La idea de opacidad que los medios comerciales construyen en torno al kirchnerismo. El desplazamiento de lo opaco, ya no provisto de su estela de corrupción sino de desconfianza e incertidumbre, hacia el interior del espacio Unión por la Patria. Larreta/ Bullrich: terminar con el kirchnerismo para siempre.
Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
La idea de opacidad recorre el análisis político que desde los sectores mediáticos comerciales se realiza en torno a los doce años de gobiernos kirchneristas. Lo opaco como sinónimo de una matriz abyecta que exhibe la superposición de capas geológicas de impunidad, despotismo, corrupción y barbarie que han hecho del país una extensión territorial re vinculada a la antigua idea sarmientina de lo primitivo, de lo oscuro, de lo corrupto por bárbaro. Lo sabemos, esa fue una concepción eurocentrista utilizada para juzgar esas lejanas regiones de Oriente medio como lo no civilizado o el territorio a colonizar. Ese periodismo ha sintetizado groseramente esa idea de malicia en la figura de Cristina Fernández.
En el discurso periodístico más logrado, la opacidad kirchnerista configura el árbol de Porfirio por el cual se nominalizan como hechos incontrastables, las estrechas relaciones entre lo político y lo criminal. Ya en 2015, el periodista Carlos Pagni entroncó el narcotráfico, a través del negocio de droguerías que traficaban efedrina, con la financiación de la campaña presidencial de CFK. En Fin, el kirchnerismo como el origen de todos los males del país. Una vieja historia conocida: El peronismo o el hecho maldito que desató la ira criminal de Aramburu y Rojas.
El método para enlazar esas terminales delictivas podría ser el pensado por Husserl para el desarrollo de su Fenomenología trascendental. La descripción de un conjunto de actos espurios e intencionales perpetrados por los ex Presidentes de la República, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (la persecución es notable en su caso, y derivó en proscripción e intento de magnicidio) le permiten al relato neoliberal hallar una esencia en común para fundamentar la opacidad distintiva de estos gobiernos: La corrupción política y económica que deriva en lazos de desplazamiento geopolítico hacia los territorios geográficos donde lo opaco habita. Hablamos de Irán, India, China, Rusia, Venezuela y México. Ese es el desvío que el kirchnerismo produjo y con él, el desacople de las relaciones claras, el alejamiento del fulgor occidental.
Esa semántica describe el método geológico de la opacidad kirchnerista. La corrupción que anida en todo el campo de acciones de gobierno del kirchnerismo es sistémica porque es propia del peronismo. Allí el ADN infernal de lo opaco, esa sangre bárbara que corre por el torrente impío del peronismo, sin distingos. Una inmortal, siempreviva, flor de corrupción.
Esta borrascosa cinta de enlaces tiene un capítulo final. Representa un momento dramático para la vida popular. La muerte de Néstor Kirchner. En ese trance doloroso es que se produjo la ruptura final con un bloque ideológico del que la Argentina, para el pos-neoliberalismo económico y político, jamás debió alejarse. Fue entonces cuando el desacople tuvo aroma a mundo bárbaro.
El deber del ex presidente Mauricio Macri fue, siempre desde la visión liberal financiera, volver a la normalidad, es decir, re-occidentalizar a la Argentina. La cumbre del Foro Económico Mundial en Davos de 2018 (atención, aquí entra en juego, como compañía, una figura central del tiempo político actual), fue ese punto de encuentro donde Macri puso en marcha el proceso de re-occidentalización que los grupos de poder junto al liberalismo financiero local, tanto añoran.
Lo demás ya lo conocemos: 57.000 millones de dólares que el FMI le otorgó a Macri para intentar la reelección que no fue; el préstamo más importante de la historia de la Argentina y también de la historia del FMI, que nos sumió nuevamente en la dependencia y el grave condicionamiento del futuro de nuestro país.
Para las derechas, el kirchnerismo es opacidad y encarna el mal absoluto. Es por ello que tanto Horacio Rodríguez Larreta como Gerardo Morales y Patricia Bullrich, con la insondable apoyatura mediática, proclaman como propuesta de campaña la eliminación del kirchnerismo – y todo lo que pueda vincularse a ese espacio – para siempre. Eso es la derecha, persecución, represión y eliminación del adversario político.
Pero hay un hecho final, que se expresa en el descontento de los militantes más identificados con el kirchnerismo “puro”, y que se manifiesta en el desplazamiento de lo opaco, ya no provisto de su estela de corrupción sino de desconfianza e incertidumbre, hacia el interior del espacio hoy conocido como Unión por la Patria. La opacidad se vuelve recelo o sospecha; porta un nombre y una biografía, y ni el contrapeso de otro nombre logra despejarla. Menos aún, la posibilidad de una Paso que aporte un relativo sosiego. Se ha instalado en la Unión una atmósfera de impugnaciones que deriva en una caza preocupante de “traidores” que ni siquiera posee el influjo de Chesterton o Borges.
La opacidad hacia adentro, tan cerca de las decisiones palaciegas, tan lejos de los clamores callejeros, denota el resplandor de un clima de época con aromas de centro. Expresa un momento político donde la figura excluyente del Kirchnerismo comprende que la salida a la encerrona ante un panorama electoral sumamente complicado encuadrado en la demarcación capitalista, es el acuerdo con quien ya ejerce las funciones de Presidencia desde un ministerio clave. Digamos que el presidente ha sido depuesto sin la necesidad de un golpe, o mejor dicho, sí por los golpes de mercado. Y su ministro de Economía avisó: Si no soy Presidente me voy. O bajemos en rangos de responsabilidades: el ex Ministro de Vivienda, que volvió a la intendencia y su territorio, lo dijo sin medias tintas: Si Sergio no asumía, nos íbamos en helicóptero. Ante el gambito de la dama – apertura cerrada – no falta quien vea allí el signo del putsch que configura el chantaje. Es decir, una fórmula que otorga al oficialismo escenario electoral y que los analistas políticos describen como competitiva, y un descontento profundo de las bases que anteponen el valor moral de la identidad política al intento de conservar el poder del Estado.
Una suspicacia que de tan conflictiva torna diáfanas las diferencias y augura, tal vez, una etapa de repliegue de lo que se consideró, hasta muy poco tiempo atrás, la fuerza hegemónica dentro del Frente de gobierno. Repliegue que no estará exento de heridas, pero que habrá que procesar. Porque todo no es lo mismo y el Mal Menor es una realidad.
Avellaneda, 7 de julio de 2023.
*Periodista. Docente en UNDAV.
4 Comments
Me resulta interesante pensar en la idea de un repliegue que no supone extinsión..un repliegue que espero sea reflexivo y que rescate del kirchnerismo aquellos elementos que lo hacen verdaderamente odiable por los adversarios de la derecha al tiempo que desecha aquellos otros elementos que contribuyeron con la encerrona y el posible chantaje. Gracias por esta nota Conrado. Luz sin brillos occidentales para la opacidad que cubre el pensamiento.
Gracias por la lectura y el comentario, Magali. Ojalá sea como vos escribís, y ojalá también este texto arroje algo de luz entre tanta sobra. Abrazos. Conrado.
Resulta muy interesante esta categoría de análisis como la «opacisad» una bruma o niebla que no permite ver en la actualidad lo que constituye el espacio político de Unión por la Patria y se contrapone a la supuesta «transparencia» de la sociedad normal y ordenada de las nuevas derechas locales. No podemos saber en qué desembocará mediáticamente, o cuáles serán sus efectos. Recuerdo cuando Cristina asumió la presidencia y decían que ella padecía un trastorno de bipolaridad y ahí se gestó la grieta, un país trastornado gobernado por una mujer enferma.
Opacidad, fue un error de tipeado en mi comentario.