La relación de sometimiento de nuestro país con Estados Unidos siempre ha sido un mal negocio para nuestro pueblo y una gran oportunidad para dirigentes al servicio del Departamento de Estado.
Por Marcelo Brignoni*
(para La Tecl@ Eñe)
Váyanse al carajo, yanquis de mierda,
que aquí hay un pueblo digno,
aquí estamos los hijos de Bolívar y de Tupac Amaru,
y estamos resueltos a ser libres
Hugo Rafael Chávez Frías
De alguna manera el cipayo cubano impulsado como futuro embajador de Estados Unidos en Argentina, puso blanco sobre negro en su paso reciente por el Senado Estadounidense. Lo que todos sabemos hace mucho tiempo ha quedado explicito.
Salvo muy elogiables excepciones, la política exterior argentina, desde hace 40 años, y aun antes, ha estado sometida a la colonización de la embajada norteamericana sobre el conjunto de la dirigencia política, social, judicial y empresaria de nuestro país.
Las dinámicas antiimperialistas que intentaron pervertir el statu quo del orden de sometimiento establecido, han sido absorbidas por la política de cooptación del Departamento de Estado y presentadas luego en un escenario que las banaliza y las despoja de todo potencial de cambio. El peronismo, que había surgido como una manifestación contracultural, soberana y antiimperialista, se transformó, Menem mediante, en un objeto comercial reducido a remeras con la cara de Evita, pero con comportamientos que hicieron ver a los cipayos de la India como gente con autonomía y convicciones nacionales.
La lógica imperial de Estados Unidos y “su” globalización, asimila las críticas y las neutraliza vaciándolas de cualquier contenido peligroso hasta convertir la imagen del Che Guevara o de Evita en un símbolo de moda inofensivo.
Estas prácticas reflejan las capacidades de un sistema, el soft power estadounidense, preparado para la reabsorción, cooptación y neutralización de las fuerzas hostiles. Un sofisticado aparato ideológico lo vuelve impermeable y hace posible la adhesión de las mayorías a su propio martirio. Pero su mayor éxito, fracaso de esta última versión del peronismo mediante, es propiciar un escenario de individualismo depresivo asociado con un fatalismo anclado en los sentimientos de incertidumbre respecto al futuro, generando niveles de ansiedad y de violencia intrafamiliar y social que impiden la percepción de cualquier ser colectivo que esperance un futuro mejor.
En este estanque de desilusión y desesperanza pesca la ultraderecha, al ver la pérdida de conciencia de lo que fuimos alguna vez y la imposibilidad de una salida colectiva, inhibida en un ámbito laboral y político frágil, donde nuestros derechos pueden ser flexibilizados o desaparecidos, y donde cualquier señal de protesta o utopía de cambio será condenada. Son señales que propician la ansiedad, la insatisfacción, el estrés y la frustración, y aunque parezcan problemas individuales, en realidad los padecemos colectivamente en el resultado de sus comportamientos sociales y sobre todo electorales.
En este presente aparece la llegada del señor Peter Lamelas, delegado imperial de turno que a diferencia de embajadores anteriores que operaban con igual injerencia, pero con más discreción, no solo pretende humillarnos, sino y centralmente que se vea cómo lo hace.
Mientras tanto la patética dirigencia argentina protesta por las formas, pero no por el contenido de la misión de Lamelas. Es muy difícil encontrar dirigentes políticos sociales o empresariales, e incluso miembros del Poder Judicial, que no tengan en su haber un pedido de entrada para poder asistir a la reunión de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham), una visita a besar la mano a la Embajada, un pasaje pago a Estados Unidos para hablar bien de ellos, un subsidio recibido de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para alguna organización de la que participan o un pedido de adscripción a la Red Internacional de Cooptación conocida como Red de Acción Política (RAP).
El informe anual regular que el Departamento de Estado envía al Congreso de Estados Unidos cada año sobre el accionar de su representación en la Organización de Naciones Unidas ante el comportamiento de los 192 países que la integran, muestra que en 2024 Argentina acompañó el 82% de las votaciones impulsadas por Washington, solo por debajo de Israel, pero en lo referido a lo que Estados Unidos considera las 19 votaciones más importantes, Argentina alcanzó un récord del 97% de coincidencias, incluso superior al de Israel, que voto un 92% de las veces lo peticionado por Estados Unidos.
Es bueno recordar que las coincidencias de nuestro país con Estados Unidos en votaciones en Naciones Unidas, en tiempos del cipayo riojano creador de las relaciones carnales, fueron de “tan solo” el 70%.
El mismo informe indica que analizando el comportamiento del resto de los 32 países de América Latina, coincidieron en promedio con Estados Unidos en las votaciones de Naciones Unidas en un 41%.
Aun en tiempos de Biden -el informe referido data de 2024 cuando Linda Thomas-Greenfield estuvo al frente de la USUN- se señala que “los ocho países con la mayor coincidencia con los Estados Unidos” fueron, en orden decreciente, Israel, Argentina, Hungría, Reino Unido, República Checa, Micronesia, Canadá y Lituania. Es muy elocuente lo de Hungría, sobre todo para desmitificar el “antiimperialismo” de Víctor Orban.
La relación de sometimiento de nuestro país con Estados Unidos siempre ha sido un mal negocio para nuestro pueblo, y una excelente oportunidad para nuestros patéticos dirigentes, de transformarse en mercenarios a sueldo, buenos sueldos, del Departamento de Estado. Ejemplos sobran. No alcanzaría el texto de este articulo para enumerarlos.
Si bien este señor Lamelas cree ser el gerente designado en una franquicia de su empresa madre, es necesario reflexionar sobre los supuestos beneficios de la sodomización de Argentina ante Estados Unidos. Con solo cotejar algunas cifras resulta imprescindible abogar por la autonomía estratégica que nuestro país debe tener en política exterior. Un solo ejemplo para no aburrir; en materia de inversiones solo en Jujuy, Salta y Catamarca, en el capítulo de minería, hay en desarrollo proyectos de empresas chinas con aportes que superan los 3200 millones de dólares. Además, a mediados de abril, Beijing aceptó renovar por otros doce meses el tramo activado en 2023 por 5 mil millones de dólares del swap de monedas, destinado a reforzar las reservas del Banco Central.
Mientras tanto, y a pesar de la genuflexión del presidente Milei ante Estados Unidos, más allá de quien lo gobierne, que incluso motivó la reciente compra de chatarra aérea incapaz de operar en materia disuasiva con la base que la OTAN tiene en nuestro territorio de Malvinas, ni siquiera ha logrado morigerar el inmodificable arancel de 50% impuesto por Trump al acero y al aluminio, dos productos estratégicos que Argentina vendía hasta no hace tanto a Estados Unidos. El Biodiesel argentino, con aranceles impuestos por Trump del orden del 74%, también ha perdido ese mercado de forma definitiva.
En este 2025 lo que queda claro es que de nuevo tenemos un Spruille Braden en Argentina, lo que lamentablemente no tenemos es un Perón y gran parte de quienes dicen ser sus herederos no son más que aspirantes a mercenarios y cabilderos, que exhiben una supuesta admiración por Perón y Evita que solo da asco de escuchar.
No se puede ser admirador de Perón y de los Estados Unidos a la vez.
Ya es hora de que dejen de mentirnos.
Viernes 25 de julio de 2025.
*Analista político.
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