Ian Moche nos recuerda que la infancia no es un jardín protegido, sino un campo de batalla donde se juega el futuro colectivo. Allí se enfrentan la crueldad del mercado y la indiferencia de las instituciones. Y en ese escenario, la figura de un niño que se nombra y resiste nos obliga a mirarnos como sociedad.
Por Claudio Altamirano*
(para La Tecl@ Eñe)
Las niñas y niños merecen abrigo y horizonte. Sin embargo, en nuestro país, lo que prevalece es el desamparo. Infancias pobres, con hambre, en la calle, borradas de los discursos oficiales, ignoradas en las políticas públicas y silenciadas por la violencia y el desprecio del poder.
Ian Moche, un niño lúcido y valiente, ilumina con sus palabras una ternura que se niega a negociar su dignidad. “El niño coraje” se anima a decir lo que muchos prefieren callar. No pide privilegios: exige derechos. No reclama compasión: demanda reconocimiento.
“Soy autista”, proclama, con una firmeza que desarma prejuicios. No como carga, no como etiqueta de inferioridad, sino como identidad. Esa palabra, tantas veces usada para excluir, Ian la convierte en bandera. Y la agita frente a los discursos de odio que circulan con impunidad, como si nos recordara que nombrarse también es emanciparse.
Mientras tanto, el gobierno de Javier Milei castiga a los más vulnerables. Los chicos con discapacidad, los que esperan un plato de comida en los merenderos, los que dependen del Garrahan o de la escuela pública, son víctimas de una política que descarta. Donde debería haber cuidado, el Estado instala abandono.
Ian nos recuerda algo incómodo: la infancia no es un jardín protegido, sino un campo de batalla donde se juega el futuro colectivo. Allí se enfrentan la crueldad del mercado y la indiferencia de las instituciones. Y en ese escenario, la figura de un niño que se nombra y resiste nos obliga a mirarnos como sociedad
Cuando Milei lo expone en X desde su cuenta presidencial, le arrebata el derecho más elemental: el de ser niño. Convertirlo en blanco público fue un castigo, un intento de disciplinar a quien incomoda al poder. Como señaló el abogado Andrés Gil Domínguez, fue un acto de violencia institucional.
Y ya sabemos cómo opera ese mecanismo: desde lo más alto del Estado se estigmatiza y, enseguida, la jauría digital se suelta. Lo insultan, lo hostigan, difunden la dirección de su casa y de su escuela. Frente al pedido de Ian de borrar el tuit, Milei eligió la crueldad: desestimó su reclamo.
La familia acudió entonces a la Justicia. La presentación judicial comienza con las propias palabras de Ian: “Tengo 12 años. A los 2 años, mediante una consulta médica, fui diagnosticado con autismo”. En esa voz infantil resuena la denuncia: el presidente fue “partícipe activo en la reproducción y ampliación del daño”.
Pero la respuesta fue brutal en su indiferencia: el juez Alberto Osvaldo Recondo falló a favor de Milei. Una señal política que duele. Es decir: la infancia no merece cuidado, los vulnerables no tienen amparo, los poderosos pueden aplastar lo frágil sin consecuencia alguna. ¿Y la Convención Internacional de los Derechos del Niño que la Argentina está obligada a cumplir? Bien, gracias.
Cuando la ley abdica y la Justicia se vuelve cómplice, queda la ética. Quedamos nosotros. La sociedad civil, los movimientos de derechos humanos, la comunidad educativa, cultural y política tienen el deber de rodear a Ian con solidaridad y de convertir su palabra en causa colectiva.
Porque él no debería cargar con esta batalla. Es un niño. Debería estar jugando, aprendiendo, soñando. Pero la historia lo puso en el centro de una disputa mayor: la ternura contra el odio, la vida contra la lógica del descarte, la dignidad frente a la impunidad.
“La infancia es la patria de lo humano”, escribió Rilke. Negarle a un niño el derecho a ser niño es mutilar esa patria común. Y sin infancia, no hay democracia posible.
Ian ya nos mostró el camino: nombrarse, hablar, resistir desde la sonrisa y el coraje. Lo demás depende de nosotros: transformar su ternura en resistencia organizada, su fragilidad en fuerza colectiva, su voz en un llamado político que no podemos desoír.
Miércoles 20 de agosto de 2025.
*Educador, escritor y documentalista argentino.
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