“No puedo respirar” se multiplica en las calles; es el eco recogido por el pueblo americano, resonancia de la súplica de George Floyd, devenido símbolo de lucha. Es grito que denuncia la administración de la violencia como solución al racismo y la segregación.
Por Fernando L. Márquez*
(para La Tecl@ Eñe)
Se le oyó implorar a George Floyd, el “gigante amable”, durante los ocho minutos de su eterna agonía. En los confines de la existencia, esa misma existencia que minutos antes lo encontraba distraído entre amigos, ignorante de que le iba a ser estúpida pero metódicamente arrancada, en ese límite, el gigante pide que lo dejen respirar, que lo dejen vivir y, ante la falta de respuesta, inerme ante sus captores, alcanza el registro del llamado más radical que conoce lo humano: la apelación a la madre. Súplica que equivocaríamos en plantear no escuchada, ya que en realidad fue ignorada en forma deliberada por Derek Chauvin, quien impertérritamente cumplió su papel de verdugo. ¿Porqué se detendría?, habían denunciado a dos hombres de color que entregaron moneda falsa – U$S 20-, como quien pone la ficha que echa a andar la maquinaria, y la maquinaria tiene su programa, sus protocolos explicitados o no que se deben cumplir.
Como en una visión de Goya, completan la escena los tres cómplices uniformados que custodiaban (y aseguraban) el ritual de ejecución. El cuerpo del gigante afrodescendiente inmovilizado, la cabeza gacha como corresponde, forzado a besar el pavimento, con la rodilla de 400 años de supremacía blanca doblegándole el cuello, el cepo del racismo como pesadilla a repetición que impide descansar en las versiones pasadas y presentes del “sueño americano”.
Conscientes de ser filmados por testigos del crimen, los policías no se ocultaron ni trataron de impedir el registro; solo les preocupaba asegurar el cumplimiento de la ceremonia, y a ojos vista para aleccionar al pueblo. Interpelados por la vida de George, les pidieron que le tomen el pulso; al hacerlo, uno de ellos respondió, como quien cumple un trámite, como si le hubieran consultado la hora, “no se lo encuentro”, y continuó con su gestión, desacoplando en su acto la vida del registro de lo humano.
Muerto el gigante, tres minutos siguieron matándolo, matando la muerte, más allá de la muerte… ¿Qué guión ordena sus actos? ¿De qué trama siniestra son instrumentos? Evidentemente, matar la muerte es indicio de que las acciones de los ejecutores exceden el papel de verdugos; denuncian la aspiración a arrancarle a la vida todo vestigio de vida, de erradicar los “signos vitales” justamente en su dimensión de signos…
Mal haríamos en limitar la responsabilidad a éstos actores de reparto de la tragedia contemporánea, sin acceder al registro del síntoma, del síntoma social donde se entrecruzan las determinaciones del neoliberalismo con su producción de segregación, y su tratamiento por la incentivación de la violencia, negación de la política que propone la muerte como remedio a la enfermedad.
“No puedo respirar” se multiplica en las calles; es el eco recogido por el pueblo americano, resonancia de la súplica de George Floyd, devenido símbolo de lucha. Es grito que denuncia el ahogo, la asfixia, la dirección de la muerte que señala la administración de la violencia como solución al racismo, la segregación, la exclusión de cada vez más sujetos. Es la respuesta política en defensa de la vida que ofrece sabiamente el pueblo, ese gigante amable.
Buenos Aires, 9 de junio de 2020
* Psicoanalista
7 Comments
la administración de la violencia es la propuesta fascista como solución al racismo, eso no da para más.
Muy buen artículo
Muy buena reflexión
Ojalá se pueda avanzar, más allá de estos «actores de reparto», en su dimensión sintomática.
Gracias por el artículo
la limpieza étnica historica, parcialmente condenada en el siglo XX, dejó de ser una aberración social y volvió a ser una válida opción en el XXI… me deshago en dolorosas carcajadas cuando el periodista del minuto encuesta: cuanto hemos aprendido de esta experiencia?… personalmente, creo que estamos peor preparados que los murcielaguitos que intentaban recuperar un espacio vital, en un Mercado chino y ecologico… la humanidad esta tan lejos de reconocer el valor de su individual unidad como el espacio que separa una roca espacial de un canto rodado de Villa Morondanga (datos geograficos no disponibles en las bases de datos reconocidos – Google non dixit – so who fucking cares?) – podremos pretender justiciar el dia que la muerte de George Floyd tenga el peso de la de Jorge Cabezas, y v.v.
Muy bueno, Fernando!
¿Y el pulso? -No se lo encuentro.
¿Moneda falsa: veinte dólares? Más que suficiente para gozar de la satisfacción de matar tranquilamente a ese cuya existencia molesta.
Moneda falsa: la que nos adormece a los que en estos días habitamos en los brazos del capitalismo digital. La muerte de Floyd pasará de ser parte del espectáculo; donde las infinitas afrentas del racismo y la segregación son parte de lo no dicho, no sabido, distorsionado y ocultado.
Es cierto que el policía funciona como un servo mecanisme. Para que ese asesinato suceda, así, largo , tranquilo e inaudible para el verdugo.
La realidad se torció como una manta que sostiene una hola de acero..El espacio se curva y el asesino no percibe su odio .El asesino no tenes matar porque la idea de la muerte no está asociada a ese negro..La eventualidad de que pudiera matarlo ni rebasa la idea del número, del papel. La deshumanización opera primero sobre el niño que luego sería adolescente y más tarde policía.
El artículo es muy generosa con Anstrong que por ser un genio no tiene que rendir cuentas por haber cumplido su papel en el guion escrito para el en esos años. Ni entendió a los Be boopers,
Ni entendió muchas cosas, porque estaba ocupado en tocar como nadie. Pero Strange fruit, está en otra línea de pensamiento .
Me satisface escribir en la página que cedió amablemente.
Si artículo es muy sincero y está muy bien escrito en mí opinión..
Gracias