Deberíamos tener muy en cuenta la sentencia fisheriana para no reducir las tramas políticas a una crítica de las conductas individuales, porque la salida debe ser colectiva y como legítima lucha entre el que tiene y el que no.
Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
“La pelea es entre los que tienen y los que no. Hasta que no unan las peleas, no me va a interesar”.
Fito Páez citando al cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder.
Él es un niño rajado en su fractura, y no siempre nada para llegar a algún lugar, porque sus ríos, y mares también, son como peceras con cristales de dudosa resistencia; podrían romperse con sólo un pestañeo, pero su traje de panelista cosplayer parece estar hecho de breves navegaciones entre fiordos que han intentado resistir el sonido chillón de su grito primitivo. Aun así, aguanta su talón de Aquiles, su sombra renovada cada día, porque como se oye decir en estos días, “enfrente no hay nada”.
La República lo mira de reojo, lo conoce desde hace más de cien años. Ella lo sabe, pero yace adormecida. Él también lo intuye y acuña la lógica ecuación de una piedra, busca ser un mamífero alado, un encantador de serpientes, con las palmas ya casi rajadas y en espera de alumbrar aquellos mares itálicos donde lo revelado se hizo presente ante el celeste vacío de sus ojos. Frente a las peceras de su planeta, la alarma encendida del resquebrajamiento entre la comunidad y sus representantes, le devuelve la imagen degradada de esa retórica oferta política. Un clima de hastío frente a ciertos privilegios. Otra vez, el fastidio y bronca, también el desencanto luego de haber hecho sonar el gong en nuestro Mar Egeo, donde florecen los ecos de una ventana abierta a los tres enigmas que contienen el deseo y la muerte: ellos revelan el desierto absurdo en el que la razón se desnuda para ofrecerse a su verdadero amo: la sinrazón de la posmentira.
Entonces, mienten las ordalías del placer y la memoria, y ya sabemos del espejismo ante la desilusión: el retrato de la hipocresía y su falsa épica descifrada en una historia reciente de zancadillas con héroes de hambre.
¿Podría el fracaso, o su tragedia, impulsar el humor de la angustiante imitación? Esa es la posibilidad de sucumbir ante El Modelo de espejismos que juegan con la mente, que braman en el febril viaje de la luz a la oscuridad.
Pero es así la vida en estos tiempos de hienas prepeadoras y oradores del Ego en la paja ajena. Así todo, la prescripción es el intento, la vuelta trágica en la aventura del ser político y del estar en lo político.
Los griegos siempre lo supieron: los finales son anteriores como los vestigios del Palimpsesto, y quizás nos esté haciendo falta otro Gran Poema Nacional que contenga un potente deseo de rozar la belleza y la verdad, o tal vez, la justicia, social; de su falta surge la indiferencia o el acostumbramiento al palo y el gas del hombre adherido a los destellos del fracaso, como si el transcurrir de los días fuese el cordero opuesto a su misma esencia, al destino olvidado de sus presentaciones desafiantes; el hombre lleno de furia, suficiente en un país de carencias, porque hay escándalos que más que revelaciones son un bautismo de fuego entre salarios y jubilaciones que fueron, y son, abono y puerta de acceso a nuestro actual monstruo de carne y hueso, que ni busca justificativos para la palabra empeñada en la guerra general del cerdo, miércoles tras miércoles.
¡Advertencia!, la proposición «nueva estatalidad» debe revisar la opacidad de trabajadores que sufren hace años las penurias del sueldo al ras de zócalo y el contrato que devino permanente.
La discusión, entonces, se aleja de lo que de pueblo queda y se invoca la irrupción de las derechas ultra que, sin embargo, y como paradoja espectral, han ingresado a la arena política; esto ya no es novedoso, porque lo político, en su expresión más brutal, reelabora su plan de destrucción que reitera el mantra de hierro de la dama que fue por las almas: Los despidos son cesantías y la represión es un incidente.
Estos son los términos del nuevo pacto de Mayo: el buitre no tiene pasión ni ofrece clemencia. Pero de nuevo se oye el eco de los que advierten: «enfrente no hay nada.».
El correlato social, dicen y escriben cientistas sociales y periodistas cada vez más precarizados, hasta hoy parece indicar que no hay rebelión popular, ni estallido, ni nada que, en la fiebre de los espíritus impotentes, señale un destino preocupante y en pendiente antihumana donde el otro es un enemigo difícil de digerir, como la mugre usada. La anomia es social y es síntoma de una democracia que viene fallando a la hora de hacer realidad la promesa más radical de alimento, cura y educación. Se vota si se vive con dignidad, de lo contrario, lo que persiste es esta realidad apenas anotada, violencias para que alguien más sude por debajo de sus uñas de hombre lobo, indigno pariente lejano de un Hobbes sin bestia marina y abrumado por la ensoñación siniestra de fuerzas celestiales que, en lugar de cetro, ostentan agendita contrafóbica.
Y cuál es el plan maestro, la hoja de ruta, de esa suerte de nuevo – y necesario – contrato social: Tal vez, religar comunidades, pueblos, con un humanismo crítico y provisto de nuevas formas solidarias capaces de enfrentar los viejos rostros de las alianzas financieras, comunicacionales, jurídicas y estado-represivas; pero, digamos, como escriben algunos cientistas sociales y ciertos precarizados periodistas, que el problema sigue siendo el modelo, que es el eufemismo para no nombrar al capitalismo (¿lo dicen así, los hijos de la madre naturaleza?) que actúa a ciegas y se llama a sí mismo serio, porque si hay algo que ha triunfado en el mundo desde hace casi cincuenta años, es aquello que enunciaron los Hayek y Friedman, un nombre falso, y por lo que fueron la dama que llegó de la isla tomada del brazo del cowboy presidente: Neoliberalismo, inmutable círculo que se encuentra a sí mismo entre la nada y los cuervos convocados a ser, por fin, el origen de la paz.
Deberíamos tener muy en cuenta la sentencia fisheriana para no reducir las tramas políticas a una crítica de las conductas individuales, porque todavía lo viejo sirve y la salida debe ser colectiva como legítima lucha entre el que tiene y el que no.
Algunas quejas llegan por cierto espíritu de derrota, y aunque moleste, la escena es de derrota, y hay que reconocerla para poder imaginar una salida real de transformación.
Este es el juego en que andamos.
Avellaneda, 28 de mayo de 2025.
*Periodista. Docente en UNDAV.
4 Comments
Excelente!!!
Gracias
Gracias Dora.
Saludos!
Un texto memorable que mueve a la reflexión en diferentes sentidos. ¿Cuánto de singularidad individual pesa en nuestras vidas? ¿Cómo repercute en lo social esa carga de historias individuales? Largo debate en la ciencias Ssociales y en psicoanálisis.
Muchas gracias Angelina. No lo sé, pero lo que sí se es que reducir las cuestiones políticas a temas relacionados al mundo individual, es un error político grave. Saludos!
Conrado Yasenza