Nada recibe más resistencia que el cambio, sobre todo cuando el último cambio fue retroceso, afirma en esta nota Carlos Caramello, y sostiene que los desafíos y exigencias de lo que vendrá empuja a través de la generación post-Proceso.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“Desprejuiciados son los que vendrán
Y los que están ya no me importan más
Los carceleros de la humanidad
No me atraparán dos veces con la misma red”
Charly García
Clima de época. Tiempo de Mudanza. Tensión entre lo que se resiste a irse y lo que puja por llegar. Así en la vida como en la política. Nada recibe más resistencia que el cambio. Sobre todo cuando el último cambio, fue retroceso. “Cambiamos Futuro por Pasado”: Vidal fue mejor agorera que gobernadora… (y hay quien la sueña presidenta). Porque el pasado no deja de ser un lugar cómodo, una zona de confort donde los viejos que detentan poder (que no son pocos), resisten.
No es una resistencia heroica, claro, como la del peronismo del ´55. Ni tampoco es la resistencia que propone Edgar Morin cuando dice que “el fundamento de la ética es la resistencia a la crueldad”. Todo lo contrario. La crueldad es SU herramienta. La expresión primitiva del ejercicio de ese poder que los mantiene en el Poder.
Eso sí: El Tiempo les juega en contra. De TODO lo demás pueden protegerlos los medios de comunicación hegemonizados, las incapacidades críticas de una sociedad narcotizada y la labilidad de los que venden su “moral por moneditas”, como anticipaba Enrique Santos Discépolo.
El Tiempo, que es tirano -no sólo en la televisión-, les hace trampas. Los condena al diagnóstico: es más fácil contar lo que se ha vivido como protagonista que protagonizar un proyecto de futuro. Sobre todo si se han pasado ya bien de largo los 70 abriles, se consume más viagra que análisis prospectivo y se juega a conspirar como un senador romano (aunque sólo se consigue fabular como un cenador de alguna de las comidas de Conciencia). Alguien debería avisarles que están política y virtualmente muertos… pero pasa que, los que avisan, tienen su misma edad. Y son parte de esas generaciones que han ocupado los primeros planos del último medio siglo de la Argentina, con muchos más fracasos que éxitos… salvo para sus economías personales.
Ellos/Ellas resisten. El Cambio hacia el Pasado les trajo una suerte de reverdecer mentiroso; sólo porque el Poder los elige para sostenerse por un ratito. La engañapichanga de un último fulgor que se apaga enseguida: como todo el mundo sabe, las bombillas inventadas por Thomas Alva Edison, se quemaban rápido porque la incandescencia terminaba derritiendo la resistencia.
Esos Valiosos Imberbes
Lo que Vendrá, empuja. Son la generación post-Proceso. Los que abrieron los ojos cuando ya estábamos, otra vez, en Democracia. Una democracia que prometía “curar, estudiar, comer”… No fue. Pero ellos no son responsables.
Zygmunt Bauman, sociólogo de la Modernidad Líquida, dixit: «los hombres y las mujeres de hoy difieren de sus padres y sus madres porque viven en un presente: quieren olvidar el pasado y ya no parecen creer en el futuro”. Al menos no en ese futuro devenido del trípode de poder que en los ´80s nos proponía sexo-dinero-armamento. La comunicación, el placer (lo hedonístico), la calidad de vida, el medio ambiente, juegan roles importantes en el imaginario político de esa generación que presiona y atropella a la vetustez resistente.
No se bien, todavía, si la idea es tirar lo viejo por la ventana. No pareciera, en principio, que estén preocupados por esas nimiedades. Creo que, su mayor hallazgo, es haber comprendido que una generación deviene generación política cuando se piensa a sí misma a partir de un problema común. Y su problema común no está en el futuro si no en el presente. La propia sociedad -que se llena la boca de palabras que huelen a naftalina- demanda sólo presente. Soluciones Fast Track. Porque como decía el politólogo Norbert Lechner, allá por los finales de los ´90s, “esta sociedad policéntrica ya no está a disposición de la voluntad política y, no obstante, exige política. Aquí parece radicar el mayor problema de la gobernabilidad democrática”.
Allí radica el mayor desafío de esos jóvenes que pugnan. Cuando rompan el himen de esa sociedad que aún escucha a una serie de ruinas políticas recicladas por los medios (sobre todo la televisión), se enfrentarán a una demanda de soluciones aquí y ahora, tan fragmentadas como individuadas, ancladas en odios ancestrales (sin demasiado fundamento) y despreocupadas de cualquier proyección que vaya más allá de su YO inmediato.
Esto hace que sólo nuestro seleccionado sub-cincuenta (años más/años menos) esté en condiciones de responder a esa nuevas exigencias. Y hace también que algunos mayores, dispuestos a abrir sus ojos y sus oídos (y su corazón, claro), puedan colaborar-apadrinar-ayudar-acompañar. Porque la cuestión excede lo etario para ubicarse en el lugar de lo epistemológico. Saber no es comprender.
Podría hacer nombres, pero mis co-generacionales encontrarían un nuevo motivo para enojarse conmigo. Los que están en retirada (los que no disciernen), se enojan. No es una novedad. Dicen que Sócrates decía que “Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan el respeto a sus maestros”. No lo creo. El viejo filósofo elegía rodearse de jóvenes. Y los jóvenes lo elegían… no por viejo.
Buenos Aires, 10 de enero de 2019
*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”. Conductor del programa radial Tuit-Eros, RadioHache.
2 Comments
Saber no es comprender: (LA CLAVE DEL ASUNTO)
Y TODO ACÁ ES CLAVE PARA COMPRENDER.
GRACIAS CARAMELLO!!!
Muy buen artículo. Me gusta. Es interesante acceder a otra cosa que no sea la chafalonía que presentan los medios egemónicos.