E. Raúl Zaffaroni analiza en esta nota el uso a nivel internacional de la pistola Taser y propone tener en cuenta las experiencias en las cuales se llevó a cabo un tiempo de prueba y capacitación prudentes antes de su uso en fuerzas policiales, teniendo en cuenta que la Taser es un arma que, si bien no es “letal” es “menos letal”.
Por E. Raúl Zaffaroni*
(para La Tecl@ Eñe)
1. La discusión simplista. Asistimos a una discusión local acerca de la provisión de la pistola taser a nuestras policías, a veces con argumentos que omiten datos técnicos e informaciones que son públicas en el mundo y que por elementales razones de prudencia no es posible eludir. No es correcto asumir posiciones sólo para impactar en los medios sin informar en debida forma a la población.
Por desgracia parece que es inevitable que los temas de política criminal se inserten siempre en un contexto publicitario, olvidando que hay vidas humanas en juego. Pero no por eso debemos renunciar a invocar la razón y la prudencia, al menos para quedarnos con la conciencia tranquila ante las posibles consecuencias de decisiones improvisadas.
2. ¿Qué es la taser? Existen varias armas de descarga eléctrica (bastones, pistolas aturdidoras y otras), llamadas “elctroshock weapons”, que en contacto con la piel se limitan a descargar electricidad produciendo dolor. La pistola taser, si bien puede usarse apoyada sobre la piel, en cuyo caso produce sólo una sensación dolorosa (“modo aturdimiento”), se distingue por su capacidad de ser usada también a distancia (“modo dardo”), disparando dardos metálicos unidos a finísimos hilos de cobre hasta varios metros que, al impactar en la ropa o en la piel, descargan electricidad de alto voltaje y bajo amperaje, que no sólo provoca dolor, sino una fuerte contracción muscular (“incapacidad neuromuscular”) que inmoviliza y hace caer a la persona.
Su historia se remonta a los años sesenta, en que la inventó un ingeniero de la NASA, Jack Cover, para los casos de desvíos aéreos, pues el disparo de pistolas comunes dentro de aeronaves puede perforar el fuselaje y provocar catástrofes. Cover la perfeccionó luego en sociedad con los hermanos Patrick y Thomas Smith. Al principio fue calificada como “arma de fuego” porque los dardos se impulsaban con pólvora, pero dejó de serlo con el reemplazo por impulso de aire comprimido o hidrógeno.
Su nombre técnico es CEW (“conducted electroshock weapon”) y “taser” es la denominación que le dio Cover con las iniciales de una tira cuyo héroe disponía de un rifle eléctrico (”Thomas A. Swift’s Electrict Rifle”). Después de varias alternativas, la fábrica “AXON Enterprise Inc.”, con los años fue perfeccionando varios modelos (Air Taser 34000, Advanced Taser M26, X26, X2, etc.).
Como es natural, para introducirla en el mercado, sus fabricantes comenzaron destacando sus virtudes y no sus defectos, por lo cual se sostuvo que se trataba de un “arma no letal”, negando en un comienzo todo riesgo para la vida humana. En ese entendimiento, su uso por parte de las policías se generalizó en los Estados Unidos y se expandió por los países del hemisferio sur.
3. El empleo irracional en los Estados Unidos. El 90% de las policías norteamericanas fue dotado de la taser. Se produjeron numerosos casos de muerte, algunos por caídas, otros porque dieron en personas con patologías previas y por ende vulnerables, algunos en personas saludables que produjeron infartos por la llamada “captura del corazón”, es decir por elevar las pulsaciones hasta 270 por minuto.
Su empleo contra enfermos mentales aparejó también algunos casos letales y, en especial, se tuvo en cuenta el fenómeno que se presenta en personas que alcanzan altos niveles de excitación al contacto con la policía, que se dio en llamar el síndrome del “excited delirium”, lo que es clínicamente discutible, pero lo cierto es que no deja de presentarse en la realidad, pudiendo responder a fobias o síndromes ya conocidos, que producen alteraciones fisiológicas que hacen al sujeto muy vulnerable a la descarga eléctrica.
Cabe advertir que la taser fue usada en ese país incluso contra niños y adolescentes en las escuelas, y también en las cárceles contra personas ya privadas de libertad. Todo esto dio lugar a múltiples discusiones científicas, investigaciones médicas y relevamientos de datos, acerca de lo cual hay abundante bibliografía técnica. De todos modos, la existencia de casos letales es incuestionable, sea por efecto del shock, del modo de empleo o de las concausas. En síntesis, lo que su empleo en los Estados Unidos muestra es su uso policial indiscriminado e irracional, siendo causa o concausa de resultados letales.
Si bien esta experiencia es negativa, sin embargo, tuvo un efecto paradojal, pues en el 40% de las demandas contra el Estado por muertes causadas por el uso de la taser, los demandantes imputaban también a los fabricantes no haber advertido suficientemente a las autoridades sobre los riesgos del arma. Un jurado, en un caso de muerte, condenó a una reparación de seis millones de dólares, luego reducida a 150.000 dólares en apelación.
Esto determinó que los propios fabricantes fuesen aumentando las advertencias (“Warnings”), indicando que no se debía disparar la taser al pecho ni al rostro, que no debía emplearse contra ancianos, personas delgadas, debilitadas, con dolencias cardíacas, niños, mujeres embarazadas, personas intoxicadas, como tampoco junto a piscinas o espejos de agua, etc. También el fabricante procuró ponerse a resguardo del uso irracional o ilícito, precisando que daba por descontado que la taser sería usada conforme a las directivas y con las precauciones reglamentarias de las autoridades de cada policía. Al mismo tiempo, fueron mejorando los modelos, limitando a cinco segundos el efecto de la descarga, impidiendo su repetición automática, proveerlos de una “Bodycam” para registrar las circunstancias de uso y de un sistema de disparador conjunto de “confites” que permitía individualizar el arma de la cual se había disparado.
En síntesis, el resultado paradojal del uso irracional en los Estados Unidos, fue que la propia AXON Inc. admitió, sino todos, al menos buena parte de los principales riesgos y trató de exonerarse de responsabilidad mediante el perfeccionamiento tecnológico, las “Warnings” a los estados y la aclaración de que no se hacía cargo de su uso ilícito.
4. La experiencia europea. La experiencia europea es bastante diferente a la norteamericana. En algunos países (Alemania, Irlanda. Portugal, Holanda, Luxemburgo) su uso es limitado a formaciones especializadas de sus policías. En Austria es más amplio, pero unos mil policías en seis años la utilizaron sólo 133 veces; de todos modos, se establece que en cada ocasión debe comparecer de inmediato personal médico encargado de la extracción de los dardos. En Gran Bretaña no se la califica como “arma no letal”, sino “menos letal” y, si bien se fue ampliando su uso, está limitado a ciertos cuerpos policiales. En Italia se introdujo en el equipamiento de sus policías después de años de uso experimental y controlado.
En general, lo que se observa de su uso en Europa es una prudencia mucho mayor que en Estados Unidos. Es muy marcada la tendencia a introducir el uso en forma experimental durante períodos prolongados y con muchas precauciones, a convocar a autoridades sanitarias para evaluar sus resultados, a que su uso sea precedido por cursos de entrenamiento teóricos y prácticos del personal al que se dota del arma y, además, en varios casos, a que ese uso se limite a un cuerpo o personal de “élite”, como el “Spezialeinsatzkommando” alemán o el “Arrestatetiam” holandés, con capacidad para intervenir en casos de particular violencia.
De todas formas, estas precauciones no alcanzaron para prevenir hechos desgraciados, como en Gran Bretaña, donde se la usó contra epilépticos en crisis, confundiéndolos con casos de resistencia violenta, o las condenas a Bulgaria (“Georgiev y otros v. Bulgaria”) y a Polonia (“Kancial v. Polonia”) por parte de la Corte Europea de Derechos Humanos, como también que se constatase que heridas inferidas en el rostro por la policía francesa, no respondían a un uso racional de la fuerza.
5. La posición del “Comité contra la Tortura” de la ONU. La posición más firme contra el uso de la taser, seguida por “Amnesty International”, es la del “Comité contra la Tortura” de las Naciones Unidas: “El Comité considera que el uso de estas armas causa severos dolores constituyendo una forma de tortura y que en algunos casos puede eventualmente causar la muerte, como lo han demostrado recientes desarrollos”. En consecuencia, dispuso que Portugal considerase poner fin al uso de la taser X26, por ser violatorio de los artículos 1º y 16º de la Convención, incorporada a nuestra Constitución (inciso 22º del artículo 75º).
6. La prudencia y la imprudencia. Muchas veces se criticó lo resuelto por el Comité de la ONU y la posición de “Amnesty”, argumentando que cualquier arma puede ser empleada para torturar. Entre nosotros esto es tan cierto que, a decir verdad, no faltó creatividad maligna, especialmente con la “picana eléctrica”, cuyo uso perverso al parecer fue inventado hace poco menos de un siglo por el tristemente célebre comisario Lugones, de modo que aquí, para torturar con electricidad nunca se necesitó la taser de última generación.
También es válido el argumento, perfectamente racional, de que el agente policial debe disponer de armas suficientes para adecuar el uso de la fuerza a la magnitud de la agresión, es decir, que no parece lógico que de las manos, los puños y un palo, su capacidad defensiva salte a una pistola de 9 mm. La lógica más elemental indica que, cuando los puños y el palo no alcanzan para defenderse o defender a un tercero, pero tampoco sea necesario en empleo de un arma “letal”, disponga de una “menos letal”.
Todos estos argumentos son razonables, pero el problema no está en la taser misma, sino en quién, contra quién, en qué circunstancias lo hace y en cómo lo hace.
Lo que no deja de alarmar es que se haya anunciado que se compren a Brasil una cantidad de pistolas taser y que se envíe personal policial a entrenarse a ese país, que registra cifras alarmantes de ejecuciones sin proceso y, en especial, a la policía de Rio de Janeiro, que cuenta en su haber con una buena cantidad de “chacinas” o matanzas en las “favelas”, a cuya alta letalidad trata de ponerle fin el propio Tribunal Supremo de ese país. Por otra parte, Brasil tiene un altísimo índice de homicidios, en tanto que el nuestro es mucho menor y con marcada tendencia a la baja.
La taser es un arma que no deja de ser “letal”; sólo es “menos letal”, como la califican los ingleses. La propia fábrica original formula advertencias que no pueden dejar de tomarse en cuenta. Una entrega indiscriminada al personal policial, entrenado por la policía carioca, en un país donde no nos faltan casos de “gatillo fácil” y sin las debidas precauciones, no deja de crear un fundado temor a que se use en cualquier circunstancia y contra cualquiera, minimizando sus riesgos con el argumento falso de que: “no es más que un shock”.
Lo anterior nos indica que es conveniente discutir la cuestión en serio y al margen de lo publicitario. En principio, la más elemental prudencia indica que sería bueno un entrenamiento y asesoramiento del personal en otro país y no en Brasil, que por cierto no es el mejor ejemplo policial en la región.
Si bien en el orden nacional, el Ministerio de Seguridad emitió un “Protocolo de actuación” para su uso, donde hay una cantidad de medidas razonables, es posible que algunas de las advertencias de la fábrica original no hayan sido contempladas. De todas formas, es bueno que se haya mostrado preocupación con este “Protocolo”, pero no debe olvidarse que se trata de una innovación y, como toda incorporación tecnológica, la prudencia indica la conveniencia de tomarse un tiempo de uso experimental, valorando los resultados con la supervisión de una comisión interdisciplinaria, de la que participe el área de salud.
Conforme a la experiencia recogida en ese tiempo y de resultar aconsejable su incorporación, se estaría en condiciones de perfeccionar el “Protocolo” y confeccionar un manual de uso. Además, se decidiría a qué agentes se dotaría del arma, con mayor ajuste a su uso adecuado. Por otra parte, a efectos de evitar su empleo abusivo o simplemente de prevenir errores, sería menester establecer un mecanismo de registro de los casos en que se use el arma, de ser posible filmado, que permita evaluar en cada oportunidad de la razonabilidad de su uso durante el tiempo de prueba.
Todo esto sea dicho con la salvedad de que el “Protocolo”, que es un primer paso de prudencia, fue emitido por la Nación, pero cada policía local podría decidir su empleo en condiciones menos prudentes, lo que sería realmente alarmante. Además, es obvio que debiera prohibirse legalmente su importación, venta y tenencia por particulares, porque como es sabido, a poco andar toda innovación preventiva se la apropia la delincuencia: en este sentido, los ladrones siguen a la policía. La neutralización de estos riesgos indica la necesidad de pensar soluciones institucionales.
Es posible que, al cabo de una adecuada experimentación durante un tiempo de prueba, se llegase a la conclusión de que su uso racional puede ahorrar vidas humanas de agentes y de ciudadanos, pero a esta conclusión debería llegarse con prudencia y contemplando los riesgos que implica la introducción de un arma que, si bien no es “letal” es “menos letal”. Un prudente tiempo de uso “experimental” controlado por una comisión interdisciplinaria y con participación de la sociedad civil, como el que se tomaron casi todos los europeos es más que aconsejable, teniendo en cuenta que, pese al cuidado puesto por esos gobiernos, hubo algunos inconvenientes y esa experiencia debe ser aprovechada. Siempre es bueno aprender de los mejores o, por lo menos, de quienes han cometido menos errores.
Buenos Aires, 9 de mayo de 2023.
*Profesor Emérito de la UBA.