En esta nota Angelina Uzín Olleros aborda la idea de cómo las emodities o “commodities emocionales”, concepto desarrollado por la socióloga Eva Illouz, se sitúan en el mercado emocional y se venden junto a estilos de vida que se suman a estéticas políticas.
Por Angelina Uzín Olleros*
(para La Tecl@ Eñe)
En la historia de las ideas generalmente subyace una oposición entre razón y sentimientos. Salvo honradas excepciones que colocan en el centro de la escena social y política a la sentimentalidad propia de las relaciones intersubjetivas, el peso de la razón y la racionalidad fue ganando terreno a lo largo del tiempo. El “animal racional” fue el eje de un antropocentrismo que se renovaba conforme a los avatares de la marcha de esos extensos bloques epocales a los que nos tenía acostumbrados el relato escolar del pasado.
Los sentimientos, los afectos y las emociones, clasificaciones y caracterizaciones mediante, no han tenido buena prensa especialmente en la modernidad, cualquier campo disciplinar o actividad bien valorada debía ser racional y aun, en la actualidad, los conocimientos deben procurar prescindir de inclinaciones afectivas para lograr respeto y verdadera consideración. Fueron -lo son todavía- considerados las mujeres y los sectores marginales quienes están dominados por su vínculo emocional con el entorno, por eso no maduran ni tampoco pueden ser sujetos autónomos, con las consecuencias que ello trae aparejado.
Las parejas del poder siempre muestran el rostro masculino, cuando se enuncia la famosa frase “detrás de un gran hombre camina una mujer”, queremos afirmar que detrás se esconde el poder femenino, el sentimiento detrás de la racionalidad. Refrán que deberemos deconstruir.
Ahora son las emociones las que cobran una centralidad en algunos casos preocupante, porque la posibilidad de acceder racionalmente a la comprensión de cualquier contexto resulta insuficiente a la hora de dar cuenta de los acontecimientos actuales: el avance de las nuevas derechas, la renovación de movimientos fascistas o neonazis, la xenofobia en todas sus expresiones, el ascenso de jefes de estado tecnocráticos alejados del bien común, por citar algunos ejemplos.
Tenemos muchas “cajas de herramientas” para interpretar el sentido y sinsentido al que arribaron los últimos debates presidenciales, tanto en el sur como en el norte, la pregunta es: ¿cómo es posible que un candidato de ciertas características “indeseables” acceda al poder por medio del voto? En esta dirección la socióloga Eva Illouz dedica gran parte de su investigación a lo que ha denominado los “commodities emocionales” o el neologismo “emodities” en el surgimiento del homo sentimentalis. Asegura que en la teoría sociológica moderna no se consolidó una teoría de las emociones, pero existen numerosas referencias a la angustia, el amor, la competitividad, la indiferencia, la culpa, el odio, la envidia, etc.
Illouz afirma que el capitalismo construyó una cultura emocional muy especializada que hace posible un orden específico en la organización social capitalista. La “edad de oro” del capitalismo comprendida entre 1880 y 1920, en la que se estableció un sistema fabril que se expresó en las organizaciones burocráticas de la producción, es el momento de surgimiento de lo que ella denomina “literatura de consejos” que junto al cine conformaron una industria cultural para la creación y elaboración de normas emocionales.
Las emociones son investigadas principalmente por la psicología en la década de los años 60, para un futuro contexto de aplicación y utilización en el que ellas nos dominan, el ejemplo de la construcción imaginaria del parásito para provocar asco, o del tumor cancerígeno para provocar la necesidad de extirpar el mal en una sociedad. Una emocionalidad cargada de símbolos que hoy podemos advertir en discursos de campaña electoral o conferencias de prensa, en la gestualidad de algunos dirigentes o la vehemencia de legisladores en discusiones sobre leyes o eliminación de programas y proyectos estatales.
Las “emodities” se sitúan en el mercado emocional, se venden junto a estilos de vida y se suman a estéticas políticas. “El presidente no mintió, dijo lo que iba a hacer”, “no oculta su enojo o su desprecio, es sincero”, “se muestra tal cual es, sin disimulo”, son algunas de las emociones que acompañan la decisión de votar u apoyar un gobierno bajo la luz de la esperanza al final del túnel. Es así como el acceso de un análisis racional de esta coyuntura política que desprecia lo político es cada vez más difícil; el amor ya no vence al odio y la “sinfonía de un sentimiento” fue -aparentemente- derrotada por las emociones que llevan a “fingir demencia”.
Eva Illouz confirma lo que sospechábamos en la incursión por la teoría política moderna, hay un nuevo giro maquiavélico: “Maquiavelo sostenía que el éxito y la conducta públicos debían mantenerse al margen de la virtud y la moralidad privadas, y que el buen líder debía saber cómo calcular sus movimientos y manipular su persona de manera tal de parecer generoso, honesto y compasivo, al tiempo que era ahorrativo, astuto y cruel. Maquiavelo fue tal vez el primero que formuló la esencia de la personalidad moderna: su capacidad de división entre los ámbitos de acción privado y público, de distinguir y separar la moralidad del propio interés y de ir y venir de uno a otro…”
Maquiavelo describe la figura del príncipe que no logra aprobación moral, pero se considera hábil en la conducción de los asuntos comunes. En el presente, concluye Illouz, las fantasías nunca fueron tan abundantes y desconectadas con la realidad, integradas a su vez al mundo hiperracional de la información del mercado.
Texto citado:
Illouz, Eva (2012) Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Argentina, Katz.
Paraná, 2 de julio de 2024.
*La autora es Dra. Ciencias Sociales y Coordinadora Académica Maestría en Género y Derechos/UNGS/UADER.