En este artículo Julián Axat sostiene que una inclusión social al consumo y al mercado como desafío del nuevo gobierno, sin niveles de politización y poesía, podrá ser riesgo de un nuevo fracaso. Frente a la herencia macrista, algunos hablan de moderada transición, otros de la necesidad de ir a fondo. En este vaivén entre posibilismo, ensueño y limitación será, seguramente, la tensión que marcará los tiempos políticos de lo que vendrá.
Por Julián Axat*
(para La Tecl@ Eñe)
En un video que circuló bastante en las redes, escuché al joven político Leandro Santoro decir lo siguiente: “… Nosotros creemos que la amistad es una bandera muy poderosa, y que el ejercicio de la amistad, es el ejercicio contracultural más fuerte que tenemos para luchar contra el neoliberalismo. Cuando nos digan que en política no hay amigos, estamos frente a un traidor. No renunciemos nunca al ejercicio de la amistad… Cuando Cristina habla de la necesidad de firmar un nuevo contrato social ciudadano, está hablando de fijar un horizonte ético deseable sobre el cual debemos construir –después- un pacto social, o antes, un pacto social para alcanzar ese horizonte… Necesitamos recuperar la poesía como herramienta de lucha y concientización. Se puede también poder experimentar de manera colectiva. Y se tiene que poder hacer de la capacidad poética de soñar un instrumento para logar articular un colectivo que sea lo suficientemente poderoso para poder romper con las estructuras de pensamiento vigentes y hegemónicas… Necesitamos poder construir conciencia política con hechos y acontecimientos que vayan más allá del consumo y la economía; porque después parece que incluimos a la gente al consumo y al mercado y después nos asombramos que terminan votando a la derecha… Si vos distribuís la riqueza y no politizas, si vos lo que generas solamente es capacidad de consumo, pero no generas solidaridad social, y a ese proceso de redistribución del ingreso no le pones poesía, mística, rebeldía, coraje… o sea, no lo planetas como los términos del un proyecto que te trascienda a vos como ser humano, obviamente que vamos a terminar fracasando por nuestro propio éxito…” (1)
Percibo en las palabras de Leandro Santoro una vuelta a la frescura del decir; deslumbra la convicción y el énfasis con el que pronuncia la vuelta del aura a la política. El coraje del decir (pharresía) aquello que el burócrata profesional de la política asume como retórica gastada de clichés, Santoro sacude esas telarañas hablando de amistad, solidaridad, sueños y poesía. Hablar de poesía en una mesa política suele descolocar a los incautos, pues –a esta altura– se supone que el taller literario es un esnobismo o destello que se les permite solo a algunos en un momento de gracia que todos aplauden.
Por el contrario, la poesía ante la política en el lugar del ensueño y poíesis (poēsis – ποίησις) es ‘hacer’, ‘materializar’ la ‘memoria’ y ampliar la ‘posibilidad’ de lo real. Desde que Platón echó a los poetas de la República, los poetas fueron perseguidos y proscriptos por ampliar el campo de lo posible en la política de la Polis. A partir de su éxodo, la relación entre el ciudadano y el soberano fue la obediencia y la racionalidad instrumental, pero también un principio duro de realidad como límite. Es la comunidad organizada basada en la disciplina del rebaño y no en la amistad y el amor. Pero también en la belleza sobre la que –en el gobierno de los poetas– rige la verdadera libertad del ciudadano como si fuera un artista.
La relación instrumental entre gobernantes y gobernados, es lo que permite “lo dado” en estructuras epistemológicas hegemónicas controladas por la policía-gendarmería de la acción y el pensamiento (2), ajena a cualquier juicio poético fuera de contexto, que haga tambalear lo dado. Por lo tanto, la conciencia política de los súbditos aparece como hecho superficial y mecánico, más vaciada o heternómica “debo porque así me lo exigen la realidad o lo hacen los demás” (en el juicio Kantiano se actúa por deber y punto), que a la posibilidad “autonómica” de experimentar la novedad y el riesgo de una vida político-poética con un horizonte ético deseable, basado en la consciencia de sí, en la inquietud por uno mismo y los demás.
En este sentido, poesía no es un grupo de elegidos que asesoran, escriben o colaboran con el buen gobierno, sino el trastocamiento de una racionalidad puramente instrumental, limitada y burocrática; a otra racionalidad que estira la capacidad de lo pensable, representable y medible de esa realidad. Y que incluso se permite el ensueño como parte de la experiencia política entre quien gobierna y quien es gobernado (3).
Cuando pienso en la ensoñación, pienso aquí en un materialismo ensoñado como lo pensara alguna vez León Rozitnchner (4), en el sueño afectivo que emana del cuerpo político y que hace que cada relación vivida con alguien o algo pueda aparecer como sentida y cualificada en su ser presencia o rememoración del cuerpo de la madre del cual cada uno se ha desprendido, cortada por la castración patriarcal, quien la ha ocultado y aparece como espectro. La ensoñación poética es la que permite una nueva relación y el surco materno afectivo. El retorno alucinado a ese espectro simbólico, las cualidades sensibles y ensoñadas de la madre en uno y en el pensamiento.
Hay ciertas ideas que algunos considerarán románticas, de una épica gastada -demasiado moderna quizás- varias veces derrotada en el siglo XX. Pero es “resto” de un pasado que vuelve como iluminación más allá de las catástrofes, y que la posmodernidad no ha podido borrar aun como deseo de búsqueda, de generación de detectives salvajes detrás de fragmentos de un tiempo derrotado que podrá volver a ser utopía o nuevo deseo.
La poesía está ahí, entonces, como materia Biopoética de la ensoñación cívica (5). Y no es un mero ejercicio de escritura. Es una forma de hacer política y establecer una relación con el contrato social. No renunciar nunca al ejercicio de la amistad. Un nuevo estado de situación ante lo posible e imaginable en la consciencia ciudadana atrapada en el contrato social de los traidores, basado en una malla biopolítica que le impide salir, pero que será siempre desobedecida por el reflujo de la vida como rizoma. Es una forma de ver de nuevo el mundo y colocar el cuerpo, de recargarlo, de encontrar belleza en un raptus colectivo emocional y diverso (ensoñación). Un registro de recuerdos que marcan la senda del porvenir de una comunidad confesable-inconfesable, intentando escapar del todo de las variantes actuales de la catástrofe social (6).
Cuando Santoro, dice que necesitamos poder construir conciencia política con hechos y acontecimientos que vayan más allá del consumo y la economía, pienso en William Borroughs cuando aseguraba que el lenguaje es el instrumento más eficiente de control de las conductas y la sociedad: pero uno control que se ejerce no solo desde afuera, por medio de eslóganes políticos, publicitarios, informativos, educativos; sino desde uno mismo; desde las ilusiones constrictivas, el proyecto que somos desde que nacemos y el miedo a no cumplirlos, la ideología. El virus de ese lenguaje se implanta por segmentación (Cambridge Analytica) y se mete en la piel como sinestesia al fin.
Como la pastilla roja de Morpheo en el film The Matrix, solo un “contra-lenguaje- desde la poesía”, pero pensado como política (ya no solo como micro-política-poética, sino como macro-político-poética), puede de-construir estos sutiles mecanismos del poder sobre los ciudadanos, para despertarlos de semejante pesadilla.
La poesía más que nunca, cargada de futuro
Santoro habla de recuperar la poesía como herramienta de lucha y concientización. Y no es necesariamente una interpelación a los poetas que escriben. “Entiendo que toda poesía, todo arte, ha de ser hoy más que nunca, un arma de guerra”, decía Miguel Hernández en plena guerra civil española (7). Esta es una vieja y superada discusión en torno al carácter del arte y de la poesía en la vida, pero también en la política. Es una discusión que no ha dejado de tener vigencia: ¿Debe la poesía ocuparse de temas coyunturales, sociales, políticos? ¿O la poesía tiene que mantenerse “pura”, al margen del devenir histórico? ¿La poesía sirve para algo, es una herramienta o arma de lucha? (8)
Quienes afirman que la poesía debe mantenerse indiferente de los mal llamados temas políticos-sociales, excluyen con arbitrariedad un tema que es tan propio del hombre como el amor, o el deseo de trascendencia: la lucha cotidiana. Para los cultores de la “pureza” en la poesía y en los peldaños más altos el mundo de las letras, la lucha social, lo habitual, resultan temas forzados y artificiales. Existe una visión estereotipada de la poesía que la define como un lenguaje hermético, inaccesible, referido sólo a temas metafísicos… Ante esta postura podemos preguntar: ¿por qué algo tan humano como la lucha por la justicia debe permanecer al margen de lo poético? ¿No hay poesía en los cantos heroicos, allá por el origen de las letras, cuando los pueblos forjaron su identidad en una historia y un proyecto común? ¿La épica no es poesía? Cabe agregar a estas preguntas, con especial interés para quienes creen que la poesía, la política y la vida deben marchar divorciadas, si lo que realmente les resulta irritante es la relación entre poesía y vida cotidiana. Quizás sea eso, o quizás sea el hecho de que la poesía adquiera una mirada histórica desde abajo, con una óptica plebeya y no oficial, visión contraria a la que nutría a las antiguas épicas y al Estado.
En nuestro país, existen muchas visiones de este problema, lo cierto es que luego de la dictadura 76/83, el objetivismo poético se instaló en el campo de las letras y se quedó hasta fines de los 90. Así como el mercado se impuso y privatizó la política, también lo hizo en el mundo de la poesía y las letras, llevándola a salones, camarillas y editoriales de selectos escribas. Es decir, fuera del espacio público, fuera de la polis. Muchas de las voces de los 60/70, que pensaban que la épica en las palabras eran parte del cambio, la revolución y las lucha políticas, recién fueron apareciendo a partir de 2001, y –de la mano del la recuperación de las voces de poetas desaparecidos, asesinados y proscriptos- fue haciéndose evidente incluso para las nuevas generaciones que eso existió, el lugar que la poesía y la política podían volver a compartir (9)
Néstor Kirchner poeta, Joaquín Areta presidente
Cuando Néstor Kirchner asumió su mandato en 2003, tuvo que asumir una pragmática del porvenir sin dogmatismos, teniendo en cuenta que sus restricciones eran políticas y económicas, pero sobre todo sociales después del descalabro de diciembre de 2001. El equilibrio en el poder no dejaba lugar a proezas o piruetas que pudieran poner en riesgo el lugar conseguido. Fue el tiempo o largo plazo el que dio lugar a las decisiones más arriesgadas. Así fueron apareciendo movimientos que fueron precisos y hasta quirúrgicos: para modificar la Corte, para dar un giro en la política de derechos humanos, para modificar el sistema previsional, etc. La pragmática de Néstor fue tiempista, y acompañada -en cada paso- por su jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Pero en algún momento de 2005, Néstor Kirchner se topó con la poesía; en realidad se encontró con la historia de un poeta desconocido hasta entonces, a quien nunca conoció, pero que vivió en La Plata como él y se encuentra desaparecido desde 1977. El poema “quisiera que me recuerden” leído en la apertura de la feria del libro en el año 2005, marca el encuentro entre poesía y política, pero también muestra un legado que, visto luego de su muerte en octubre de 2010, genera el misterio de ese legado, pero también la pregunta sobre la forma de la política. Néstor Kirchner poeta, Joaquín Areta presidente (10).
Es claro que Néstor no estaba obsesionado ni interesado en la Poesía, pero si con el arte de lo posible como animal político que –sin duda– era y que lo llevaba al hecho poético. El cruce entre un imaginario impensable (poético) y uno al límite de lo pensable (político), como simbiosis no especulativa o estratégica (como pretendió alguna vez Beatriz Sarlo); deja un tipo de responsabilidad histórica en la trascendencia, que tarde o temprano abandona la mera pragmática y entra de lleno en la ensoñación.
Néstor entregó hasta su cuerpo en la vorágine política ensoñadora que luego asumió su compañera Cristina Fernández, desde una racionalidad política mucho más rígida, sin ese nivel de ensoñación, pero no por ello menos mística y transformadora. Coincido aquí con aquella imagen de Ricardo Forster, de que el Kirchnerismo fue una anomalía, y como tal, Kirchner, su nombre, habilitó el regreso, bajo nuevas condiciones, de lenguajes emancipatorios extraviados entre las derrotas y los errores; hizo posible una lectura en espejo de otras circunstancias históricas al mismo tiempo que nos desafió a que encontráramos las palabras que pudieran nombrar lo que permanecía sin nombre de este giro de la historia (11).
Y apropósito de la libreta roja de Areta, dice Forster:
“… Poemas de la memoria de quien nunca será portador del recuerdo sino, apenas, ¡apenas!, constructor de un puente invisible por el que volverán a cruzarse los pasos de los vivos y de los espectros. Poemas que susurran desde una lejanía inalcanzable que, por los enigmas, de la historia encuentran sus lectores en un tiempo atravesado por lo antiguo y lo nuevo… Poemas, uno en especial, recuperados por una voz venida del sur e impulsada por los vientos patagónicos nos conmovió por su carga anticipatoria, como si la escritura del aquel joven se hubiera juntado con el decir emocionado y lúcido de quien había llegado a la Presidencia de la Nación en nombre de una generación diezmada…” (12)
Como si la escritura del aquel joven se hubiera juntado con el decir emocionado y lúcido de quien había llegado a la Presidencia… Aquí vuelvo a meditar los dichos de Santoro que son anteriores a la elección de las PASO de agosto, y marcan un tiempo del decir distinto al que se abrió luego, es decir ahora, antes del 27 de Octubre. Cierta cautela del candidato ganador Alberto Fernández y sus huestes, que avanzan con pragmatismo a pie de puntillas, sin grandes anuncios para el eventual porvenir; en un tipo de cautela que hasta pone nerviosos a otros del mismo lado, que sí ilusionan cambios de trascendencia (reforma constitucional, agraria, nueva ley medios, democratización de la justicia, fin de comodoro Py, etc.), aprovechando la sinergia de un gran triunfo, pensando en movimientos que si no se hacen de entrada, costará mucho hacerlos más tarde.
La auto-crítica a lo ocurrido en 2015 exigirá no subestimar a ciertos actores del establishment que buscarán no perder nada cuando sean invitados a la mesa del gran acuerdo, como tampoco olvidar que una inclusión social al consumo y al mercado, sin niveles de politización y poesía, podrá ser (de nuevo) riesgo de un fracaso. Frente a la herencia macrista, algunos hablan de moderada transición, otros de la necesidad de ir a fondo. En este vaivén entre posibilismo, ensueño y limitación será, seguramente, la tensión que marcará los tiempos políticos de lo que vendrá.
Sabedor del proceso de salida de 2001 a partir de 2003, habrá que ver cómo Alberto Fernández conjuga y elige esos imaginarios, y cómo los articula –entre- sí frente a las demandas que urgen el giro de timón.
Buenos Aires, 1° de octubre de 2019.
*Poeta y abogado
NOTAS:
(1) El video completo de Leandro Santoro, puede verse en: https://portaldenoticias.com.ar/2019/06/08/leandro-santoro-y-una-reflexion-sobre-la-politica-y-la-poesia-mira-el-video/
(2) Sobre la “gendarmería del pensamiento y el discurso”, véase el reciente artículo: https://revistazoom.com.ar/la-gendarmeria-del-discurso/?fbclid=IwAR0HQ6QTaGVnv1hLAiv0OYVmQRbUc576cagdW633a6TSo_7zyC6mWFw3FtE
(3) Despliego aquí ideas que encontré en el maravilloso libro “El lugar de los poetas. Un ensayo sobre estética y política”, de Luis Alegre Zahonero, Edit. Akal, , 2017.
(4) León Rozitnchner, materialismo ensoñado, Tinta Limón, 2011.
(5) Sobre la Biopoética, véase: http://w3.ufsm.br/grpesqla/revista/dossie08/RevLitAut_art04.pdf
(6) La metáfora climatológica “la catástrofe” como algo natural es un urdido eufemístico del lenguaje político, expropiando como quería Lucrecio, la física por la poesía. El Macrismo es “la catástrofe social” por arrasamiento de los tejidos sociales más débiles de la sociedad argentina. Sobre Macrismo y Catástrofe, véase: https://fetia.org.ar/la-catastrofe-social-que-deja-macri/
(7) En una reciente exposición sobre la literatura argentina, veo que un poeta conocido se hace las mismas preguntas: https://www.infobae.com/cultura/2019/09/26/poesia-para-millenials-de-la-mano-de-fabian-casas-y-una-postal-del-mundo-literario-ya-comenzo-la-nueva-edicion-del-filba/
(8) La poesía como un arma. 25 poetas de la España Revolucionaria. Mariano Garrido editor. Ocean Sur, 2009.
(9) Un excelente resumen de esta historia se encuentra en la tesis de Emiliano Tavernini: Poesía, política y memoria en la Argentina reciente: La colección Los Detectives Salvajes (2007-2015): http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/75218 Véase también “Escribir poesía después de Juan Gelman”, Pag/12: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-238145-2014-01-21.html
(10) Apuntes sobre la libreta de Joaquín Areta y la herencia Kirchnerista: https://lateclaene.wixsite.com/la-tecla-ene/axat-julin
(11) Es Ricardo Forster quien mejor ha analizado el concepto de “anomalía” en su libro “La anomalía Kirchnerista” Edit. Planeta, 2013. De hecho el problema Benjaminiano de la poesía en la política en Néstor Kirchner, se puede leer de la pluma del propio Forster en el prólogo al libro de Joaquín Areta publicado en 2013 por jefatura de gabinete, Presidencia de la nación, un Viento del Sur y Los Sueños ya Soñados. Prólogo, en Siempre Tu Palabra Cerca, Memoria en Movimiento, 2012. véase Pág. 55/56 en: https://issuu.com/maurobellini/docs/siempre_tu_palabra_cerca
(12) Ricardo Forster, ob. Citada. Pág. 56.
1 Comment
Está perfecto lo que Ud. dice. Sucedió eso con la revolución sandinista. Que después perdió la mística por impericia de algunos dirigentes es otra cosa. Algo más, cuando Ud. escriba, trate que el pueblo lo entienda. Así su mensaje tendrá un efecto más valorado.