A partir de dos esculturas de Moisés separadas por cuatro siglos, este breve apunte toma la más emblemática figura del pueblo de Israel para una alusión oblicua al destino incierto de una herencia cultural.
Por Diego Tatián*
(para La Tecl@ Eñe)
Terribilità es la palabra italiana con la que se nombra la mirada de varias figuras esculpidas por Miguel Ángel, entre ellas el David y el Moisés. Se cree que la acuñó el Papa Julio II, no solamente para dar cuenta de la ira, la fuerza y el vigor que Michelangelo lograba expresar en esos rostros, sino también para designar con ella el temperamento del propio artista, a quien llamaba uomo terribile a causa de su carácter indómito. El Moisés fue encargado precisamente por Julio II para su tumba alojada en la basílica de San Pietro in Vincoli, junto a un grupo escultórico que finalmente quedará incompleto, reducido a solo siete piezas de un total de cuarenta que habían sido previstas. Fue esculpido entre 1513 y 1515 y mide casi dos metros y medio de altura. La cólera en la expresión de Moisés se debe a haber encontrado al pueblo judío adorando el becerro de oro, tras su regreso del Monte Sinaí. Además de su “terribilidad” y su imponencia, el Moisés presenta una particularidad: lleva cuernos en la cabeza. Se cree que esta tradicional representación de la que esta obra es parte, se debe a una errata en la traducción de la Vulgata por San Jerónimo, quien vierte como “con cuernos” la palabra hebrea que significa “resplandeciente”. Quien ha estado cerca de él, observándolo desde abajo, pudo sentir el perturbador influjo de su “terribilitá”.
Muy distinto es el Moisés que cuatrocientos años más tarde František Bílek realizó en la ciudad de Praga. Fue terminado en 1905, destruido durante la ocupación alemana de Checoeslovaquia en 1939 y restituido con una réplica 1948. Hoy se encuentra en el viejo barrio judío de la ciudad, entre la Sinagoga y un cementerio de antiquísimas lápidas. Se trata de una figura abatida, derrotada, vencida. Su cabeza apoyada sobre el brazo derecho extendido no expresa ninguna terribilità sino solo pesadumbre y desazón, en tanto que la mano izquierda permanece aferrada con las últimas fuerzas a un papiro que, aunque no sean las piedras de las que habla la Biblia, tal vez represente las Tablas de la Ley. En una de ellas está escrito el imperativo de no matar, quizá el mayor tesoro que el pueblo judío legó a los seres humanos de todos los pueblos. Los hombres y mujeres de esos pueblos tienen hoy la urgente tarea de proteger ese tesoro, sin el que ya no seríamos seres humanos, de su malversación.
Me gusta mucho este Moisés acongojado de Praga. Más que el terrible de Roma. En vano busqué a František Bílek entre las páginas de un precioso libro de la escritora siciliana Patrizia Runfola que leí hace tiempo, Praga en tiempos de Kafka. No aparece allí. Pero nada cuesta imaginar que alguna vez el atribulado autor de La metamorfosis se detuvo ante esa figura derrumbada entendiendo de qué se trataba.
27 de junio de 2025.
*El autor es investigador del Conicet y docente de la UNSAM.