POSTEMILLAS – ¿Dónde cantamos nuestra canción? – Por Vicente Muleiro

Humanidad en riesgo – Por Osvaldo Fernández Santos
24 junio, 2020
Pasión de nadie – Por Martín Kohan
26 junio, 2020

POSTEMILLAS – ¿Dónde cantamos nuestra canción? – Por Vicente Muleiro

Por Vicente Muleiro*

(para La Tecl@ Eñe)

                       Postemilla. 1. Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor.      

 

 

Situación equis. El nudo está a la vista. Consiste en la imposibilidad de que el apoyo, las simpatías, las adhesiones y aún la militancia encuentren una alternativa pública que dé cuenta de su opción. O siquiera de sus reflejos autodefensivos frente a una derecha bendecida por desestabilizadores externos profesionales. Hay una co-responsabilidad gobierno—pueblo (escrita esta palabra depreciada en su carga reivindicativa) ante la dificultad de crear el dispositivo que manifieste la necesidad/deseo de la lucha política. De Dorrego a Alfonsín, pasando por unos cuantos, mejor no recordar lo que les sucedió a los líderes que no supieron, no pudieron o no quisieron interactuar con quienes estaban dispuestos a defenderlos. De poco sirven las encuestas que demuestran un apoyo aplastante a la política sanitaria y a la figura de Alberto Fernández si una vuelta del perro de las Hilux, las Ranger y las Cherokee, más la parla psicótica de los fachos en chancleta, ocupan el espacio. Los medios del Eje (mónico) arman en dos minutos un escenario que parece ir de La Quiaca a Ushuaia. Y luego lo retransmiten al mundo como si esa fuera la “polémica” realidad argentina. Mientras tanto, caemos  en el facilismo de ser los amargados críticos de “lo que falta”, de lo que la política representativa no hace.  Así las cosas: no encontramos los instrumentos y las voces para cantar nuestra canción.

 

Meta palo y silobolsa. La división inteligencia del periodismo de guerra de los Magnetto boy’s está con las antenas activadas. Así, con la detección de camiones de carga que escondían millonarios envíos de dinero, y a pesar de que hasta en sus medios describieron que se trataba de remesas de particulares –santas o non-santas- se tiraron el lance de aprovecharla. Como al pasar especularon con que podría tratarse de fajos para “la política” o “coimas”. Miren qué lindo combo: ruta-dinero-política. La letra K quedaba en reserva para escribirla en la carátula de algún sobre con un nombre cualquiera: pongamos un Máximo, una Nilda Garré. No llegaron a tanto, al menos por ahora, acaso porque las pesquisas ya tienen pistas evidentes. Más corajudos fueron con las depredaciones de silobolsas. Ahí la banda in the pendiente  arriesgó un posible vandalismo K. pese a la total ausencia del señor Fuentes (oficiales, reservadas o siquiera confiables) Otra vez periodismo kk.

 

Noticias humeantes. Hace unas  décadas, en los primeros pantallazos de un canal de noticias, trajinó un cronista que tenía el formidable recurso de exacerbar todo lo que cubría. Llegaba a una ruta perdida donde se tramaba un piquete y si la potencia visual era débil para la televisión aconsejaba: “Enciendan tres o cuatro cubiertas, que salga humo negro”. Después se ubicaba delante del fraguado incendio, se tapaba la cara con un pañuelo y lucía más agitado que un runner con pretensiones de fondista.  Lo que era un corte en ciernes en un pueblo perdido que noblemente reclamaba un semáforo, parecía la Comuna de París. Ahora hay otros personajes que consiguen efectos estridentes. Por caso: los manifestantes de la marginalia facha van al Obelisco porteño -o al Monumento a la Bandera de Rosario- porque saben que tendrán sus cinco minutos de fama. Los movileros trabajan de convocantes involuntarios de un tremendismo derechoso enunciado por unos muchachos/muchachas (¡muchaches jamás!) que se vuelven rápido a la casa para pedirles a las tías que hagan el mate y prendan la tele.

 

Buenos, Aires, 24 de junio de 2020

*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.

3 Comments

  1. Soledad dice:

    Grandes verdades!!!!

  2. Alberto Paradela dice:

    Sin obviar nada. Excelente Muleiro.

  3. Gastón Lamberti dice:

    ¡Qué preciso! Un cirujano de la realidad, Vicente.