El sociólogo Sebastián Russo analiza en este artículo cómo los medios hegemónicos de comunicación hacen referencia en estos días a la descomposición del Estado. La Nación y Clarín sentencian: El mal es la política, cuna de corrupción y despotismo.
Por Sebastián Russo*
(para La Tecl@ Eñe)
Una nueva palabra reúne sentidos. Los reúne y reconduce a un plano de luces y sombras sobre el que actuar. La palabra es descomposición. En un mismo día, día de editoriales, los domingos, Eduardo van Der Kooy en Clarín[1] y Luis Majul en La Nación +[2], hablaron de descomposición. Del estado de descomposición. En notas distintas, aunadas. En tema y forma. Repartiendo un mazo de naipes con el que jugar, al que se marca, tuercen y apropian el valor de sus figuras. Las imágenes, las palabras circulan y cada tanto se captura una y se la exprime. El método utilizado es la captación de conceptos y su reutilización. “Libertario” es el más sonado efectivo caso del último tiempo. Podemos pensar que “Patria” fue el/uno de los del kirchnerismo, hasta ese entonces capturado por la jerga militar. Del 55 para acá, podemos decir. Y del nosotros al otro, la patria (la palabra, la esperanza) fue otra.
Ahora se habla (ayer se habló, en los diarios, ni de mí, ni de ti, sino) de la descomposición. Y no se la utilizó pensando en la descomposición del significado de las palabras, del rol del periodismo y los medios informáticos al respecto, ni se hurgó en razones de fondo de la descomposición económica social a la que aluden, del rol del empresariado (ayer en el gobierno, hoy condicionando -like usual- sin necesidad de seguir estando en la rosada -”puesto menor”-) como responsables de una flagrante descomposición incluso del “espíritu del capitalismo”, como es la imposibilidad de y lucha contra los monopolios. No, la descomposición aludida solo habla de consecuencias, mas no de causas, y estas, vinculadas a cantinelas habituales: el mal de/es la política, cuna de corrupción y despotismo. El estado de la descomposición es, para el monopolio de la palabra sincronizada, el de la descomposición del Estado. Mejor aún, dejarlo/soñarlo cuasi inerte, incapaz de regular(los), que actúe como su propia pantalla, cómplice y testigo bobo. La capacidad performática (auto profética) de la máquina de hacer palabras cual pájaros carroñeros la sabemos. Leerán las consecuencias con sorpresa. Desde la cocina del sentido, le dirán al descompuesto, que el culpable es la víctima y viceversa, y que ellos apenas sazonan, y que al pescado ya se lo vendieron podrido y ni eso. En tal caso que el culpable también es él, lector/a. Que no se esforzó demasiado, que el mercado nada tiene que ver, que no lo han visto por ahí, que es invisible y libre de hacer lo que se le plazca, y bien por ello. Todos libres y coleando.
La descomposición fue la primera novela de Hernán Ronsino. De 2007. Y aludía a un malestar y desajuste inenarrable, consecuencia de una descomposición social, económica, que se traducía en descalabros del lenguaje, de los cuerpos, de los vínculos. «Algo se está desgastando, imprevisible, sobre los tejidos oscuros, en las entrañas de este momento: y no lo vemos, y no podemos, por estar ciegos, detenerlo; y no podemos, aunque lo viéramos, frenarlo». Reflujos del 2001. Hoy aquel fantasma retorna. Pero narrado por los responsables. El descompuesto es el otro. El que descompone es el otro. La patria/estado. La que por cobardía o complicidad deviene espectadora. Aludían así Getino y Solanas al que en la hora donde el horno no da para bollos y tiene la posibilidad de mover las perillas, de cambiar de horno, de cocina, mira, espera que la solución venga de algún otro lado.
50 % de pobres. 50 % de inflación. Una concentración empresarial prácticamente monopólica (económica, mediática, judicial) que condiciona y marca precios y agenda. Horacio González indagando las críticas al kirchnerismo, retoma la de haber sido un «capitalismo de amigos». Al que se le contrapondría, dice: “el capitalismo serio, cuya lógica productiva y contractual se regiría por la eficiencia, por la racionalidad lucrativa, la tolerancia sindical y el respeto a las normas legales (…) algo inadecuado, dice, porque ese capitalismo, en el neoliberalismo ya no existe». Y que por el contrario fue el kirchnerismo (el libro que aludimos fue escrito en el 2012) el que conformó de modo implícito una crítica al neoliberalismo y el que al menos intuitivamente se acercó a la conformación de un frente incluso regional de “libertarismo de transformación”. Al menos contribuyó a generar tal «atmósfera», dice. Y de hecho lo cita a Majul, que en ese entonces había presentando su libro Dueños, en el que tematizaba sobre Néstor Kirchner y sus amigos capitalistas. Majul. El mismo que habla hoy de estado de descomposición, en un ingenioso y cizañoso juego con la palabra estado. El mismo que trabaja para los verdaderos dueños, los dueños de la tierra y no solo. “La Nación + Macri” alguien gritaba fuera de campo ante el cronista de LN en la marcha del 17 de octubre, para que se infiltrara cual palabreja, cual significante que haga algún sentido en algún oyente y quién sabe.
Es el monopolio, estúpido. Es la pobreza y la mera expectación (de Gueorgieva), compañero. La descomposición del periodismo, de las tribunas de antaño aunque liberales con plumas como las de Rubén Darío, incluso Martí, no puede empañar ni nombrar (solo ella) la insoportable desigualdad, el intolerable hambre. A la palpable des-composición, la re-composición (salarial, pero sobre todo política, de la esperanza como principio), una re-construcción que también se hace de atmósferas y valentías. De audacia y arrojo. El legado ayuda. A 11 años de la muerte de Néstor Kirchner, el que hizo de las herencias que lo rodearon y rondaron (los 70, pero también el 2001), una amalgama vitalista, una re conducción y articulación de fuerzas justicieras y justicialistas, «solo» es cuestión de volver a conversar (a seguir aprendiendo a conversar) con el/los fantasma/s. Y atenti, porque el compost, es decir la tierra más rica que puede haber, además de la pampa húmeda, y al alcance de todxs, requiere y emerge de des-composiciones, de los restos. De lo que queda, que es también lo que falta.
Referencias:
[1] https://www.clarin.com/opinion/descomposicion-gobierno-juega-ultimas-cartas-congelamiento-plan-platita-_0_9xFM9x1bV.html
[2] https://www.lanacion.com.ar/lnmas/luis-majul-un-gobierno-en-estado-de-descomposicion-nid24102021/
Buenos Aires. 28 de octubre de 2021.
*Sociólogo UBA. Docente UNPAZ/UNGS/UBA.