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POSTEMILLAS/La retrocivilización – Por Vicente Muleiro

Foto: Télam

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Atribuirse una novedad es sacar ventaja discursiva. El capitalismo financiero con su “neo” (liberalismo) y sus “nuevas” (derechas) muestra una buena gimnasia. Pero las costuras se notan: donde proponen una modernización apuntan a su contrario: un retroceso civilizatorio.

Por Vicente Muleiro*

(para La Tecl@ Eñe)

Neolítico. Si algún prefijo hay que descartar en la redefinición del capitalismo transnacionalizado y financiero es ese “neo”. Más aún cuando lleva a remolque a la palabra liberalismo. Primero, porque los capitalistas actuales – los argentinos sobre todo y desde siempre- jamás han sido liberales; segundo, porque este capitalismo no plantea progresos sino regresiones. En todo caso el prefijo que correspondería es “retro”, o sea hablamos de “retroliberalismo”.                                             

Alberdi. Lo que los capitalistas de estas costas han sido siempre y siguen siendo, fue descrito por su bien amado y jamás leído Juan Bautista Alberdi, que dijo: “El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza a la represión y a la muerte”.  Es por eso que la palabra fascismo salta con facilidad cuando hablamos de nuestros derechosos.  

Clown colonial. Entre los núcleos fuertes de aquel nazifascismo histórico lo que ha quedado afuera es el orgullo nacional y el intento de soberanía. La nueva derecha clownesca, berreta y acultural, no tiene problemas con la expoliación de las riquezas que, como el litio, definirán los niveles de  bienestar económico de las sociedades futuras.

Las semillas fascitoides. En su libro “La construcción del enano fascista”, Daniel Feierstein descarta el retorno del fascismo orgánico  tal como lo padeció Europa el siglo pasado. Pero repasa con acierto que el capitalismo del siglo XXI se lleva muy bien con las “nuevas derechas” y sus semillas fascistoides, a saber: hostigamiento a sectores determinados de la población (pobres, mapuches, feministas); invitaciones a la delación (Larreta-Acuña con los docentes); ataques a corrientes populares; asimilación delito-protesta social; permanente búsqueda y reinvención de enemigos íntimos: piqueteros, desocupados, homless, jóvenes “gorritas”; ataques al periodismo no hegemónico, entre otros.

Lo neo y lo retro. El “neo” que sí calzaría, entonces, es el de “neofascismo”. Todo lo demás es “retro”. El cacareo de la modernización laboral es un llamado a derribar toda la estructura jurídica del derecho conseguida aún con sangre en el siglo XX. Otros santos reclamos de relación directa patrón-empleado piden el regreso al feudalismo, la ausencia total de mediaciones institucionales en el vínculo, de modo tal que la coacción y la necesidad del mendrugo definan las características de la explotación.

¿Retroliberales? ¿retroneocolonialistas? ¿facho-liberales? ¿fachogarcas? ¿Es importante encontrar una denominación propia, designarlos como enemigos con la carga insultante que se merecen? Y sí: una palabra que, como “gorila” ante el peronismo clásico, le ponga nombre a ese odiador orgulloso de su mezcla de soberbia e ignorancia.

Retrocivilización. Pero estas pegadas verbales no aparecen así nomás. El término “gorila” salió inesperadamente de un programa cómico y radial de los años ’50. Y serpenteó rápido por las calles de la vida y de la política, y se convirtió en un calificativo de exportación. Si se observan las reivindicaciones en las que coincide la retroderecha con el retroliberalismo, la línea queda clara. La apuesta es retrocivilizatoria.

Buenos Aires, 17 de junio de 2022.

*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.

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