El periodismo argentino atraviesa su día con preocupación por el deterioro de la libertad de expresión y el derecho a la información. Los trabajadores de prensa son perseguidos por el poder Ejecutivo, los medios públicos están intervenidos y Télam cerrada, los salarios son de pobreza y las redacciones se achican en todo el país. En este escenario, los impactos tecnológicos y los riesgos a la soberanía cognitiva ni siquiera están siendo debatidos.
Por Rosaura Audi*
(para La Tecl@ Eñe)
El deterioro del oficio y su precarización, la represión a la prensa por parte de las fuerzas de seguridad, la persecución y el agravio a los periodistas, la desaparición o adquisición de medios pequeños de las provincias por parte de grupos empresariales y la destrucción del sistema de medios públicos de la órbita nacional, hacen de este Día del Periodista una jornada de absoluta oscuridad.
Es un momento de ensombrecimiento no solo para el periodismo de Argentina, porque el poder, en países que se jactaban de su libertad de expresión, está tratando de aplastar la búsqueda de la veracidad.
“Nuestro sagrado estado de derecho está siendo atacado. El periodismo, las universidades y la libertad de expresión están siendo atacadas. Y el miedo alarmista se está extendiendo por nuestras escuelas, nuestras empresas, nuestros hogares y hasta nuestros pensamientos”, dijo el periodista de CBS Scott Pelley el 19 de mayo en la Universidad de Wake Forest.
El 8 de mayo pasado, en una transmisión en vivo por streaming, el presidente Javier Milei lanzó una afirmación que no puede pasar desapercibida: «Los periodistas son las prostitutas de los políticos. Si odias al político, al periodista odialo más porque cobran para hacer lo que el político no hace”. No fue la única vez que lo hizo, ya que a diario se dedica a atacar a periodistas, incluso a aquellos que lo ayudaron a instalar el desprecio de la representación política y las instituciones democráticas. En algunos casos llegó al acto de denunciar periodistas ante la justicia.
La posición de Milei ante los comunicadores es violenta, simplista y antidemocrática, porque sin libertad de expresión no hay posibilidad de hablar de un país democrático. El periodismo debería existir para molestar al poder (político y económico), incomodarlo y revelar las desviaciones. El famoso tábano de Sócrates, luego tomado por Natalio Botana en ese diario maravilloso que fue Crítica.
Es cierto que una parte del periodismo masivo y capitalino que en la actualidad se asusta y se escandaliza por la posición gubernamental, es aquel que fue funcional a amplificar la voz de la locura y la destrucción.
Pero en Argentina, los periodistas no son 30 porteños con renombre que pretenden juzgar lo que la sociedad debe o no debe hacer; son unos 12 mil en todo el país, según fuentes sindicales, que buscan seguir adelante con un oficio completamente golpeado y cuyo rumbo se vislumbra desconocido ante el avance de la inteligencia artificial y los procesos automatizados.
La encuesta de este año del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba), da cuenta de esta realidad. El 70,5 por ciento de quienes trabajan en prensa en AMBA tienen un sueldo por debajo de la canasta básica. El 55 por ciento de los encuestados dijo tener dos o más empleos remunerados para llegar a fin de mes y un 15 por ciento hace changas, vende ropa, cuida personas y diversas actividades que le sirvan para sobrevivir. No se puede pretender que en esas condiciones una persona salga a batallar la verdad de su tiempo, aunque siempre habrá algunos que lo logren por sobre todo. Así se degrada no solo la vida del trabajador, sino también la potencia que alguna vez tuvo el periodismo como función crítica de la democracia.
Por otro lado, los intentos de silenciamiento son múltiples. Uno de los más graves es el vaciamiento de los medios públicos bajo la órbita del Estado nacional. El cierre de Télam, la transformación de la programación de la TV Pública y Radio Nacional en una grilla casi exclusivamente de entretenimiento, el apagón de los contenidos locales en las emisoras de las provincias, la censura de temas opositores a la gestión en sus pantallas y micrófonos, y la utilización del sistema entero como caja de resonancia del discurso oficial, han desnaturalizado el rol público e informativo que esos medios tenían. Incluso señales educativas como Pakapaka fueron orientadas hacia una programación que busca moldear la mirada de los niños desde el aparato estatal. La Relatoría para la Libertad de Expresión (RELE) de la CIDH, en su informe más reciente, advirtió sobre el deterioro sostenido de la libertad de expresión en Argentina durante 2024. Entre los principales puntos señalados se destacan los ataques y estigmatizaciones desde el Ejecutivo hacia periodistas, el uso excesivo de la fuerza en protestas sociales y una creciente judicialización para silenciar voces críticas.
Al señalamiento de la RELE, en el cual solicita que se invite a su relator a relevar el panorama del país, se suma la ausencia de un sistema de comunicación entre Estado y ciudadanía, y la falta de sostenibilidad de los medios pequeños, comunitarios, alternativos y populares distribuidos en todo el territorio para garantizar la libertad de expresión y el derecho de la población a estar informada. El sistema precedente de pauta oficial, que Milei eliminó desde el Estado central nacional, aunque sigue distribuyendo recursos con total discrecionalidad desde reparticiones no adecuadas, ya era deficiente en este punto. Hubiese sido revolucionario modificar el sistema y no eliminarlo para concentrarlo más aún.
Uno de los hechos concretos que impacta en la relación del gobierno con los trabajadores de prensa, es la represión a las coberturas de protestas sociales. La más evidente de ellas es la de los jubilados que reclaman una pensión digna frente al Congreso de la Nación en Caba. En esas jornadas de los miércoles, varios reporteros gráficos fueron atacados por las fuerzas de seguridad. El caso del reportero gráfico Pablo Grillo fue el de mayor gravedad, dado que tuvo pérdida de masa encefálica por un impacto en la cabeza y aún se recupera. Un golpe que, según los peritajes iniciales, fue intencional.
Mientras eso sucede en Buenos Aires, en el resto del país se producen despidos, crisis salariales, cierres y achicamiento de medios, además de adquisiciones de medios locales por parte de grupos empresariales como Televisión Litoral SA (Canal 9 Bahía Blanca, Canal 8 de Tucumán, Canal 11 de Salta), entre otros.
El periodismo no nació para ser condescendiente con el poder sino para cuestionarlo, y tendrá que encontrar nuevas formas y nuevos espacios para mantener ese espíritu de Moreno, de Walsh y de tantos otros que en este país batallaron de verdad por la libertad. Mientras parte de la ciudadanía ha dejado de informarse a través de esta estructura de medios deteriorada, las plataformas ocupan un rol importante en la circulación de contenidos, pero muchas veces lo hacen bajo lógicas que lobotomizan el pensamiento crítico y algoritmos que reemplazan el debate por consigna.
Estamos en tiempos en los que la soberanía cognitiva está en peligro y el deterioro de la democracia se profundiza.
Buenos Aires, 7 de junio de 2025.
*Periodista. Ex subsecretaria de Medios Públicos.
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Excelente descripción de la situación del oficio y de la política actual en la Argentina.