Por Vicente Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
Postemilla. 1. Absceso que supura. 2. Punta visible de un tumor.
Huevos de serpiente a la cacerola. Que un significante puede cargar aún con significados contrapuestos lo descubrieron, sin demasiado asombro, los exploradores del lenguaje. La noble cacerola, con sus reminiscencias de abuela nutricia, lo recuerda dos por tres desde que se introdujo sonoramente en el guiso político. El utensilio ha sonado a favor de búsquedas reivindicativas y hartazgos totalitarios. Pero también se ha abollado con reclamos patibularios sazonados con fake news y zancadillas varias. La comparsa de la vajilla pretende constituirse en un tramposo “nosotros” donde se posaría la dignidad y la decencia. ¿Habrá otro “nosotros” que cacerolea en sordina, con cucharas de madera y tupper de plástico, y que por eso no consigue hacerse escuchar?
Sujetos y predicados. El 4 de enero pasado, uno de los diarios del Eje (mónico) cumplió sus 150 años. Ese día, pero de 1870, Bartolomé Mitre mandó a imprimir los mil ejemplares de largada. El diario gastó ríos de tinta en recordar que sus páginas fueron una suerte de Olimpo de la lengua castellana, con firmas como las de Rubén Darío, José Martí, Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges. Hace rato que desde aquella impecable altura fue cayendo al vacío. Acaso haya tocado fondo por estos días con la reciente incorporación de figuras televisivas crecidas en la ignorancia y la bizarría. El matutino sequiscentenario ya no tiene editores que consigan encajar esas garrapateadas dentro de una mínima ética de sujeto y predicado. Insultar mal no implica escribir bien.
Animales sueltos. Pavos reales soberanos en Madrid paseándose como símbolos obvios de otras ajadas majestades. Jabalíes que cruzan urbanamente por el paso cebra en Haifa. El inefable Tamarin –primate albino con cola anaranjada- reaparecido en Colombia. Corzos adueñándose de Polonia por afuera del carnaval. Gansos silvestres en convivencia con los algoritmos financieros de Fráncfort. Cabras en Gales. Ardillas en Berlín. Chacales aullando al cielo de Tel Aviv. ¿Y bajo el cielo de la patria? Un ñandú busca en vano un hoyo en el asfalto de Ituzaingó; lobos marinos se arrastran como gusanos monstruosos por las calles del puerto de Mar del Plata; un pájaro desconocido por los ornitólogos se asoma en un jardín de Olivos; una yarará cheta pica a un mendigo en el Barrio Norte porteño. A la fauna se le ha dado por conocer mundo y acaso recuperar un hábitat del que se percibe derechohabiente. Por la Argentina, además, se pasea la desagradable especie del gorila parlante. Pero más que asombrar, cansa.
Buenos Aires, 1 de mayo de 2020
*Escritor, dramaturgo, poeta y periodista.
1 Comment
muy bueno! propio de la pluma incisiva y sagaz de uno de los mejores escritores argentinos!