Hugo Presman ejemplifica, con tres casos de nuestra historia, los procesos de obstruccionismo – y resistencia – al desarrollo de una Argentina con futuro, soberanía política e independencia económica, sintetizados en la idea de “Patria o Colonia”.
Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
Desde su nacimiento, dos modelos en pugna dirimen su supremacía. De ahí surgen sus referentes encarnando la voluntad de constituir una patria o forjar una colonia. De constituir una Nación Latinoamericana o repúblicas balcanizadas. Como sostenía el ensayista, historiador y político Jorge Abelardo Ramos: “Somos un país, porque no pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser latinoamericanos”.
Durante el siglo XIX, el conflicto fue entre las incipientes artesanías de las provincias del norte surgidas como respuesta a la demanda de la mina de plata del Potosí y las provincias de la pampa húmeda agropecuarias, teniendo como leitmotiv fundamental la apropiación de los recursos de la aduana de Buenos Aires. Eso originó 60 años de guerras civiles concluida parcialmente en la batalla de Pavón, en 1861, cuando se iniciaba la Guerra de la Secesión en EE.UU. y que duro cuatro años, hasta 1865. Las guerras civiles argentinas concluyeron en 1880 con el triunfo de los sectores de la pampa húmeda, el SUR, mientras que en EE.UU. triunfó el norte industrial. El poder económico de la época estaba constituido por los comerciantes importadores del puerto de Buenos Aires, cuyos dos máximos representantes fueron Rivadavia y Mitre, que querían (y este último lo logró) arrasar las provincias del norte; y los hacendados quienes, con la ley de Aduanas de Rosas de 1835, las protegían, pero no aceptaban nacionalizar las rentas de la Aduana. Los coroneles de Mitre, Paunero, Sandes, Arredondo, Rivas, tenían una ferocidad que hasta envidiarían los grupos de tareas de la ESMA.
El modelo primario exportador parecía definitivamente triunfante y lo fue de 1880 a 1930. Con las crisis del capitalismo mundial (Primera Guerra Mundial 1914-1918) y la crisis de 1929/1930, fue surgiendo la industria de sustitución de importaciones, a través de la cual se fueron incorporando como obreros industriales a los descendientes de los derrotados de las guerras civiles. Esos que un día luminoso irrumpieron en la Reina del Plata y cambiaron la historia. Era, como dijo Scalabrini Ortiz, “el subsuelo de la patria sublevada”. Para destruir la Argentina moderna modelada de 1945 a 1955, se bombardeó Plaza de Mayo, se fusiló, se proscribió, se intentó la destrucción de una Argentina con futuro en 1955,1966,1976, Menem, Macri y ahora, como síntesis superlativa de todo lo anterior, con Milei.
Puedo dar como ejemplo cientos de hechos históricos, pero lo ejemplificaré con tres casos
Patria o colonia (1)
San Martín y Alvear.
Vinieron en el mismo barco. Formaron parte de la misma Logia Lautaro. Incluso algunos historiadores sostienen que podrían ser hermanos por parte de padre, Diego de Alvear, que habría embarazado a la verdadera madre de San Martín, Rosa Guarú, una indiecita que tuvo un niño (sería San Martín) que trabajó en la casa de Gregoria Matorras y Juan de San Martin, como niñera, quienes lo adoptaron como propio.
Distinto sería el comportamiento de los presuntos medio hermanos. Carlos María de Alvear, ante el retorno de la nobleza al poder en Europa, luego del avance y retroceso de la Revolución Francesa, le escribió una carta, en 1815, a los 15 días de ser puesto como Director Supremo, al embajador británico en Brasil, Lord Strangford, llevada por el cipayo Manuel García, que decía:
«… Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución… Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos… Yo deseo que V.E. se digne escuchar mi enviado, Don. Manuel García, acordar con él lo que V.E. juzgue conducente y manifestarme sus sentimientos, en la inteligencia que estoy dispuesto a dar todas las pruebas de sinceridad de esta comunicación, y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para realizar el proyecto, si en el concepto de V.E., puede encontrar acogida feliz en el ánimo del Rey y la Nación. Dios Guíe a V.E”.
San Martín, en cambio, afirmaba menos de un año después: “Seamos libres y lo demás no importa nada”. Cuando se proclama la independencia, el 9 de julio de 1816, en su versión original sólo la proclamaba de España. San Martín montó en cólera y presionó para ampliar la declaración, de manera que diez días después se agregó, “y de toda otra dominación extranjera”. Los Alvear de ayer y de hoy siempre están atentos para cambiar de amo y seguir siendo súbditos.
Muchos años después, ante la heroica defensa de Rosas al bloqueo anglo francés, San Martín afirmaba: “Los argentinos no somos empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.
Patria o colonia (2)
Braden o Perón.
El 21 de mayo de 1945 presentó sus credenciales el nuevo embajador de los EE.UU., el ingeniero Spruille Braden, 51 años, que había heredado de su padre la compañía minera Braden Cooper en Chile. Había desempeñado un papel importante en la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia defendiendo los intereses de la Standard Oil. Había sido embajador en Colombia y Cuba, en donde apoyó a Fulgencio Batista.
Rápidamente pasó a ser el coordinador de la oposición en la Argentina, como lo reconoció el banquero Carlos Alfredo Torquinst cuando declaró al finalizar la gestión del embajador: “Usted fue para todos nosotros la columna vertebral de una sana reacción.” Era el que vino a combatir desembozadamente loque consideraba, junto a la Unión Democrática, “el nazismo criollo”.
El objetivo máximo era el derrocamiento del gobierno; el de mínima, terminar con la carrera política de Perón y como solución intermedia la entrega del gobierno a la Corte.
Braden y Perón se entrevistaron cuatro veces: el 1, el 13, el 30 de junio y el 5 de julio.
El primer encuentro fue protocolar; en el segundo, Braden manifestó sus quejas por las restricciones que sufrían los corresponsales extranjeros para enviar sus informaciones, a lo que Perón promete una solución. No hay información de la tercera y la cuarta fue tumultuosa y terminó muy mal. Cuenta Félix Luna, tal vez en su mejor libro, “El 45”, haciendo referencia al testimonio del Dr. Arturo Sampay, que Braden reclamó por las propiedades definitivas de bienes alemanes y japoneses incautados por el gobierno argentino y pidió que las líneas aéreas norteamericanas pudieran realizar escalas comerciales en territorio argentino en cuyo caso, de ser favorables, no pondrían obstáculos a una eventual candidatura presidencial. Perón le había respondido que las combinaciones económicas eran posibles, pero había un problema muy grave para llevarlas a cabo.
– ¿Cuál problema? – preguntó Braden
– Pues, qué en mi país, al que hace eso, se lo llama hijo de puta.
Braden se manifestó airado y se fue sin despedirse.
En conversación con Félix Luna en Madrid, Perón agregó y cambió algunos detalles: “Una vez pidió entrevistarse con el presidente Farrell, pero Farrell no quería recibirlo y me pidió que lo atendiera yo. Lo recibí en el Salón Blanco, en la Casa de Gobierno. Él llegó, dejó su sombrero y nos pusimos a hablar a calzón quitado, como hablábamos siempre. Y me empezó a plantear una serie de problemas. Yo le dije: “Vea, embajador, nosotros, como movimiento revolucionario, queremos liberar al país de toda clase de férulas imperialistas. Usted se ha embarcado en una tendencia totalmente contraria a la nuestra y nosotros estamos en contra de lo que ustedes, los americanos, quieren, de acuerdo con su embajador. Me acuerdo que me habló de Cuba, me dijo que había estado allí y que Cuba no era una colonia – porque yo le había dicho que no estábamos dispuestos a ser una colonia-. Entonces le dije: “Mire, no sigamos, embajador, porque yo tengo una idea que por prudencia no se la puedo decir”. “No, dígamela”, replicó él. “Bueno- le contesté- yo creo que los ciudadanos que venden su país a una potencia extranjera son unos hijos de puta…”. Se enojó y se fue”.
Patria o colonia (3)
Néstor Kirchner y la primavera latinoamericana contra Bush.
Noviembre del 2005. Mar del Plata como escenario. El dueño del mundo subió al avión con gesto contrariado. “Estoy un poco sorprendido. Acá pasó algo que no tenía previsto”, afirmó. El fundamentalista George W. Bush, prestidigitador módico y prepotente, había intentado cambiar el temario de la Cumbre de las Américas a través de su testaferro, el presidente mexicano Vicente Fox. El motivo formal era: “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. El verdadero objetivo era descongelar el ALCA, invernado desde hacía casi dos años. El presidente Néstor Kirchner fue contundente: “No es tema de esta cumbre”. El presidente norteamericano se acercó al empresario mejicano elegido presidente, una especie de Mauricio Macri azteca, y le dio la mano. En el mundo unipolar, lo que antes se hacía por detrás del escenario, ahora se concretaba bajo las cámaras y reflectores. El tema quedó instalado y se concretó una discusión insólita para estas Cumbres. Los países integrantes del MERCOSUR, con diferente apasionamiento y la enconada resistencia de Venezuela, libraron una batalla donde el protocolo quedó archivado. Los epígonos del ALCA, con Canadá y México como abanderados, intentaron hacer pesar la prepotencia del número: 29 a 5. El presidente argentino afirmó: “Aquí no nos gusta que nos patoteen.”. Los cinco países disidentes representaban el 75% del PBI de América del Sur.
La confrontación fue narrada por el presidente venezolano Hugo Chávez: “Les dije a Néstor Kirchner y su equipo que los felicitaba. Los mosqueteros eran tres, pero aquí fuimos cinco: Néstor, Tabaré, Lula, Nicanor (Duarte) y Hugo. En este debate inédito, Kirchner fue nuestro D’Artagnan”. La magnífica resistencia de Chávez permite ser indulgente con su error literario: los tres mosqueteros siempre fueron cuatro.
El ALCA (Área de Libre Comercio de las América) nació en 1994, empezó a concebirse en 1989, como tantas otras inequidades, bajo las piedras del Muro de Berlín. Era el complemento potenciado de las políticas diseñadas por El Consenso de Washington.
La llave maestra para consumar el despojo total, en medio de la euforia y penetración neoliberal, fue el ALCA, concebido en 1994 y que debía entrar en vigencia en enero del 2005.Todo el desparpajo, la insolencia, la impudicia, están concentrados en este instrumento cuya aceptación, en los términos en que fue concebido, representa una rendición incondicional. Redactado en términos ultra leoninos, se mantuvo oculto varios años donde se hablaba de las enormes ventajas de una propuesta desconocida.
Bajo el argumento del libre comercio, se usaba a nivel internacional el sofisma que El Salvador y EE.UU. pueden negociar en un pie de igualdad. Pero la alevosía no concluye ahí. Mientras El Salvador, para simbolizar a toda América Latina, debía abrir totalmente su mercado, EE.UU. se reservaba el mantenimiento de sus subsidios. Esos que permiten que cada vaca norteamericana, europea o japonesa reciba diariamente un importe que duplica, triplica o en algunos casos cuadriplica el monto con que sobrevive la tercera parte de la población del planeta. Es como si se considerara que una pelea entre Mike Tyson y un chico de diez años es competitiva, pero para que resulte aún más equitativa al chico se le atan las manos. En realidad, un sistema de mercado único debería tener criterios como el del polo, en donde cada jugador tiene un hándicap, que es la ventaja que le da el adversario para que el cotejo resulte parejo.
Garantía irrestricta de sus inversiones, competencia norteamericana en el área de servicios, penetración de sus empresas en las compras gubernamentales de los países miembros en un pie de igualdad con las compañías locales, unificación de las jurisdicciones, levantamiento de toda restricción a los capitales, posibilidad de denunciar por competencia desleal el cumplimiento de las funciones básicas de los Estados, unificación de las leyes de patente bajo criterio norteamericano. Era convertir en un destino inexorable la primarización de las economías latinoamericanas. Es decir, la división internacional del trabajo que, como decía hace cincuenta y cinco años antes Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, consiste “en que unos países se especializan en ganar y otros países se especializan en perder”.
Un ejemplo histórico, extraído de la historia de la potencia hegemónica, ilustra que lo conveniente es hacer lo que ellos hicieron, no lo que dice que realizaron.
Terminada la Guerra de Secesión, unos años después, Ulises Grant, el jefe del Ejército del Norte triunfante, fue elegido Presidente. Invitado a conocer la Madre Patria, fue llevado a Manchester, donde se había radicado la poderosa industria textil. Miles y miles de telares trajinaban día y noche. Las autoridades inglesas le dijeron: “Esto fue posible gracias al libre cambio”. Grant reflexionó un momento y respondió: “Dentro de cien o doscientos años, cuando nosotros tengamos una industria textil semejante, también seremos librecambistas. Hasta entonces seremos proteccionistas”.
Funcionarios norteamericanos, cuando se sinceran, confesaban sin tapujos: “El ALCA es la forma de incrementar los mercados y las utilidades de las empresas norteamericanas”.
El ALCA era el estatuto legal del coloniaje. Era institucionalizar en forma superlativa la década del noventa. Hoy, dos décadas después, Milei quiere romper el Mercosur y firmar un tratado de libre comercio con EE.UU. La eterna confrontación de Patria o Colonia. De ser Patriota o ser Cipayo.
Colonia o Colonia
Peter Lamelas-Javier Milei.
El futuro embajador norteamericano en la Argentina, Peter Lamelas, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU., declaró los objetivos de gestión: “Mi función consiste en salir al campo y asegurarme de que erradicamos la corrupción y apoyamos a Milei y al Gobierno de Milei en todos sus esfuerzos por llegar al fondo del atentado de AMIA y asegurarnos de que Cristina Kirchner reciba la justicia que se merece”. (Que esté presa de por vida.) Resaltó que existen “23 provincias y cada una de ellas tiene su propio gobierno independiente”, y advirtió: “Que podrían negociar con fuerzas externas, con los chinos u otros, para que vengan y realicen proyectos en esa provincia en particular, lo que también podría dar lugar a corrupción, a corrupción por parte de los chinos”. Y agregó: “Una de mis funciones como embajador sería viajar, viajar a todas las provincias y dialogar y establecer una verdadera colaboración con esos gobernadores”.
El gobierno se mantuvo mudo, lo cual es lógico, porque en materia de economía gobierna el FMI, en materia de política exterior es meramente el seguimiento de la política norteamericana (Argentina es, detrás de Israel, el segundo país con mayor coincidencia con las votaciones de EE.UU. en la ONU) y en materia social, los grupos dominantes que sostienen a Milei esperan la destrucción de los derechos sociales y la dispersión de movimiento popular. Milei suscribiría gozoso las declaraciones del vicepresidente de Agustín Pedro Justo, Julio Argentino Pascual Roca, sólo que reemplazando la metrópoli. Dijo aquel vicepresidente de la primera década infame: “Argentina forma parte virtual del Imperio Británico”, al firmar el acuerdo Roca-Runciman.
“Vale recordar la sabiduría popular”: “Si te portás como alfombra, no te quejes si te pisan”.
La oposición, salvo Fuerza Patria y la izquierda, y alguna otra expresión aislada, no pudo ni quiere reaccionar porque son serviles con vocación de colonia.
Milei, el presidente más insultador de la historia, que se auto percibe león, pero que ante el verdadero poder se vuelve un gatito mimoso, como bien lo caracterizó Myriam Bregman, no pronunció ninguna de sus descalificaciones de barra brava para Mauricio Novelli o Hayden Davis, que presuntamente lo han “engañado”, aunque parecen mucho más sus cómplices. Borges afirmaba que: “Para injuriar, ni siquiera un lenguaje se necesita”.
Recapitulemos: Perón (“En mi país, al que hace eso, se lo llama hijo de puta”), Néstor Kirchner (“Aquí no nos gusta que nos patoteen.”),están muertos. Cristina Fernández (“Si algo me faltaba para saber que estoy del lado correcto de la historia y de la vida, es ver y oír cómo la Sociedad Rural y el futuro embajador norteamericano, festejan que estoy presa”) está imposibilitada de participar. Algunos dirigentes jóvenes, con porcentajes elevados de soberanía en sangre, tienden a emerger.
Nuevas manos enarbolarán la bandera de un país libre y con justicia social y lo llevarán a la victoria. Como dice el ensayista Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caer, levantarse y volver a luchar”. La destrucción al final de esta pesadilla será peor que una guerra, cuando se disipe el optimismo de un porcentaje significativo de la población, fruto de la desesperación y de espejismos y trampas dignos de Leonardo Cositorto.
En lo sucedido, y lo que sucede, hay que evitar interpretaciones superficiales. Buena guía es el razonamiento del escritor Juan José Becerra: “Porque esta pesadilla histórica es un producto de la historia, no de la pesadilla”.
La lucha continúa. En el diccionario la derrota está antes que la victoria, pero ésta está más cerca del final.
Martes 29 de julio de 2025.
*Periodista.
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