Para el periodista Hugo Presman, la oposición viene por una amputación de derechos sin anestesia y un reseteo social anterior a 1910. El campo nacional y popular sólo se resigna a conservar lo que queda, a realizar los ajustes con anestesia y negociar con el FMI.
Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
Nadie convoca a vivir un sueño. Desde la oposición que paladea un posible triunfo, hay una competencia para demostrar quién es más halcón. Proponen un plan de amputación de derechos y desmembramiento económico que avizoran que puede provocar reacciones de magnitud. Para ello se colocan en papel de víctimas de aquellos que intentarán resistir su plan transformador profundamente conservador, cuando sólo serán receptores de la resistencia de los sectores sociales a los que pretenderán avasallar. A diferencia del 2015, dicen claramente lo que van a hacer, lo mismo que los condujo a un fracaso gigantesco pero en forma superlativamente potenciada, y más rápido. Para ello necesitan de las Fuerzas Armadas para reprimir. Y no hay que dudar, porque la historia los avala con sus crueldades perpetradas por los bisabuelos, abuelos y padres políticos de esta concentración de neoliberales profundamente antiperonistas que actúan bajo el nombre de “Juntos por el Cambio”. Para no engañarse con los matices, es bueno recordar el reportaje que Jorge Fontevecchia le hizo a Horacio Rodríguez Larreta en el bisemanario Perfil del 5-11-2017, cuando afirmó: “Vidal y yo somos lo mismo que Macri”.
En el oficialismo, nadie convoca a vivir un sueño. Sobre la finalización del plazo para anotar a los candidatos, se desechó la fórmula que pintaba con fuerte aire de derrota del aún verde Eduardo “Wado” de Pedro y el muy maduro y conservador Juan Manzur. Incluso habían filmado un spot de lanzamiento de la fórmula. El pragmatismo los arrojó a la banquina, lo mismo que al candidato presidencial Daniel Scioli, un hombre que ha convertido los desprecios que le infligen en la llama de su optimismo perenne.
La fórmula de la unidad terminó impulsando a Sergio Massa, un hombre que difícilmente alguna vez haya celebrado el Día de la Lealtad, que presidió la Juventud Liberal de la UCEDE en la Provincia de Buenos Aires entre 1994 y 1996, que Graciela Caamaño (hoy ingresando en Juntos por el Cambio) lo afilió al peronismo luego que su ex marido Luis Barrionuevo lo adoctrinara en un viaje a la Costa. En una nota en la revista Anfibia escrita por el periodista Andrés Fidanza y el sociólogo Lucas Rubinich, y reproducida por el periodista Diego Genoud en su reciente libro “El arribista del Poder. La historia no publicitaria de Massa”, se puede leer: “Llegó a Punta Mogotes el sábado y todavía era de la UCEDE. Volvió a San Martín el domingo, tras un paso breve pero intenso por la casa veraniega de Luis Barrionuevo, y su nueva condición era la que había ido a buscar: peronista.”
Por estas cosas del pragmatismo político, el que se abraza hoy con Barrionuevo, un ultra menemista, es Wado de Pedro, el frustrado candidato de Cristina Fernández. Massa hizo base en la ANSES donde hizo una buena gestión del 2002 al 2007, reemplazó como Jefe de Gabinete a Alberto Fernández cuando era intendente de Tigre desde el 2007, cargo en el que duró un año y donde soportaba estoicamente las bromas de Néstor Kirchner que lo llamaba Rendito por su cercanía estrecha con el canciller de Clarín, Jorge Rendo. Rompió en el 2013 y le infligió una derrota a Cristina Fernández en la Provincia de Buenos Aires, pero si bien en las presidenciales del 2015 logró un 21%, en las legislativas del 2017 salió tercero nada menos que en Tigre. Seguramente ese fue uno de los motivos que lo impulsó a volver a aliarse con Cristina, a la que había denostado con calificativos y promesas de grueso calibre, lo mismo que a la Cámpora. Socio muy minoritario de la coalición, presidió la Cámara de Diputados hasta que la crisis lo propulsó como prácticamente Primer Ministro y casi Presidente en ejercicio. Fue el hombre que evitó el abismo, según las dramáticas declaraciones de Jorge Ferraresi, Intendente de Avellaneda y ex Ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat de Alberto Fernández, que afirmó: “Massa asumió un día antes que nos fuéramos en helicóptero”.
Desde esa situación extremadamente difícil, Massa intenta ser valorado por lo que evitó mucho más que por lo que logró. No por algo, cuando juega al fútbol lo hace de arquero.
Con lo que evitó le alcanza para ser el candidato de la unidad. Ganar la elección siendo Ministro de Economía de un gobierno con más de 100% de inflación, con un incremento fuerte de la pobreza y una distribución regresiva del ingreso, necesita ser en su puesto futbolístico preferido, la suma de Amadeo Carrizo, Ubaldo Matildo Fillol y el Dibu Martínez. Pero Massa es un hombre de una extrema ambición de poder y eso es un indiscutido capital que posee. La presión a su favor de los gobernadores de Catamarca, Santiago del Estero y la Rioja fue importante para inclinar el resultado final.
Un balance provisorio y muy expuesto a errores que el tiempo seguramente despejará de la interna oficialista, arroja una pérdida importante de poder de la mayor convocante del oficialismo, que es Cristina Fernández. No pudo colocar a nadie suyo en la fórmula presidencial, aunque el merecido premio de la candidatura a la vicepresidencia de Agustín Rossi, alguien que a pesar de injusticias padecidas nunca negó su condición de kirchnerista, aunque llega ahí por gestión de Alberto Fernández que logró, pese a su debilidad política, colocar a algunos de sus reducidos funcionarios en buenas ubicaciones.
A pesar de su pérdida de poder, Cristina Fernández mantiene su peso en la Provincia de Buenos Aires donde posiblemente logre que sean elegidos sus dos candidatos a senadores, Eduardo de Pedro y Juliana di Tullio, y como primer diputado va Máximo Kirchner.
Nadie convoca a vivir un sueño en el oficialismo.
Unos, la oposición, vienen por una amputación de derechos y un reseteo social anterior a 1910. Lo prometen y están orgullosos de hacerlo sin anestesia. Jujuy fue una muestra de que nada los une más que la represión de la protesta social
El campo nacional y popular sólo se resigna a conservar lo que queda, a realizar los ajustes con anestesia y negociar la soga que el macrismo compró con el FMI, y que es el mayor impedimento para no seguir descendiendo definitivamente a la categoría de colonia. Simbólicamente, el campo nacional encuentra su candidato en un político que juega de arquero, no en un delantero que haga goles, que es la única forma que se obtienen los triunfos.
El país necesita de cambios muy profundos que el campo nacional y popular no asume y mucho menos discute. La oposición se refiere a cambios profundos, opuestos a los que se necesitan. Eso es lo que ensombrece el futuro, lo que propicia el escepticismo, mucho más cerca de una pesadilla que de un sueño.
A distancia difícil de precisar está Javier Milei y sus propuestas, muchas de las cuales escapan el análisis político y entran en el territorio de la psiquiatría. Pero que tenga un número significativo de votantes se explica por el descontento profundo que sectores sociales tiene hacia la política y los políticos, lo que es una hipoteca que es imprescindible levantar. No parece que se pueda levantar si seguimos perdidos en el territorio de la falta de ilusiones.
En las PASO del oficialismo, Juan Grabois posiblemente reciba los votos testimoniales de todos aquellos que quieran expresar su disconformidad con la postulación de Sergio Massa.
La izquierda trotskista tiene pequeños avances que no superan su carácter testimonial.
La historia a veces, en pocos casos excepcionales, depara sorpresas. Néstor Kirchner lo fue en un sentido. Carlos Menem lo fue en otro.
El tiempo develará si el pesimismo pronosticable se confirma o la historia nos tiene reservada una bienvenida y positiva sorpresa.
Buenos Aires, 28 de junio de 2023.
*Periodista. Co-conductor del programa radial EL TREN, con más de 19 años en el aire. Contador Público recibido en UBA. Fue profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma Universidad.
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Gracias Hugo. Ojalá celebremos nuestros erróneos pronósticos. Si así no fuera, muchos pesares deberemos soportar.