A partir del libro de Enrique Carprintero Spinoza, militante de la potencia de vivir, Diego Sztulwark reflexiona acerca de cómo la militancia política puede hoy buscar inspiración en la filosofía de Spinoza.
Por Diego Sztulwark*
(para La Tecl@ Eñe)
¿Cómo pueden los humanos luchar por la esclavitud, como si de su libertad se tratase? Esta radical interrogación de todos los tiempos, que Spinoza formula en su introducción al Tratado teológico político (TTP) permite formular esta otra, menos ambiciosa, pero que viene a cuento de un reciente libro sobre el propio Spinoza ¿Cómo pueden los militantes políticos sudamericanos de hoy buscar inspiración en la antigua filosofía de Spinoza, como si en ella pudiera haber aportes específicos para pensar la actualidad de estos países que ni siquiera existían entonces?
00. Hilo rojo. El libro en cuestión, Spinoza, militante de la potencia de vivir, de Enrique Carpintero (Topía, Bs-As, 2020) confirma esta pretensión -perteneciente a una larga y rica tradición-, desplegando la línea recta de un trayecto que tiene en unos de sus extremos al célebre marrano sefaradí expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam, que vivió vagando por distintas ciudades de los Países bajos del Siglo XVII y en el otro el problema de la luchas que conmueven nuestro tiempo -a la Argentina y no solo-, en particular, la emergencia de nuevos modos del fascismo. Entre esos extremo -entre Spinoza y nosotros-, Marx y Freud.
01. Militante. El título del libro es de por sí curioso – “Spinoza militante de la potencia de vivir”-, puesto que reúne el nombre del filósofo con uno de sus sugerentes enunciados por medio de un término político actual -el de militante- introducido por el autor -Carpintero-, para provocar una síntesis inicial: interesa la filosofía de Spinoza puesto que ella realiza la inmanente del pensamiento y la vida común, y porque desde esa inmanencia se capta la constitución del poder de la multitud. Si hay una militancia en Spinoza habría que hallarla en la escritura de su TTP (la tesis de una democracia radical de la multitud en combate con el poder teológico político) y en las vicisitudes más o menos clandestinas de su publicación.
02. Red spinoziana. En la búsqueda de un Spinoza militante se torna imprescindible el erudito libro de Jonathan I. Israel, La ilustración radical. Su interés radica en la enunciación -y sobre todo en la documentación- del papel político del spinozismo en el cuestionamiento no sólo del poder teológico político (que utiliza la religión como fundamento de la obediencia política), sino también del proyecto de una “ilustración moderada”, respaldada por no pocos gobierno y fracciones religiosas de su época, cuya postura consistía en introducir la tolerancia, articulada a las viejas estructuras de poder. La corriente de la ilustración radical spinoziana, en cambio, “rechazaba todo compromiso con el pasado y buscaba acabar con las estructuras existentes en su totalidad, negando la Creación” y promovía un materialismo y un ateísmo de inspiración republicana y democrática. Este movimiento radical democrático funcionaba como “una red internacional dirigida a una reforma filosófica, social, ética, de género y sexualidad y también política de largo alcance” en torno al propio Spinoza y al spinozismo. Estas prácticas movimientistas y reticulares de traficantes de ideas radicales, que contrabandeaban libros sorteando la censura y la represión a nivel supranacional no deja recordar -como si se tratase de una descripción anticipada- de lo que sería siglos después el origen del primer marxismo.
03. Lo marrano del pensamiento. Siguiendo de cerca el libro de Yirmiyahu Yovel, Spinoza, el marrano de la razón, Carpintero no se refiere al carácter marrano -falso cristiano- de la familia Spinoza y sus amigos, sino que se refiere al pensador como un “Marrano del deseo”. ¿En qué se reconoce lo marrano como rasgo del filosofar?; en la experticia para “el equívoco del doble lenguaje”. El lenguaje del pensador marrano resulta inseparable del uso de la máscara, el verbo críptico y la pluralidad oculta de los sentidos en la escritura. Toni Negri escribió que lo marrano forma parte en Spinoza de una anomalía, de una no pertenencia plena en la constitución del pensamiento burgués europeo, una suerte de preservación respecto de los desarrollos de la metafísica occidental.
04. La lengua de Spinoza. A la pregunta sobre cuál fue la lengua de Spinoza el poeta Henri Meschonnic responderá: el ladino hogareño, el español literario, el hebreo en que fue educado, el holandés como lengua nacional, el latín como lengua de escritura. Meschonnic ve a Spinoza como un filósofo del lenguaje (que dejó redactada una Gramática hebrea), comprendido mejor por los poetas que por los filósofos mismos. En su libro Spinoza poema de pensamiento, expone una poderosa lectura sobre lo que puede el cuerpo en el lenguaje. Lo político -la democracia radical- se anuda así a lo poético -lenguaje que crea modo de vida, y modo de vida que crea lenguaje- espesando el combate contra lo teológico político, que sacaraliza y deshistoriza. Si Spinoza es para Meschonnic el filósofo de los afectos, no lo es tan sólo por haber sido el primero en proponerse comprenderlo más que juzgarlos, sino porque para él comprender suponía constituir las premisas de un dispositivo insurgente para hacer saltar el poder sobre la lengua, la lengua del poder. Todo el primer tramo de la obra de Carpintero se inscribe en este esfuerzo por hacerse una idea cabal de Spinoza -su vida, sus amigos, su contexto- como practica de la libertad.
05. Critica y pasión. Sobre la relación entre Spinoza y Marx, Carpintero cita la biografía intelectual que sobre este último publicó Maximilen Rubel, que repara atentamente en el Cuaderno Spinoza. Una serie de notas que transcriben enunciados del TTP y de Ética y permiten apreciar la formación de un materialismo de la libertad presente en la crítica marxista de la teoría hegeliana del Estado. Carpintero se interesa en particular en la crítica de la religión. Si en Spinoza se desarrolla la crítica del poder teológico, Marx adopta la crítica de la religión como modelo de toda crítica, y por tanto como modelo de la crítica del Estado y de la economía política. La dupla Spinoza-Marx funciona como una poderosa disposición de abolición de toda trascendencia, incluso -y sobre todo- de aquella que opera de manera terrestre, mundana (el capitalismo como trascendencia inmanentizada) bajo la forma del derecho de la propiedad privada. Spinoza y Marx como nombres para una política de las pasiones alegres y la crítica del capitalismo.
06. Spinoza en Argelia. En una entrevista a Alexandre Matheron leemos el siguiente testimonio sobre sus años de estudio: “mi principal preocupación no era tanto Spinoza. En aquella época yo era miembro del Partido Comunista (muy stalinista), acababa de afiliarme, y buscaba un filósofo que pudiera considerarse un precursor de Marx”. Una década después -fines de los años 50-, Matheron comenzó a redactar su tesis pionera sobre Spinoza, mientras daba clases en la Facultad de Argel. Por aquellos años en Francia aún no se habían desarrollado los estudios sobre Spinoza y Argelia vivía el pico más violento de su lucha por la liberación. Ya fuera del PCF Matheron se fue haciendo a la idea de que, si bien Spinoza era el gran precursor de Marx, no menos cierto es que Marx era el gran sucesor de Spinoza. Consultado sobre qué tipo influencia tuvo aquel contexto argelino sobre su interpretación de Spinoza, Matheron respondió: en el modo de comprender la teoría de las pasiones. Esta presencia anticolonial del spinozismo francés del sesenta y ocho tiene su importancia.
07. Desacatos. Carpintero señala como torpe el fragmento final del inconcluso Tratado político (TP), referido a la naturaleza de las mujeres. Ese pasaje dificulta establecer de modo inmaculado el potencial de la relación Spinoza-Marx, triplemente emancipador, cuando se los considera no sólo desde la perspectiva estratégica de la lucha de clases, pero también una concepción de la unidad humano/naturaleza (radicalmente incompatible con el sentido que adoptan bajo las categorías propias de la explotación mercantil), y de una concepción no patriarcal de la sexualidad. Al respecto, un bello texto de Maite Larrauri, Spinoza y las mujeres, repara en la spinoziana de identidad dinámica de poder y derecho en el TP. La afirmación según la cual los derechos equivalen a la constitución de potencia, supone una poderosa refutación de toda naturaleza estable, incluida las atribuidas al género. La naturaleza de un cuerpo es, para Spinoza, efecto político de sus desacatos y composiciones.
08. Atmosféricas. También Freud fue a su modo spinozista. En La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud (Topía 2007, con prólogo de León Rozitchner), Carpintero ya aproximaba ambas figuras. Freud se consideraba un spinozista de tipo atmosférico. Como escribió la filosofa argentina Mariana Gainza, ese modo freudiano de ser spinozista funciona al modo de un “inconsciente teórico” o “presencia implícita”, menos como adopción de un objeto de estudio y más como un medio común -“atmósfera”- de pensamiento. Cotejados entre sí -agrega Carpintero- Spinoza opera una ampliación de Freud, y Freud habilita una lectura nueva de Spinoza. Por momentos da la impresión de que el judaísmo mismo podría ser uno de los vectores confluyentes. De hecho, en Freud la marca judía también actúa y separa, como una disposición a pensar contra la mayoría. Una breve cita de Lou Andreas Salome ratifica la línea de afinidad. Se trata de un fragmento titulado precisamente “Spinoza”. Allí escribe la vieja amiga de Nietzsche: “resulta hermoso para mí encontrar al único pensador por quien siento, casi desde mi infancia, una profunda afinidad intuitiva y que sea, también al mismo tiempo, el filósofo del psicoanálisis” (La cita que hace Carpintero proviene del libro de libro Aprendiendo de Freud). ¿Spinoza filósofo del psicoanálisis? El filósofo Pierre Hadot también incluía a Spinoza junto al psicoanálisis en las coordenadas de un cierto tipo de saber cuyo rasgo característico era, precisamente, el de un acceso a la verdad por medio de prácticas de transformación de los sujetos. Tanto en Spinoza como Freud, leemos en Carpintero, “el camino es el autoconocimiento donde el encuentro con la libertad en uno está en la ética y en el otro en la terapia psicoanalítica”. Y aunque los modos diverjan -dado que en Spinoza se trata del “conocimiento racional de nuestra propia pasiones”, y en Freud de “hacer consciente lo inconsciente”- los reúne una centralidad otorgada al deseo y al cuerpo (eso que los comentaristas de Spinoza han llamado el “paralelismo” entre cuerpo y pensamiento y que en Freud se enuncia como lo “psicosomatismo”). Sin borrar por tanto la diferencia entre los autores, Carpintero asume que en la lectura de Spinoza tanto como en la Freud es posible teorizar una “corposubjetividad”, que él propone como la diversidad de cuerpos que dan cuenta para un sujeto (organizado como aparato psíquico, orgánico y cultural), una diversidad de espacios transindividuales en la que se constituye una subjetividad.
09. Spinoza como inspiración militante. Toda esta labor de lecturas y ensambles teórico-políticos procura dotarse de instrumentos para comprender y enfrentar los “nuevos modos de un fascismo”, actualmente articulados con el neoliberalismo, el racismo y el patriarcado. Estos nuevos modos actúan -para Carpintero- aniquilando toda experiencia del común y cualquier tipo de comunidad libre (en función de una “comunidad para la muerte”) y cancelando aceleradamente todo reconocimiento de una semejanza humana (en función de una crueldad individualista que más bien tiende a provocar diferencia y exclusiones). Spinoza como inspiración militante instaura la diferencia de una alegría de vivir, unos afectos para resistir la muerte. Un fragmento particularmente luminoso, Nervadura de lo real, de Marilena Chauí, explica esta potencia de un modo extraordinario: “Cuando nos acercamos a la obra de Spinoza, tenemos la impresión de que se trata de un pensamiento que no retrocede ni hace concesiones, sino que, por el contrario, se enfrenta al saber constituido, revelándolo como un no saber necesario cuyos cimientos arraigan en las practicas interhumanas. Tenemos la impresión de encontrarnos frente a un discurso privilegiado, porque es el discurso del excluido que interroga el sentido de la exclusión en lugar de negarla, evidenciando cómo y por qué los poderes establecidos la requieren; y al hacerlo subvierten repentinamente nuestra suposición de que tales poderes serían inconmovibles, pues revela la fragilidad real que los determina, y la nuestra, si somos convivientes con ellos”. Un discurso privilegiado, el de Ética que constituye la más impactante “máquina de guerra”, aquella cuya eficacia no pasa por la superioridad en la posesión de las armas, sino por su capacidad de alcanzar a los adversarios “allí donde los engranajes de sus máquinas se atascan, permitiendo que lo nuevo se exprese”. A este coraje spinoziano se apela cuando se evoca la actitud militante.
Buenos Aires, 2 de noviembre de 2022.
*Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política.