Roque Farrán afirma en esta nota que el poder es una red descentralizada y multiforme que ejercemos entre todos de diversas maneras, pero eso no niega que en determinadas condiciones haya puntos nodales de condensación en la red que sean digitados por muy pocas personas. Farrán sostiene que hay que saber leer también cuándo el poder deviene en dominación.
Por Roque Farrán*
(para La Tecl@ Eñe)
El poder es una red descentralizada y multiforme que ejercemos entre todos de diversas maneras, no caben dudas. Pero eso no niega que en determinadas condiciones haya puntos nodales de condensación en la red que sean digitados por muy pocas personas. Un ejemplo bien concreto es que si no pagamos internet no podemos hacer muchas de las cosas que hacemos habitualmente (dar y recibir clases, estudiar, investigar, comprar, realizar trámites y pagar servicios), y los servicios de internet pertenecen a muy pocas personas que hoy están operando contra el gobierno elegido democráticamente. La transferencia concreta de dinero que hacemos todos los meses, contribuye materialmente a comprar diversas voluntades: periodistas, políticos, trabajadores, etc. Hay que saber leer también cuándo el poder deviene lisa y llana dominación. A veces las cosas son mucho más simples de lo que parecen.
El problema no es la comunicación ni la información que puede brindar el gobierno, a esta altura deberíamos saberlo: quienes no entienden ni se informan bien es porque no quieren hacerlo; reforzar los mecanismos persuasivos y la editorialización constante, solo conduce a exacerbar los ánimos, siempre hacia lo peor. El problema es el sujeto: la formación integral del sujeto más que su interpelación ideológica. La formación se tiene que hacer punto por punto, en cada nivel e instancia del todo social complejo. La formación no es solo transmisión de contenidos, sino el anudamiento singular de forma, contenido y afecto. El gobierno de las conductas que no desea manipular ni prestarse a la manipulación mediática, tiene que ser impecable y confiar en el uso material de cada dispositivo. No confundir las instancias y las prácticas resulta clave para no seguir reproduciendo lo peor. No podemos admitir la desfachatez de decir cualquier cosa abusando de la posición dominante o la transferencia idealizante, cualquiera sea el sujeto que así opere. Incluso en el uso de las redes sociales tenemos que ser responsables por cómo decimos y escribimos, si no queremos reproducir lo peor de aquello que nos quejamos.
¿Existe una tecnología que no ayude a explotar o extraer datos de los otros, sino que contribuya a potenciarlos, a transformarlos, que nos permita dejar de ser idiotas útiles o manipulables? Sí, existe: la escritura. La escritura es una tecnología maravillosa y simple, requiere para su práctica realizar un cruce de determinaciones (epistémicas, históricas, subjetivas) que inhabilitan cualquier algoritmo, cualquier división lógica fácil, cualquier distinción entre ceros y unos, positivos y negativos. Porque la escritura implica el cuerpo, las palabra y los afectos, de un modo que se anudan singularmente evadiendo las cajitas bien dispuestas de recolección de datos y significaciones. Sugiero usar esta modesta tecnología, incluso en esta red boba, porque permite resignificarlo todo, leer de otro modo, dejar de decir necedades. En la escritura uno no consume más que el tiempo que resta, sin promesas de significaciones trascendentes o importancias personales. La escritura es, como se dice, a puro gasto del sujeto, a pura cuenta de su deseo.
En lugar de preguntar a esta altura del partido si la revolución es deseable, habría que plantear si no es el deseo el que, a la inversa, puede ser revolucionario; o mejor: subversivo. Creo que luego de que Badiou planteara la posibilidad de un “revolucionario de Estado”, y que yo mismo propusiera hablar de “revolucionarias de Estado”, quizás estemos en condiciones de plantear la revolución del deseo desde otro lugar: ¿Quiénes están dispuestxs a asumir lo que el deseo revoluciona en los cuerpos y pensamientos, atravesando diversas instituciones y dispositivos, en relación a sí y a los otros? Porque es asumiendo la idea del fin inminente de todo que la posibilidad del deseo subversivo, no como ingenua liberación de las pulsiones, adquiere su verdadera materialidad e irreductibilidad. El deseo de perseverar en el ser puede ser tan conservador como revolucionario (después de todo revolución significa literalmente “volver al mismo lugar”). ¿Cómo puede ser? Solo cuando desear, desear vivir y desear vivir bien son lo mismo, coinciden nodalmente en un punto crítico, no queda otra posibilidad que asumir el deseo o morir. La opción es forzada, pero tiene que ser decidida.
Córdoba, 3 de octubre de 2020.
*Filósofo
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Como siempre Roque «cortita y al pié» :Existe una tecnología que no ayude a explotar o extraer datos de los otros, sino que contribuya a potenciarlos, a transformarlos, que nos permita dejar de ser idiotas útiles o manipulables? Sí, existe: la escritura. La escritura es una tecnología maravillosa y simple, requiere para su práctica realizar un cruce de determinaciones (epistémicas, históricas, subjetivas) que inhabilitan cualquier algoritmo, cualquier división lógica fácil, cualquier distinción entre ceros y unos, positivos y negativos. Porque la escritura implica el cuerpo, las palabra y los afectos, de un modo que se anudan singularmente evadiendo las cajitas bien dispuestas de recolección de datos y significaciones. Sugiero usar esta modesta tecnología, incluso en esta red boba, porque permite resignificarlo todo, leer de otro modo, dejar de decir necedades. En la escritura uno no consume más que el tiempo que resta, sin promesas de significaciones trascendentes o importancias personales. La escritura es, como se dice, a puro gasto del sujeto, a pura cuenta de su deseo.»
Gracias!