en nombre de la campaña de publicitación de la vacuna, (y esto debido a que era resistida por un sector numeroso de la población), tenía una relación anterior de trabajo en la cátedra de Literatura Argentina cuya titular era precisamente Sarlo. Soledad Quereilhac, la esposa del gobernador, es una fina investigadora de las ideas literarias de comienzos del siglo XX en el país, y su interés por el esoterismo, el magnetismo, la hipnosis o la telepatía que ocupaba a los escritores de los años 20, en especial Lugones, está planteado en su libro de tesis con maestría y sutil escritura. La misma que emplea en su carta de respuesta a Sarlo. Una extraña cuestión que bien pudiera haber sido tratada en alguna novela de Umberto Eco, estaba aquí de por medio. De este modo, dos plumas críticas de gran expresividad se encontraban años después en posiciones políticas diferentes y en medio de una discordia por la transparencia institucional, que no costaba trabajo asociar a la relación anterior por ambas mantenidas, como a la misma época de la literatura nacional por la cual se interesaban. 

-HG pregunta: ¿Y qué conclusión saca de este hecho, en apariencia banal?

-HG responde: Es que a mi juicio, Sarlo se encontraba con la respuesta de una escritura de gran nivel, que a pesar de deslizar un verbo que estaba demás, la cuestión del “cacarear”, la trataba de igual a igual y se las ingeniaba para lograr un texto que destilaba un superior desdén, mientras que Sarlo, en su correo electrónico ahora en poder del juzgado, la llamaba “publicitaria”, en una muestra de desprecio a los trabajos de Quereilhac, además de emplear una palabra “rea” que aun en la intimidad resulta agresiva, “que le pasa por la sabiola a esta chica”, o algo así, cito de memoria. Y para decirlo de alguna manera, eran maestra y discípula, compañeras, así, de trabajo académico. Años enteros sepultados en la bohardilla.

-HG pregunta: ¿Usted dice que la obligó a pasar a Sarlo a una actitud “defensiva”?

-HG responde: Evidente, Watson. Se nota en su artículo de Perfil, donde ya da otra versión de sus años de militancia juvenil en las izquierdas argentinas. Parece ahora añorarlos en cambio de su frecuente actitud de considerar que en ese pasado había otra Beatriz, “que no era yo”. O, si no recuerdo mal, que se pregunta ahora quién era esa chica repartiendo volantes a las 4 de la madrugada, cuestión que resultó en su último artículo un paso melancólico, recordando a algunos de esos rostros ya borrosos que la invitaban a tomar algo, prueba fundamental para el militante. A mí me interesaba tratar ese tema, no para inmiscuirme en la vida de ella, sino para saber más de la mía.

-HG pregunta: ¡Ah¡ Ahora comprendo. Usted quería hablar de eso y el joven periodista entablaba una defensa de Sarlo con argumentos ya dichos por ella misma, y además cargaba contra Axel.

-HG contesta: No diría que “cargaba” contra Axel. Pero quería mostrar su “exageración” al mandar una carta documento a Beatriz sarlo. Si no rememoro mal, fue el periodista free lance el que empleó la palabra exageración, que no está ahora en la versión publicada por el diario. Y de allí que de mi parte contesto. “Sí, una exageración, como todas las que hay en este episodio”. De allí sacaron el título como si eso hubiera sido el tema de la entrevista, dirigido al lector hacia una posible crítica de mi parte a Axel. En cambio, lo que me interesaba a mí era preguntarme cómo iba funcionando esa correlación entre asuntos literarios, televisión, denuncia sobre favoritismo y poder judicial.

-HG pregunta: Visto lo que usted describe, ¿no le parece ingenuo de su parte tener que dar este tipo de explicaciones? Lo veo un tanto despistado. ¿No sabía que Infobae hace siempre eso con los chorlitos? De usted siempre es posible escuchar alguna barrabasada envuelta de palabreríos demasiado burilados.  

-HG contesta: No me subestime tanto. Quise intervenir por la vía más inadecuada, sin preguntar quién era el periodista ni de qué medio, porque precisamente tenía la preocupación de que en el país se había agotado el debate. Por ejemplo, si usted lee por completo la entrevista, percibirá que hay un tema, no muy bien tratado por mí, pero que es el núcleo de una preocupación por la democracia enunciativa. Permítame llamarla así. Cada vez se leen menos los textos, pero siguen existiendo. Se los sigue reclamando. Pero en el mundo digital se los publica cortajeados por todo tipo de publicidades y reenvíos a otros artículos semejantes, de modo que constituida esa red, usted no está leyendo nada, más que un jeroglífico en permanente circulación, orbitando cacofónicamente a su alrededor. Por eso, poner un título cada vez más alejando del texto que lo sigue, es consiguientemente más tolerado, porque ha triunfado la hipótesis de que con un título basta, y si es contradictorio con el texto, mejor, y también las frases tomadas del texto para ser resaltadas, y le agrego las letras en negrita que son moscardones ortográficos que muerden los ojos. Una escala de comodidades para el lector, que aniquila le idea misma de lectura. Lo editores tienen libertad de cambiarlo todo con una titulación arbitraria y cinco o seis frases en negrita.

-HG pregunta: Pero no es precisamente Sarlo la que agiganta ese problema. Usted mismo le reconoce su historia intelectual y que se discuta por el estilo esquemático que tienen los debates, tirándonos nuestros respectivos pasados por la cabeza como viejos aún no recuperados de su borrachera.

-HG responde: Sí, pero esta vez se vio envuelta en un juego limítrofe, que es ser una roldana necesaria en la operación mediática y judicial. Fue incómodo verla entrar al juzgado con un par de correo electrónicos en el bolso, donde se develaba el “misterio”. Todo dentro de la estructura de procedimientos de la denuncia al “corrupto”. Y aún habiéndose ella disculpado por las metáforas de “debajo de la mesa”, Clarín titulara al día siguiente que el nombre de los bandidos ya era conocido por la República. La carta documento de Kiciloff no era “exagerada”, pero a mi juicio si fuera dirigida a Beatriz Sarlo, ella respondería lo obvio, que no es la que hace materialmente las tapas de Clarín. Pero “metafóricamente” sí la hizo, aunque una carta judicial no lleva a juzgar metáforas. Creo que se entendía que todos estábamos aquí en un dominio metafórico, y justamente por el entendimiento básico que todos tenemos de las metáforas, es que se hace imposible desligar a Sarlo de este juego peligroso contra el gobierno nacional, en medio de la pandemia.

-HG pregunta: O sea que Usted cree que la crítica de la televisión centralizada y corporativa al gobierno necesita de la guía y del abatimiento intelectual, como el que, entre tantos y tantas otras, da Beatriz Sarlo. El de ella, de alta calidad, pero falla cuando se pone a encabezar el sistema.

-HG responde: Usted lo ha dicho mejor que yo. Yo promuevo cierta ambigüedad, usted habla poniendo la mercadería completa en el mostrador. Mire, para mí esta situación merece muchas críticas, pero en el caso de los “cuestión intelectual”, esas críticas no pueden ser descuidadas, ser de segunda mano o descartando las lecturas que reclaman las obras de los involucrados e involucradas. La cuestión de los medios masivos es intelectual, no porque en ella hablan los intelectuales, sino porque allí ronda y da vueltas permanentemente el ritual de las palabras que el medio pone a su servicio. El medio es el fin y las palabras se calcinan en el medio. Por eso hay una especialidad, que es hablar y debatir en televisión, parodiada al infinito por la propia televisión en programas como Intratables, que demuestra que discutir es destruir la discusión. Adicionalmente, agrego que esto corre para las entrevistas periodísticas cuando éstas pierden su propósito informativo o ilustrativo (primera intención) y se dejan ganar por la “segunda intención”, la de la difamación indirecta, deformando con titulares y otros recursos semánticos y tipográficos el sentido originario que tienen las palabras. Este sentido nunca se conserva ni en el habla ni en la escritura, pero esto no implica deformarlo y reventarlo por dentro. Doy como ejemplo la pregunta que en la entrevista se me hace sobre José Pablo Feinmann. El hecho de que tratemos de distinto modo ver esta cuestión televisiva-judicial no implica que yo deba estar aclarando que nos conocemos desde 1962 y que somos amigos. Pero la agresividad que brota por todos los poros de una mala conversación obliga a esta aclaración innecesaria. Hay amistad y está por encima de todo. Si hay que aclararla, ya la ponemos en duda. Y así entramase a un mundo agresivo, sin consuelo ni esperanza.

-HG pregunta: ¿Su ingenuidad llega a tanto que cree eso posible?

-HG responde: Sospecho que aquí entremos en una polémica entrevistado y entrevistador. Será necesaria, aunque es imposible de resolver, porque usted es yo y yo soy usted.

 

Buenos Aires, 19 de marzo de 2021.

*Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional.

1 Comment

  1. ¡Ay! compañero. ¿No sabías que hoy toda entrevista es planetaria? ¿ No sabías que hablar con un desconocido telefónico es candoroso? ¿No sabías que no hay frelance que no sea un aspirante furtivo a cazador de primicias? ¡Ay! compañero. ¿Cómo podés creer que alguien cualquiera como aquel o como yo te puede
    trasladar desde el teléfono a su interpretación casera? De paso te digo que tus dos últimos textos en La tecla Eñe los leí y releí admirativamente.
    Chau.